Escribe Mary Baker Eddy en su libro “Rudimentos de la Ciencia Divina” (pág. 9): “El poder espiritual de un pensamiento científico verdadero, sin esfuerzo directo, argumento audible ni mental siquiera, ha curado a menudo enfermedades inveteradas.” Bien pensada, esta declaración debería hacernos evaluar y comprender más plenamente las ideas espirituales y su potencia. Debería hacernos percibir que Dios, la Mente omnipotente, revela y pone en vigor Su mandato mediante Su idea, y que por consiguiente debemos conceder a tal idea todo el poder, actividad y eficacia a que tiene derecho.
La naturaleza indestructible y permanente de las ideas de la Mente la indican estas palabras del Salmista (Salmo 111:7, 8): “Las obras de sus manos son verdad y juicio; seguros son todos sus preceptos; establecidos para siempre jamás, hechos en verdad y en rectitud.”
Mediante la Christian Science aprendemos a comprender el poder de una idea verdadera, y en efecto la potencia de todas las ideas espirituales que reflejamos. Vemos que todas las ideas que emanan de la Mente tienen su objeto, su expresión respectiva de la causa creatriz. Comprendiendo lo cual, dijo el profeta (Isaías 40:26): “¡Levantad hacia arriba vuestros ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes? ¿quién saca por cuenta su hueste? A todos ellos los llama por sus nombres; a causa de la grandeza de sus fuerzas y la pujanza de su poder.” Ni una sola idea puede fallar en el cumplimiento del divino propósito que la Mente designa.
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