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De parte de los Directores

“Para instruirse en la Christian Science”

Del número de abril de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Es característico de nuestra Guía, Mary Baker Eddy,— de lo amorosamente considerada y escrupulosamente cabal de su obra — que proveyera la literatura necesaria para el progreso del estudiante de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. y que no dejara lugar a duda respecto a cuál es y cómo utilizarla.

Así, refiriéndose a cualquiera que solicite ser miembro de La Iglesia Madre, La Primera Iglesia Científica de Cristo, en Boston, Massachusetts, escribe en el Manual de esta Iglesia (Art. IV, Sección 1):

“La Biblia, juntamente con Ciencia y Salud y otras obras de Mrs. Eddy, serán sus únicos libros de texto para instruirse en la Christian Science, y para enseñar y practicar la curación metafísica.”

Y luego escribe (Art. VIII, Sección 11):

“Ningún miembro de esta Iglesia debe comprar, vender ni circular literatura de la Christian Science que no declare con exactitud el Principio divino, las reglas y la demostración de la Christian Science. Asimismo será preciso considerar definitivamente el espíritu en que el autor haya redactado su literatura. Sus escritos deben adherirse estrictamente a la Regla Aurea, de lo contrario lo que escriba no se considerará Christian Science. Desviarse del espíritu o la letra de este Estatuto implicaría cismas en nuestra Iglesia y la posible pérdida, por cierto tiempo, de la Christian Science.”

El estudiante avisado está consecuentemente en guardia contra cualquier desviación de estas reglas. Se da cuenta de que el mundo perdió virtualmente la curación cristiana por más de mil quinientos años a causa de lo que al principio puede haberse considerado como sólo leves desatenciones a las instrucciones de Cristo Jesús, y de que aquí Mrs. Eddy fortifica a sus adeptos, individual y colectivamente, contra una repetición de tal experiencia.

En la Ciencia aprende uno a reconocer y rechazar pronto las diversas sugestiones que tienden a privarlo de los beneficios de cumplir con estas reglas — sugestiones que, en su mayoría, no son nuevas en la historia de nuestra Causa, por más que nuevas parezcan a veces.

¿Se sugiere que estas reglas son limitativas? El estudiante que esté alerta ve que no son más limitativas de lo que fuera una señal de tránsito hacia un callejón sin salida para quien transita por una arteria de la ciudad. Ve que marcan definitivamente el modo de quedar libre y de progresar. El sabe que Mrs. Eddy siempre tuvo el cuidado de facilitar para todos la más amplia manera de vivir que fuera posible y que en estas reglas no hace más que indicar cómo se gana y se demuestra la Ciencia de la Vida y de la inteligencia sin límites.

Cualquier estudiante puede bien desear mayor comprensión y más pruebas de las que ya ha logrado del divino ser, pero si se ha compenetrado bien del significado de la obra de Mrs. Eddy, percibe que ha de conseguirse mejor experiencia, no mediante otra nueva revelación de la Verdad además de la que nos ha dado en el libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” sino mediante una comprensión más profunda y mejor utilización de esta revelación que ella misma calificó de final y completa. El estudio diario que haga el interesado de la Biblia y del libro de texto antedicho, y su prueba practicando diariamente lo que aprende, le confirma fuera de toda duda que esta es la senda del progreso — progreso de la índole más inspiradora y satisfaciente. De este modo ve que, como declara Mrs. Eddy: “La Verdad está revelada. Sólo es menester practicarla” (Ciencia y Salud, pág. 174).

¿Es la sugestión que existe un atajo o manera abreviada de adquirir esa mejor comprensión y experiencia, un método más fácil que el que proveyó Mrs. Eddy? El estudiante está al tanto de que la evidente competencia de Mrs. Eddy para lo que tenía que hacer — de su magna demostración de la sabiduría y Amor divinos — le garantiza desde luego que si hubiera otro modo mejor por ser más sencillo, ella lo hubiera instituido.

¿Se sugiere luego que si estuviera ahora entre nosotros Mrs. Eddy omitiría ciertos pasajes de sus libros, o los revisaría? ¿Quién está habilitado para decir eso — preguntaría sin duda el estudiante — cuando Mrs. Eddy no insinuó tal necesidad? Y además, ¿por qué ha de decirse eso? Quien explore y aplique fielmente lo que ella enseñó no puede menos que regocijarse de que ella escribió como escribió en todos respectos. El percibe a menudo que pasajes que poco o nada había notado antes adquieren de súbito gran valor para él, y que hasta los pasajes más conocidos de los que él talvez creía que ya no podría sacar nada, repentinamente se iluminan de nuevo y él los halla más provechosos que nunca. También le sorprende continuamente la gran habilidad de Mrs. Eddy para conformar lo que declara de la Ciencia a las necesidades de la humanidad en general — de otras razas y culturas, y a distintos grados de comprensión espiritual, tanto como a las suyas.

Tal revelación a que despierta el pensamiento y la vida del estudiante inevitablemente que lo persuade de que no puede disfrutar la munificencia entera de la Ciencia si atiende a algunas de las declaraciones de nuestra Guía pero desatiende o tiene en poco otras, sino que hay que ganarla utilizando todo lo que ella enseña. Aunque algunas declaraciones suyas signifiquen más para él en ciertas épocas o situaciones que en otras, como de hecho ocurre con certeza, él sigue apreciando todo lo que ella ha escrito por cuanto no cesa de ofrecerle a él y a la humanidad.

¿Qué hay que decir de la sugestión de que el espíritu en que fué escrita o circulada tal o cual cosa sobre Christian Science carece de importancia? El Científico Cristiano ve inmediatamente por qué escribió Mrs. Eddy tan definitivamente sobre este punto en uno de los pasajes ya citados. Lo que se dé a la publicidad sobre este asunto con móviles que no concuerden con la Regla Aurea y el Amor divino, inevitablemente que pierde algo del espíritu de la Ciencia y por tanto algo de la Ciencia en sí. En consecuencia, el Científico considera cuidadosamente los móviles de los que hablen sobre el particular. ¿Procuran ayudar desinteresadamente a la Iglesia fundada por nuestra Guía en el cumplimiento de su misión de curar y libertar por todo el mundo? ¿Cumplen con los Estatutos que ella estableció por indicación divina para su obra grandiosa? El Científico percibe que preguntas como éstas son esenciales y determinativas.

Finalmente, ¿qué puede decirse de la circulación de escritos no impresos o editados? Esta Junta Directiva ha precavido con frecuencia contra ellos por dos razones. Primera, porque suelen contener casi inevitablemente errores de copia al escribirse a maquina aun cuando no los contenga el original, y en segundo lugar, porque no se necesitan. Trabajando fielmente con los escritos de Mrs. Eddy que ella misma escogió para que se publicaran y con el resto de la literatura de la Christian Science para la cual ella proveyó los medios necesarios, el estudiante está continuamente más satisfecho de lo que entendía que podría estarlo, por lo cual no lo atraen las substituciones.

Mrs. Eddy nunca impidió a nadie leyera lo que necesitara leer sobre cualquier asunto. Tratándose de la Christian Science, ella proporcionó lo que se requiere para la más completa y libérrima expresión del pensamiento útil. En las reuniones de testimonios que se celebran semanalmente en las Iglesias Científicas de Cristo, en la Escuela Dominical, en la cátedra facultativa y las asociaciones de las clases respectivas, en las entrevistas entre practicistas y pacientes y en las publicaciones periódicas de la Christian Science hay amplio campo para tal expresión, y en esta expresión todos pueden tomar parte apropiada y adecuadamente. Por esos mismos medios todos pueden estar en contacto con el pensamiento que despierta y aprovecharlo plenamente así como lo que les enseñe la experiencia de los devotos Científicos Cristianos que lo expresan en su propia comunidad y por todo el mundo.

De conformidad con las instrucciones de Mrs. Eddy, los Científicos Cristianos se subscriben a las publicaciones periódicas de la Christian Science y las leen, utilizando asimismo en toda su práctica extensión los demás medios de expresión servicial que provee la Causa. Igualmente, y por las más obvias razones, toman la Biblia y los escritos de Mrs. Eddy como “sus únicos libros de texto para instruirse en la Christian Science.”

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