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El hombre no envejece

Del número de abril de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La protesta de los humanos contra el envejecimiento la sintetiza con acierto Mary Baker Eddy en estas palabras que se hallan en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 248): “Hombres y mujeres de edad más madura y mayor experiencia debieran llegar a la madurez de la salud e inmortalidad, en lugar de caer en tinieblas o tristeza.” Pero hizo más que protestar contra el prototipo de la mortalidad: Proveyó la Christian Science, la revelación que Dios le impartió del orden verdadero de la existencia. Esta gran Ciencia que revela la Verdad, enseña a la humanidad cómo rechazar las enfermedades de la edad senil volviéndose del modelo mortal de la carne y amoldando sus vidas conforme al modelo del hombre creado a semejanza de Dios. Continúa diciendo nuestra Guía en la página antedicha: “Tenemos que formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente, o de lo contrario no los esculpiremos jamás en vidas grandes y nobles.”

Según lo revela la Christian Science, el hombre es espiritual. Es inenvejecible, porque las cualidades de carácter e ideas divinas con que Dios lo forma, nunca se desvanecen. Los elementos mentales como el amor, la veracidad y la pureza son reales e indestructibles. El reconocimiento de que el hombre es espiritual expone lo espurio de la personalidad corpórea que sufre a causa del agotamiento que acosa a toda carne y abate gradualmente el estado mental de autodecepción que constituye el mortal pecaminoso. De ahí que el hombre inenvejecible aparezca en la proporción en que se abandone la mortalidad y se ejemplifiquen demostrativamente las cualidades de la imagen de Dios en la frescura y abundancia suyas.

En un humanitario percibimos vislumbres del modelo perfecto en su honradez, justicia y misericordia. Pero se precisa una percepción más clara del hombre como semejanza de la Mente si ha de evitarse que el patrón de la decadencia imponga su despiadado curso. Tiene uno que entender que su vida está realmente aparte de la materia y sin que tenga ninguna relación con los órganos materiales, sino que depende del Espíritu para que continúe ininterrumpidamente su vigor y su servicialidad.

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