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En su poesía “Oración vespertina de la...

Del número de enero de 1954 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En su poesía “Oración vespertina de la madre,” dice Mary Baker Eddy (Poems, pág. 4):

“Gentil presencia, gozo, paz, poder,
divina Vida, en todo está Tu ser.
Amor, que al ave Su cuidado da,
haz que mi niño avance a donde va.”

¡Que gloriosa verdad, y cuán a menudo a ella me vuelvo en mi experiencia de madre, con paz y gratitud!

Hace años que mi esposo, nuestro hijo de siete años de edad y yo tomamos una barca en el verano y navegamos hacia el sur para pasar el verano pescando por la costa de California. El primer día fué claro a pleno sol y tranquilo y nos gozábamos a todo gozar. Al atardecer y observarse las primeras trazas de que la noche se acercaba, mi esposo bajó a la timonera y yo a la galera, dejando al niño sobre cubierta. Poco después preguntó mi esposo por el niño y subió a buscarlo, regresando inmediatamente con la noticia desgarradora de que se había caído al agua. No sabíamos cuándo ni dónde. Nos apresuramos a subir a cubierta y cambiamos el curso de la barca para retroceder. Mi esposo tomó el timón y yo me puse de pie en la popa forzando la vista en busca del muchacho y gritando mis oraciones por acallar el gran temor que oprimía mi corazón.

No sabía nadar nuestro hijo y a esa hora del atardecer casi siempre empezaba a soplar la brisa perturbando el océano y dificultando ver a distancia. Todo lo que yo podía hacer era declarar que Dios, la Vida, estaba presente, y repetir la estrofa de la poesía antedicha. Así seguí hasta que mi esposo me dijo que tomara el timón a fin de que él pudiera subir en alto y escudriñar con la mirada la inmensidad del mar para ver si divisaba al niño. Finalmente me dí cuenta de que él sabía que habíamos perdido el rumbo. No sabiendo si proseguir avante, o retroceder, o virar a este o aquel lado, comenzamos a declarar que la Mente lo gobierna todo y lo sabe todo y que nosotros, gobernados por la Mente divina, seríamos orientados. A poco rato mi esposo columbró al muchacho a casi un kilómetro de lejos detrás de nosotros; ya lo habíamos pasado. Después nos dijo el niño que no cesaba de gritarnos creyendo que, al virar hacia atrás la barca, ya íbamos por él. Cuando notó que lo pasábamos, clamó a Dios pensando que nosotros no podríamos auxiliarlo. La Mente nos dirigía y le había contestado su oración y la nuestra pidiendo nos guiara.

Como el niño no sintió temor, pudo mantenerse a flote aunque no sabía nadar. Por fin lo subimos a bordo y lo metimos en su cama. Sentíamos la presencia de Dios y sabíamos que no experimentaría ninguna reacción. Una hora después tomaba su cena, y al día siguiente estaba ansioso de que le diéramos su primera lección de natación y de sumergirse de cabeza. Un detalle lindo del caso es que aunque el niño estuvo en el agua fría más de media hora no le causó ningún mal efecto. El comentó que Dios lo había salvado y expresó su deseo de continuar concurriendo a la Escuela Dominical para aprender más acerca de su Padre-Madre Dios.

Los tres hemos contado con la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es ‟Ciencia Cristiana”. toda nuestra vida y mediante su estudio y aplicación hemos logrado probarla de muchos modos. Nunca falla cuando se aplican sus reglas honrada y sinceramente. Damos gracias a Dios por esta Ciencia.—

Quiero corroborar el testimonio de mi esposa respecto al rescate de nuestro hijo. No sé yo de ninguna manera o medio humano mediante el cual se pudiera mantener a flote sin hundirse puesto que se resbaló por un lado de la barca y se colgó del barandal por cierto tiempo hasta que el empuje del agua lo desprendió. Se sumergió a media barca y luego subió a flote en la huella de la hélice pero sin que lo tocara la hélice. El pudo de un modo u otro desprenderse de sus botas de hule y descorrer el abrochador corredizo de su chamarra pero no se la pudo quitar porque cada vez que trataba de hacerlo se hundía.

Lo hallamos como sentado dentro del agua con su cabeza echada hacia atrás cuanto podía para que flotara su cara. La distancia a la que lo divisé era tan grande que me hizo reflexionar cómo pudo haber sido mera vista física lo que me cercioró de que lo vislumbraba antes de que su madre pudiera distinguir objeto alguno. Yo agradezco que la Escuela Dominical lo haya enseñado a confiar en nuestro Padre-Madre Dios, que lo sostuvo y nos guió a nosotros.—

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