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[Original en francés]

Aunque yo no adopté la Christian Science...

Del número de enero de 1954 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aunque yo no adopté la Christian Science por ningún motivo personal, he recibido mediante ella incontables bendiciones mentalmente, físicamente y de todos modos y en todos sentidos. Hoy quiero relatar una demostración que ojalá induzca a alguien que se halle actualmente agobiado a llamar a la puerta correcta en demanda de ayuda y a que la reciba.

Hace tiempo se desarrolló cierta enfermedad en la maxila superior y en la inferior de mi quijada. No acertando a saber qué era, decidí ir a ver a un dentista para cerciorarme. El primero que ví y otros varios se rehusaron a hacerse cargo del caso después del examen preliminar que hicieron. Decían que era demasiado grave para tratamiento ordinario. El último que consulté se mostró más enfático aún y me dijo que no podía hacer nada. Dijo también que, en su opinión, era un caso de cáncer generalizado en ambas mandíbulas y que necesitaba tratamiento especial. Yo respondí enfáticamente que no aceptaba tal diagnóstico y le aseguré que si me daba tratamiento ordinario como a cualquiera de sus pacientes comunes, yo sabría que hacer a fin de vencer la dificultad específica. Después de discutir algo, consintió aceptarme de esa manera.

Mientras él proseguía con su tarea, yo me aferraba a la idea de que, como hijo perfecto de Dios, el hombre está por siempre intacto y que ésta era la oportunidad de que probara yo la omnipotencia de Dios. Sabía que, por ser Dios la Vida, nada podría destruir la armonía de mi existencia.

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