Hablando como verdadera humanitaria y gran vidente espiritual, Mary Baker Eddy declara en Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 49): “Mientras más entiendo a la humanidad verdadera, más veo que es impecable,— tan ignorante del pecado como el Hacedor perfecto.”
Hay en lo que llamamos consciencia humana un elemento básico capaz de percibir la verdad espiritual. Si así no fuera, la humanidad no podría entender la Biblia ni el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mrs. Eddy, y por lo mismo, éstos no serían de ningún valor práctico. La entidad humana es algo más que mera personalidad física. La integridad, benignidad, pureza y lealtad de los humanos son básicas cualidades espirituales inherentes a la identidad verdadera del hombre. Estas cualidades espirituales y otras análogas que en nada están vinculadas en la prosapia mortal, constituyen la divina naturaleza del hombre, el espíritu del Cristo, único capaz de extirpar de la experiencia humana todos los efectos del antecristo o las consecuencias del pecado.
Cristo Jesús es el ejemplo perfecto de la verdadera humanidad impecable. Nunca desatendió a las necesidades del cuerpo humano, pero consignó al olvido las falsas creencias acerca del cuerpo, revelando que su naturaleza verdadera es la identidad de las indestructibles ideas espirituales, la evidencia inmortal del Espíritu. ‟El más alto representante terrenal de Dios, hablando de la capacidad humana para reflejar el poder divino, dijo proféticamente a sus discípulos, aludiendo no sólo a su tiempo, sino a todos los tiempos: ‛El que creyere en mí, las obras que yo hago, él las hará también.’ ” escribe Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 52). Para hacer tales obras es esencial comprender lo cabal e intacto que es la identidad como reflejo del Espíritu, puesto que experimentamos lo que pensamos y entendemos verdaderamente. ¿No equivale a todo eso lo que indicó el Maestro cuando dijo (Mateo 6:22): ‟Si, pues, tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz?” La consecuencia natural de pensar sencilla o incontaminadamente es estar sano y ser estable, el bienestar que se funda en Dios, el bien.
La consciencia humana determina su propio estado según la calidad de sus pensamientos, según lo que consiente. La materia, que no es substancia real sino falso modo de pensar, ha de seguir engañando a los humanos y esclavizándolos hasta que se reemplazca lo carnal con la consciencia espiritual, o sea el modo celestial de pensar y sentir. Las cualidades espirituales son de todas veras el trigo de la experiencia humana que hay que cultivar reconociendo al Amor como su único origen. El elemento falso de la consciencia humana que acepta las pretensiones del mal, las obedece y sufre las consecuencias, no es la semejanza de Dios sino que representa la cizaña que se opone a la Verdad y que deshonra a Dios al reconocer como real lo que no es semejante a El.
Cuando uno vislumbra por primera vez la perfección real del ser espiritual y la consiguiente irrealidad de lo mortal, en el momento de éxtasis fervoroso que eso suele causarle incurre a veces en la tendencia a descartar lo humano como inservible. Pero Mrs. Eddy dice en Unity of Good (pág. 37): “Los seres humanos son físicamente mortales, pero espiritualmente inmortales.” Aquí vuelve a aludirse al trigo o lo ‟espiritualmente inmortal,” que crece lado a lado con la cizaña o lo ‟físicamente mortal,” aquél para cultivarse y ésta para desecharse.
El hombre creado por Dios no es una mezcla de elementos contrarios tales como espíritu y materia, vida y muerte, amor y odio, pujanza y temor. La ley del ser perfecto está en acción constante en todos los detalles del ser del hombre real; de ahí la naturaleza entermente espiritual del hombre y su eternalidad. El hombre, tal como Dios lo conoce, no requiere curación; es el concepto que de la creación tiene la humanidad lo que requiere redención y ésta puede lograrse sólo cuando uno da predominio a la espiritualidad pura en su vida diaria. La Christian Science, debidamente entendida y utilizada, pone en claro que ningún hombre es del todo material o erróneo, porque si no expresara algunas de las cualidades que emanan de Dios ni siquiera existiría, puesto que la existencia completamente aparte o independiente de la divinidad es imposible. La semejanza indeleble de Dios está en cada ser humano, esperando ser descubierta y reconocida.
La naturaleza del hombre real ya no es inaccesible a la percepción humana, pues el anhelo de entender a Dios y al hombre halla su cumplimiento en el estudio de la Christian Science. Esta Ciencia revela claramente la naturaleza enteramente espiritual del hombre y hace práctico en la experiencia humana el conocimiento de que Dios es omnímodo, todo lo que existe. Comprender a Dios es encontrar la substancia misma de nuestro propio ser. La consciencia humana está despertando y va perdiendo su concepto de que la materia es substancia y de que entra en forma alguna en la experiencia del hombre; por lo cual ya no necesita ser víctima de la mente mortal ni verse perturbada por sus terroríficas creencias, porque la Ciencia ha revelado que el hombre no pertenece al reino mortal. El hombre es ciudadano del reino de los cielos, en el que siempre está en vigor la ley de Dios y en donde no se conoce ninguna pretensión de que haya otra ley capaz de impedir o coartar la actividad de la rectitud.
El solo objeto del Cristianismo es hacer humanamente posible la demostración de que Dios todo lo incluye y constituye y de que el hombre es perfecto. Toda pretensión de enfermedad u otra discordancia que se le presentó a Jesús para que la curara, la disipó de manera palpable a la vista y al entendimiento humanos, mostrando así evidencia incuestionable de que Dios está siempre presente y que es Suyo todo el poder. Leemos que en respuesta a la pregunta de los emisarios de Juan Bautista (Mateo 11:3): “¿Eres tú aquél que había de venir, o esperamos a otro?” Jesús les contestó: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: Los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos son limpiados, y los sordos oyen; los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.”
Sólo practicando individualmente el bien puede uno librarse del mal que trata de ofuscar “la humanidad verdadera.” Pensar bien es el único antídoto contra el mal, trátese de la experiencia de uno solo o de la mundial colectivamente. Dios no comparte Su reino con la enfermedad o con el pecado. Estes es el hecho espiritual que se le va revelando a la consciencia humana y que ha de continuar su labor redendora hasta que “la humanidad verdadera” sea comprendida y demostrada universalmente. La Christian Science está guiando a la raza humana de todo error a toda verdad.
