Las palabras resultan inadecuadas para expresar la gratitud que siento por las bendiciones que ha traído la Christian Science a nuestro hogar. Estoy agradecida especialmente a la practicista que me ayudó a volver a la Christian Science después de haberme extraviado por muchos años. Gracias a su paciente y amorosa ayuda, esta profecía bíblica se ha cumplido en mí: “Os restituiré los años que [se] comió la langosta” (Joel 2:25). Después de años de estar enferma, recobré mi salud tan cabal como nunca la había tenido. Erróneas creencias que por años habían persistido quedaron completamente desvanecidas. El vicio de fumar y el hábito de tomar en convivialidad social desaparecieron permanentemente de mi vida. Fué durante ese período de exaltación espiritual cuando probé por mí misma que la Christian Science cura cuando se aplica correcta y persistentemente.
Una vez iba sentada yo sola en el asiento trasero de un taxímetro cuando de una calle transversal vino de súbito un automóvil a chocar contra el costado del taxímetro en el que yo iba. Minutos antes, presintiendo que amenazaba peligro, trabajé metafísicamente por precaución y tan eficaz fué el tratamiento que ni sufrí daño alguno ni me impresionó el choque.
Durante la segunda guerra mundial, en uno de los períodos de nuestra historia en que más se dificultaba viajar, pude caminar muchos miles de kilómetros tranquila y cómodamente. Aunque no procuré reservar ni cuartos de hotel ni asiento o cama en los trenes, tan confiada estaba en que el Amor satisfaría mi necesidad que todo se me suministró milagrosamente.
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