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No te harás imagen

Del número de octubre de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todo cristiano se considera monoteísta, creyendo en un solo Dios a quien adora y al que le atribuye todo poder y sabiduría. Y refutaría enérgicamente la acusación de que es un idólatra. Pero a veces se vuelve vago e indefinido su concepto de Dios, sintiéndose a menudo perplejo ante la inconsecuencia de un buen Dios que se vale del mal y el sufrimiento para corregir o castigar a Sus hijos, y que se muestra impasible o insensible a sus ruegos y oraciones.

Mary Baker Eddy descubrió la Christian Science, que revela la naturaleza verdadera de Dios, y esa revelación ha librado admirablemente a los estudiantes de tal Ciencia de las dudas y creencias que los dejaban perplejos y desalentados. Ya no consideran a Dios como un ser humano glorificado que mora en un cielo remoto e inaccesible. Ya no lo creen consciente tanto del bien como del mal.

El libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, define a Dios en estos términos (pág. 465): “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor infinitos, incorpóreos, divinos y supremos,” y declara más abajo en la misma página: “Los atributos de Dios son la justicia, la misericordia, la sabiduría, la bondad y otros.”

En todos sus escritos Mrs. Eddy revela a Dios como el Padre-Madre que ama a todos y que imparte cuanto hay de bueno sin límites, sin contaminarlo con insinuación alguna de que exista o dé lugar a lo contrario que los humanos llaman el mal. Ella revela que Dios manifiesta Su naturaleza perfecta en un universo espiritual perfecto que incluye al hombre a Su imagen y semejanza, expresando todas las cualidades o atributos del Dios que es Mente, Espíritu. El hombre creado por Dios no nace en un mundo material y transitorio, ni sale de él muriendo. Por el contrario, siempre está consciente de su eterna coexistencia con Dios, la Vida divina. Jesús declaró en cierta ocasión ese gran hecho metafísico en estas palabras (Juan 8:58): “Antes que Abraham fuese, yo soy.” Todas sus obras portentosas se fundamentaban en su eterna unión con su Padre. En Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 189) dice nuestra Guía refiriéndose al Maestro del Cristianismo: “Su conocimiento firme y verdadero de la preexistencia, de la naturaleza e inseparabilidad de Dios y el hombre, hacía al humilde Nazareno prepotente.”

Pero Jesús no reclamaba que su poder espiritual radicaba en él como posesión inherente a su persona, pues dijo claramente (Juan 14:12): “El que creyere en mí, las obras que yo hago, él las hará también.” Su norma fundamental era la obediencia invariable a Dios. No reconocía otro creador ni otro poder, Verdad o Vida. Era un monoteísta puro y atribuía todo lo bueno a Dios únicamente. Todo adepto suyo debe también ser un monoteísta estricto si ha de lograr la cristiandad de su ejemplo. Jesús obedecía los mandamientos del Decálogo y prescribía que los que le siguieran hicieran lo mismo. A una vehemente pregunta de cómo lograr la vida eterna, él contestó en términos de obediencia a la ley (Marcos 10:19): “[Tú] sabes los mandamientos.”

La Christian Science dilucida las Escrituras, sacando a luz su significado espiritual, de modo que hoy todo aquel que busque la Verdad pueda guiarse fácilmente por estos mandamientos, postes indicadores del camino a la Vida. El Primer Mandamiento (Exodo 20:3): “No tendrás otros dioses delante de mí,” tiene su corolario en el segundo que prescribe: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.”

¿Son estos mandamientos aplicables únicamente a los que se forjen dioses de madera o de piedra, adorándolos en la creencia ignorante de que tales ídolos mudos pueden otorgar bien o librar del mal? El libro de texto de la Christian Science nos habla de muchos ídolos a los que todavía se rinde en esclavitud el mundo, atribuyéndoles poder para curar o para causar placer. ¿No vemos por todos lados drogas, clima, ejercicios y otros métodos materiales que se recomiendan para sanar malestares corporales o mentales? Cuando la Christian Science nos saca de la tierra de esclavitud y hacia la libertad de los hijos de Dios, hay que vigilar cuidadosamente para que no nos llevemos con nosotros ninguno de estos ídolos a que adorar como en nuestros días de obscurantismo anterior.

El mandamiento prohibe no sólo que nos forjemos ídolos, sino también que nos inclinemos a ellos y les sirvamos. Rendirnos o inclinarnos a las creencias materiales como si fuéramos sus súbditos inevitablemente y ellos nuestros gobernantes supremos, es infringir la ley de la supremacía de Dios. Atribuirles poder es servirles. De sí mismas estas creencias ciertamente que nada pueden hacer ni de bueno ni de malo, y a efecto de parecer que lo hacen requieren nuestra aceptación. De contra tal aceptación de nuestra parte es de lo que debemos guardarnos cuidadosamente. Los dioses falsos de la buena o mala temperatura, del clima, drogas o los alimentos no pueden ocasionar ni buenos ni malos resultados a no ser que nos aliemos a ellos consintiéndolos. Hay que cuidar de que no retenga nuestra consciencia o quede oculta en ella ningún vestigio de nuestras creencias anteriores o de nuestro apego a los medios y modos materiales. Para ello, habrá que aplicar a nuestro modo de pensar el proyector o haz de luz de la Verdad a fin de eliminar todo lo que no concuerde con el monoteísmo puro.

La que esto escribe cuenta en su experiencia el siguiente episodio, muy pertinentemente ilustrativo del caso, que la hizo que se diera cabal cuenta de la necesidad de obedecer de todo corazón el Primer Mandamiento. Cuando niña, había padecido severos ataques de indigestión, por lo cual se daba estricta atención a lo que comía. El pan recién hecho se consideraba especialmente perjudicial y le estaba estrictamente prohibido. Ella creció rindiendo parias a esta imagen esculpida, y si no podía obtener pan de más de un día de horneado se quedaba sin comer pan con tal de no comerlo fresco.

Después de haber comenzado su estudio de la Christian Science, siguió por algún tiempo con ese hábito inadvertidamente, hasta que un día resolvió comprar una pieza de pan recién hecho de la cual se comió parte. Casi inmediatamente le dió un dolor tan violento que no podía estar de pie y apenas podía respirar. Hallándose en tal trance, le advino la idea como proferida audiblemente: ¡Pues esto no es más que una imagen grabada! Yo he grabado en mi consciencia el recuerdo de mi padecimiento infantil y me he venido aferrando al temor de comer pan fresco.

La Verdad había expuesto ese error tan dinámicamente que la estudiante sanó instantáneamente no sólo del dolor, sino también del temor del efecto de comer pan recién horneado que desde entonces ha seguido comiendo sin vacilar y sin ningún resultado perjudicial. No obstante hacer más de veinte años que sucedió lo relatado aquí, nunca ha perdido su frescura la gozosa gratitud de la curada por haber derrotado con la Verdad esa imagen labrada del temor a la que por tanto tiempo se había inclinado y le había servido. De igual manera puede haber otras imágenes latentes, quizá el resentimiento, o defectos de carácter no corregidos todavía. Sea lo que fuere, estemos dispuestos a que la luz de la Verdad lo exponga para que se vea lo que es y así quede destruido. Como declara el apóstol amado: “Hijitos míos, guardaos de los ídolos” (I Juan 5:21).

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