La Christian Science me interesó desde hace unos veinticinco años, después de haber concurrido a oir la primera conferencia sobre ese tema. Yo no emprendí su estudio a fin de curarme de enfermedad alguna, sino por que buscaba una religión racional.
Mi primera curación la experimenté cuando joven, viajando como agente de ventas. Adolecía de verrugas en las manos, por lo cual me apenaba tener que tratar con los que entrevistaba. Probé todos los remedios materiales de que sabía, pero en vano. Un día estaba yo visitando a una hermana que también había empezado a estudiar la Christian Science, y me preguntó qué estaba haciendo para librarme de esas verrugas; yo le conté lo que había hecho sin lograr resultado alguno. Luego me preguntó si no quería probar la Christian Science. Le dije que sí, y entonces comenzaron los tratamientos. Pocas semanas después desaparecieron mis verrugas.
Hace pocos años experimenté una seria enfermedad cutánea: me salieron chichones y costras por todo el pericráneo o cuero cabelludo y el cuello. Cuando hube trabajado metafísicamente por resolver ese problema como mejor podía sin sanar sino antes empeorando, atendí a lo que nos prescribe Mrs. Eddy en la página 420 de Ciencia y Salud: ‟Si los discípulos no se curan prontamente ellos mismos, no debieran tardar en acudir a un Científico Cristiano experimentado para que les auxilie.” Me hallaba a la sazón en otra ciudad, y oré por que se me guiara a entrevistar al practicista que había de ayudarme. Acudí a uno y después de recibir el primer tratamiento, ya me daba cuenta de que había sido oída mi oración. Fué lenta la curación durando varios meses, pero cuando se consumó me quitó todo lo que había de repugnante, hasta un lunar negro y grande que había tenido ya por algunos años. Doy gracias a Dios por esta curación y por la acrecida estimación que siento por lo que ha hecho Mrs. Eddy por la humanidad, dándonos la Christian Science; y agradezco mucho la paciencia del practicista en ayudarme a adquirir más del Cristo, la Verdad.
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