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Cuando niña, me consideraban delicada y...

Del número de enero de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando niña, me consideraban delicada y sufría lo que llaman enfermedades de los niños, algunas graves. A la edad de casi trece años caí enferma repentinamente. Se encontró que se me había reventado el apéndice y que había contraído peritonitis. Más tarde, estando yo en el hospital privada del sentido, el cirujano le dijo a mi madre que él y varios otros especialistas interesados que habían sido llamados para consultar en el caso, habían hecho todo lo que podían por mí y que no podría sobrevivir. Pesaba sólo unos dieciocho kilos.

Habiendo platicado de esto mi hermano y mi hermana en la escuela, una vecina que tenía hijos en la misma escuela le telefoneó a mi madre para decirle de la Christian Science. Mi madre le contestó entre sollozos: “Si es la voluntad de Dios que se me vaya, estoy dispuesta,” pero prontamente respondió la vecina: “No es la voluntad de Dios ni sabe El nada del estado en que ella está.” Luego le habló de casos de que sabía en los que la Christian Science había curado, y eso le trajo un nuevo rayo de esperanza a mi madre que le suplicó a la vecina telefoneara a una practicista que se encargara de darme tratamiento.

La practicista fué en su automóvil inmediatamente al hospital en donde la esperaba mi madre. No estaban en mi cuarto las enfermeras cuando ellas llegaron. Mi madre se detuvo en la puerta dejando que entrara la practicista y se detuviera a mi lado declarando en voz alta la verdad. Yo parecía agonizar. Pero inmediatamente me reanimé en cierto grado y cuando salió de mi cuarto la practicista hablaron ella y mi madre de llevarme a casa. El doctor que llamaron les dijo que yo no llegaría viva a la casa. Pero mi madre tenía puesta toda su confianza en Dios y firmó unos documentos relevando al hospital de toda responsabilidad. Se llamó a una ambulancia especial en la que me llevaron a casa mi madre y una enfermera. Las siguió la practicista en su automóvil. La ley material decía que nada se podía hacer por mí. La ley de Dios decía que Su hija expresaba bienestar a ese mismo instante.

La practicista se quedó en casa casi todo el día y parte de la noche, afirmando la verdad en silencio y audiblemente. Muy pronto me dí ya cuenta de lo que sucedía y recalcaba las verdades que se declaraban respecto a Dios y Su ley y Su poder y voluntad para curar. Llamaron a una enfermera de la Christian Science y a un médico que se encargara de cambiarme el vendaje, pero sin emplear ninguna medicina.

Mi madre comenzó a leer por primera vez Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, anhelosa de entender esta Ciencia admirable que obraba ante nuestros ojos. La enfermera nos explicó cómo estudiar la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Christian Science, y orábamos procurando entender en qué se fundaba nuestra nueva esperanza. La practicista venía a visitarnos diario, encargándose de atenler a las múltiples pretensiones falsas que interponía la mente mortal.

Unos cuatro meses después comencé otra vez a andar. A diario recobraba mis fuerzas y soltura, y cuando se abrió de nuevo la escuela a principios de septiembre, volví yo a unirme con mis condiscípulas y las maestras que se alegraban de nuestra victoria. La noticia de esta curación circuló por todo el vecindario y se nos hicieron muchas preguntas con referencia a ella. Varios de los hijos de los vecinos nos acompañaron a mi hermana, mi hermano y a mí a la Escuela Dominical de la Christian Science.

Los servicios que amable, consagrada y eficazmente rindió la practicista antes de su primera visita a la cabecera de mi cama en el hospital, entonces, y después de tal visita, le quitaron a mi madre su ansiedad, y ella creyó con cándida docilidad lo que se le decía del poder de Dios para curar.

Desde entonces ha habido muchas curaciones en nuestra familia, de enfermedades, de carencia en muchas formas, de desavenencias entre los parientes y de dificultades en los negocios. Plena seguridad ha dado Mrs. Eddy a la humanidad de la presencia de la Mente divina para curar, alentar, sostener, guiar y proteger bajo toda clase de circunstancias.

Mías han sido las bendiciones de asistir por varios años a la Escuela Dominical de la Christian Science y luego de servir activamente en una iglesia, y cuento entre mis mayores privilegios el de enseñar en una Escuela Dominical. Mía ha sido también la gloriosa oportunidad de recibir instrucción facultativa, y no tiene límites mi gozo de ver a unos miembros de mi familia trabajando activamente por la Causa y probando de ella “aquí un poco, allí otro poco.”

Mi gratitud a Mrs. Eddy por su abnegación siguiendo en pos de la visión del Cristo que a ella le vino, y en perpetuarla para toda la humanidad y todos los siglos venideros mediante Ciencia y Salud, el Manual de La Iglesia Madre y sus otros libros, mediante La Junta Directiva de la Christian Science y el Cuerpo de Conferenciantes, las publicaciones periódicas y demás conductos, sólo puedo expresarla dejando que Cristo, la Verdad, dirija toda experiencia por la que pueda yo pasar, y compartiendo con otros las pruebas que he tenido de la omnipotencia del Amor.—

Tengo el gusto de corroborar el testimonio de mi hermana. Después de su admirable curación fuimos juntas a la Escuela Dominical de la iglesia local de la Christian Science, en la que comenzamos a comprender a Dios. Esta comprensión nos trajo consigo un modo de pensar enteramente distinto. Nos trajo felicidad y amor en substitución de discordia y odio.

A medida que han transcurrido los años yo he tenido muchas oportunidades de utilizar y probar las verdades que nos enseñaron. De maneras tan diversas y múltiples nos ha servido la Christian Science a mi familia y a mí, que yo no sé qué haríamos sin ella. Responde diario a todas nuestras necesidades y nos enseña cómo vivir con esperanza, gozo y paz. La agradezco profundamente.—

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