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La humildad

Del número de julio de 1954 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tomas Carlyle escribió una vez a un amigo: “Hace muchos años que percibí por primera vez el significado de la humildad, y vino a mí como agua a quien moría de sed, y me di cuenta entonces como ahora, de que es el principio de la vida moral.”

La humildad verdadera es espiritual. Significa la subyugación del “yo” que nos exige nuestro conocimiento de la omnipotencia de Dios. Quien reconoce el poder de Dios se siente naturalmente humilde ante ese poder. La humildad nos obliga a reconocer nuestra inhabilidad personal y hace que nos encomendemos absolutamente a la habilidad infinita del Espíritu.

Los hombres y las mujeres más grandes de la historia han sido los de mente humilde. Impelido por la humildad espiritual, dijo Cristo Jesús (Juan 5:30): “No puedo yo de mí mismo hacer nada,” y (versículo 17): “Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.” El Maestro reconocía que toda su habilidad espiritual resultaba de la habilidad que reflejaba de su Padre, Dios. Esa consciencia impersonal de la habilidad hacía imposible que lo venciera el sentido personal de la vida y de la muerte. El vivía en el Espíritu como reflejo de la Mente. Obraba como quien depende completamente de la Mente y al Padre se volvía en busca de orientación y dirección con la convicción absoluta de que la Mente podía satisfacer su necesidad. En el ejercicio a que se daba de la inteligencia divina, curaba a los enfermos. Con su comprensión de la afluencia espiritual de Dios, alimentaba a las multitudes. Por su reconocimiento de la supremacía de la ley espiritual, anduvo sobre las olas y calmó la tempestad del lago.

A menudo se ha preguntado la Cristiandad: “Podemos imitar a Cristo Jesús en sus obras?” La Christian Science responde afirmativamente. Escribe Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de esta Ciencia, en su texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 495): “Dios curará a los enfermos por medio del hombre, siempre que el hombre esté gobernado por Dios.” El descubrimiento de la Christian Science revela la ley espiritual de la Biblia que por tanto tiempo ocultaron la ignorancia y la superstición. Ahora es cuando hacer práctica esa ley en todos los detalles de nuestra vida diaria.

La Christian Science presenta una salvación actual y siempre asequible, dándonos dominio sobre todo lo que no sea semejante a la Mente eterna y su creación armoniosa. Dijo Pedro (I Pedro 5:6): “Humillaos, por tanto, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce a su debido tiempo.” Abundan en la Biblia los casos en que se ilustra el efecto curativo de la humildad. Vale recordar a Naamán el sirio, que sanó de su lepra cuando su soberbia cedió ante la humildad y él se mostró dispuesto a obedecer la orden del profeta Eliseo de que se lavara siete veces en el río Jordán.

Y otra vez se nos precave contra el peligro del orgullo en el relato respecto al Rey Nabucodonosor que perdió la razón por ser desordenadamente vanidoso y presuntuoso. “¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado para metrópoli del reino, con la fuerza de mi poder, y para la gloria de mi grandeza?” (Daniel 4:30.) En ese mismo instante perdió el juicio y comía hierbas como un buey, y sus uñas crecieron como las de las aves, y “siete tiempos” trascurrieron antes de que estuviera dispuesto a reconocer a Dios como la fuente de toda grandeza.

Estas advertencias nos recuerdan la necesidad que hay de guardarnos constantemente del error de creerse uno importante o de poseer habilidad personal. Los mortales no tienen poder para crear ni para destruir, pero todo poder se vuelve nuestro cuando reconocemos la relación que tenemos para con Dios como Su reflejo. Dice Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 301): “Pocas personas comprenden lo que la Christian Science quiere decir con la palabra reflejo.” ¡Cuán propensos estamos a creer que tenemos habilidad y éxito personales, perdiendo así la idea de lo que es reflejo!

Cuando obtengamos éxito en alguna empresa, volvámonos a Dios con profunda humildad y agradezcámosle Sus dones de la sabiduría y de la inteligencia. Es Suya la sabiduría que expresamos, Suyo el poder que manifestamos y el amor en que hallamos nuestra satisfacción. Humilde y agradecidamente pasamos de una buena obra a otra, reconociendo que no somos sino instrumentos en manos de la omnipotencia. Es ilimitada la habilidad que Dios nos da para hacer bien. Puede ser que parezca que contemos con pocos medios materiales y escasas oportunidades, pero lo cierto es que Dios irradia Su sabiduría y Su amor en uno como en todos en la misma medida, porque Dios no hace acepción de personas. Nuestras materiales creencias humanas es lo que empequeñece nuestra comprensión de la habilidad divina. Si tenemos una tarea que hacer, hagámosla no sólo para la gloria de Dios sino reconociendo claramente que la habilidad que lleva a cabo la tarea es divina y que nosotros somos siervos humildes de la Mente omnipresente, omnipotente y omnisciente.

Hemos entrado en la senda de la Verdad aceptando y estudiando la Christian Science. Y el éxito en esta Ciencia no se logra enorgulleciéndose uno de su entendimiento ni juzgándose causa de su propia habilidad, sino mediante la humildad. Subyugando nuestro propio “yo” y enalteciendo el Alma percibimos, aunque débilmente al principio, el designio de Dios en los asuntos nuestros, y así nos alistamos y nos disponemos a cifrar en nuestro Padre el tesoro de nuestras más queridas esperanzas, sabiendo que recibiremos lo que sea mejor para nuestra felicidad y progreso espirituales.

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