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La importancia de la Biblia

Del número de abril de 1953 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Toda la historia es una Biblia.” Estas palabras de Tomás Carlyle repercuten una gran verdad. La Biblia es el Libro de los libros. Desde el punto de vista literario incluye alegorías, biografías, historia, leyes, letras, poesía y parábolas. Pero el Científico Cristiano no se concierne principalmente con el punto de vista literario. En el reportazgo de un sermón que predicó Mary Baker Eddy leemos en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 170): “El record material de la Biblia — dijo ella — no es más importante para nuestro bienestar de lo que fuera la historia de Europa o de América; pero su aplicación espiritual se concierne con nuestra vida eterna.”

La experiencia espiritual no es cosa exclusiva de lo pasado, ni se limita a lo futuro. Está siempre en lo presente, en la actualidad eterna. Esto es así porque la experiencia espiritual corresponde a Dios, y estando Dios siempre presente, la experiencia espiritual ha de estar también siempre presente. A esta experiencia espiritual se ha de haber referido Mrs. Eddy cuando escribió (The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 12): “No tenemos pasado ni futuro, el hoy es lo único que poseemos.”

La Biblia — tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento — entendida espiritualmente relata nuestra historia espiritual. La verdad que enuncia ocurre en el hoy siempre presente. La Christian Science revela la interpretación espiritual de la Biblia, del Génesis al Apocalipsis, pero para ilustrar este punto tomemos el Nuevo Testamento.

Cuando leemos la narración bien querida de la natividad de Jesús no sólo nos trasladamos mental y retrospectivamente al suceso del advenimiento de Jesús el Cristo en la historia de la humanidad, hace casi dos mil años. Interpretado espiritualmente, el suceso se refiere a todas las eras y es aplicable a nuestra propia experiencia. Cada detalle de esta narración tiene su significado espiritual y su directa aplicación a nuestras necesidades actuales. Hasta la localidad en que nació Jesús tiene su significado espiritual. En el idioma original, la palabra Belén significa “la casa del pan,” y por todas las Escrituras se habla del pan como el símbolo de la Verdad. Cuando el Cristo, o la Verdad, comienza a aparecer en nuestra consciencia, nos percatamos de que existimos en el ambiente de la Verdad y no en una habitación del error. Esta comprensión hace del bello e histórico advenimiento del niño de Belén un suceso que, entendido espiritualmente, está ocurriendo hoy y cada día para los que encuentran su nuevo nacimiento como el hombre creado por Dios.

A medida que el ser espiritual adviene en nuestra consciencia o estado mental habitual, la verdad que hemos hallado crece en la gracia y el poder. Esto lo podemos probar con más seguridad en la proporción en que “lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4: 13). Cuando empezamos a catarnos de la naturaleza espiritual y perfecta del hombre como hijo de Dios, esa percepción puede parecemos que está en su infancia porque la plenitud y perfección del ser espiritual al principio asumen un revelado o estado de revelación impreciso. Por lo cual hallamos necesario proteger nuestra débil comprensión de la Ciencia para impedir nos la arrebaten la práctica mental maligna o la propaganda mental subversiva. Los Herodes modernos no están menos resueltos a perseguir a Cristo de lo que estaba su arquetipo del siglo primero, el rey de Judea. Tratan de negar el poder de la Christian Science para curar y buscan los tortuosos y obscuros vericuetos del materialismo por evadir la recta y franca carretera del Cristo. Debemos pues preservar nuestra comprensión recién despertada y hablar prudente y modestamente de lo que de espiritual hemos logrado.

Aquí nuestro pensamiento se vuelve naturalmente a la historia sagrada, y recordamos la visión que tuvo José, el esposo de María, guiado por Dios a que huyera a Egipto con el recién nacido, y que se quedaran allí, hasta que Herodes muriera. Como a nosotros nos es dado fundamentarnos fijamente en la Christian Science, convencidos de que es la verdad, ya no tememos los argumentos del error que trata de privarnos de nuestra comprensión recién despertada. Podemos pues declararnos abiertamente Científicos Cristianos, hacernos miembros de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, y comenzar gozosamente nuestra tarea de evangelización y realización espiritual.

Aquí otra vez nos referimos a la Biblia, y no nos sorprende hallar que el bautismo de Juan fué un paso preliminar necesario antes de que el Maestro iniciara su ministerio de curación. La interpretación espiritual de este suceso muestra claramente la importancia de que nos evangelicemos como un paso preliminar en nuestro progreso como Científicos Cristianos. Por lo mismo, podemos meditar en los Evangelios y percibir nuestro propio adelanto espiritual reflejado en sus páginas. A medida que amamos y albergamos al Cristo, entra en acción en nuestros asuntos; crece en estatura y en la gracia. Se vuelve de día en día y de hora en hora nuestro consejero, nuestro guía y protector, y nuestro amigo. Cuando entendemos mejor al Cristo, vemos que se identifica con el hombre y por tanto con nosotros mismos. Sus preceptos amorosos gobiernan cada vez más nuestros móviles y nuestros actos. Su compasión impregna nuestras vidas. Nos hace que escojamos a los que son útiles en nuestro hogar, en nuestro negocio, o como compañeros en general. Nos induce a que venzamos las pretensiones de la carne, las creencias de que la vida, la substancia y la inteligencia están en la materia. Nos instruye para que aprovechemos la Verdad en todos sus bellos detalles y variaciones.

¿No comenzamos a percibir cómo el Cristo de la Biblia nos está enseñando al reflejarse en nuestras vidas? La historia del Evangelio es nuestra historia. Hablando espiritualmente, ocurre donde estamos y en lo que hacemos. Si notamos que no nos salen bien las cosas, es bueno que tomemos nuestra Biblia y el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mrs. Eddy, y que procuremos descubrir en qué nos equivocamos en nuestra práctica de la Christian Science. Tal vez no hemos protegido nuestro conocimiento recién adquirido del Cristo. Quizá no nos hemos sometido lo suficiente al bautismo de la regeneración. En otras palabras, acaso nos esforcemos por subsanar una situación simplemente declarando verdades absolutas descuidando al mismo tiempo velar y guardarnos de gratificar hábitos pecaminosos. En tal caso, hemos ofuscado nuestra percepción de la revelación científica que Dios nos da de Su plan de salvación según lo indican los Evangelios, y en ese caso se nos ordenará que desandemos lo andado extraviadamente.

Escudriñamos las Escrituras para conocer a Dios y Su Cristo, como nuestra Guía las escudriñó. Ella nos abrió camino en este terreno. Ella nos marcó el sendero y nos dió la revelación de la Christian Science. Reconozcamos la estupenda importancia de toda la Biblia como nuestra guía a la Vida eterna y descartemos la vana idea de que es una colección de escritos que registran diversas épocas, o simplemente una ayuda para entender a Dios, la Verdad divina que revela la Christian Science. Es nuestra carta de navegar, nuestra brújula, y debe ser siempre nuestra compañera inseparable.

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