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El dominio de Dios

Del número de enero de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


« Lo espiritual domina lo temporal.” Estas palabras significativas se hallan en la página 193 de The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo, y Miscelánea) por Mary Baker Eddy. Este importante hecho debe comprenderse a fin de dominar el error. En la práctica de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. es esencial entender el dominio que hay que tener para que percibamos de dónde emana y cómo ejercerlo en la experiencia nuestra.

La mente carnal o mortal asume control de sus propios conceptos, pero no puede cumplir con sus pretensiones. A la luz de la Christian Science se ve que en Dios, el Principio divino, radica todo dominio. Pero a efecto de ejercer dominio, debemos negar y oponernos a la evidencia aparente del supuesto dominio material. La Verdad domina al error. El Amor domina al odio. La Vida domina a la muerte. El Espíritu domina la materia. En cada caso lo espiritual domina lo material. Pensando habitualmente en la presencia, poder y amor de Dios, el bien que todo lo abarca, comenzamos a sentir algo del supremo dominio que ejerce la Mente divina en toda la creación. Se expresa este dominio en lo que aparece como nuestro estado temporal tan ciertamente como en lo eterno. El dominio espiritual no es ficción en la tierra y un hecho en el cielo.

Los mortales se han ajetreado luengamente bajo el agobio de la creencia errónea de que el Espíritu es algo muy remoto y que su dominio sobre los sucesos es milagroso en vez de ser divinamente natural. Tal creencia ha predominado desde los tiempos inmemoriales. Por eso en los albores del Cristianismo los espectadores juzgaron milagrosa la curación instantánea del cojo de nacimiento mediante la comprensión espiritual de Pedro y de Juan. Leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles (3:11): “Y estando él asido de Pedro y de Juan, vino corriendo todo el pueblo hacia ellos, en el pórtico llamado de Salomón, sumamente maravillado.” Viendo su asombro, Pedro se dirigió a la muchedumbre para explicar que la curación no se debía al poder de él mismo ni al de Juan, sino que habían curado al cojo mediante el poder del Cristo.

Pedro les indicó que la curación había sido divinamente natural y les recordó el pacto de Dios con el hombre según consta en las Sagradas Escrituras. Les llamó la tención a que ellos eran hijos de los profetas que habían previsto el advenimiento del Cristo y habían predicho sus obras maravillosas. Para Pedro y Juan esa curación fué divinamente natural. Otros apóstoles del Maestro participaban del mismo criterio respecto a la naturalidad del dominio de Dios sobre lo que indiquen los sentidos materiales y hasta sobre la muerte. Por ejemplo Pablo, al ser llevado ante el Rey Agripa, le dijo (Hechos 26:8): “¿Por qué se estima cosa increíble para vosotros que Dios resucite a hombres muertos?” Es la firme creencia en la materia al paso que una débil comprensión del Espíritu, lo que ha ofuscado el pensamiento mortal al grado de no entender la supremacía de Dios y Su dominio sobre los acontecimientos.

A menudo repetimos el Padre Nuestro, profiriendo las palabras: “Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10), que nuestra amada Guía ha interpretado así (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 17): “Capacítanos para saber que — así en la tierra como en el cielo — Dios es omnipotente, supremo.” Pero ¿vemos esta verdad invariablemente en acción? ¿No es bueno que, como Científicos Cristianos, dediquemos diariamente un período de tiempo adecuado para comprender el supremo dominio que Dios tiene sobre todos los asuntos de la tierra, exactamente como reconocemos que lo tiene en el reino de los cielos?

La falta de comprensión del dominio de Dios ha reducido a los mortales a una condición de la que no hay escapatoria sino mediante la Ciencia o el sufrimiento. ¿Y por qué sufrir los mortales cuando el poder del Cristo se halla presente e imanente para salvar y curar? Puesto que Dios domina en una dirección, en todas direcciones ha de dominar. Si Sus leyes rigen el universo con sus vastas galaxias — los planetas en sus órbitas, las estrellas en sus cursos, las estaciones en sus ciclos, el verano y el invierno, la siembra y la siega — ¿no rige igualmente los deseos y aspiraciones de los hombres? La sangre, los músculos, los huesos y las funciones corporales de los mortales, no quedan fuera del dominio de Dios.

Preguntémonos: “¡Oh Científico Cristiano¡ ¿dónde está tu fe? ¿En quién o qué está investido del dominio?” ¿Oramos y oramos sin resultados rápidos? Entonces detengámonos a reflexionar sobre este gran hecho de la supremacía de Dios, Su dominio absoluto sobre el cuerpo y Su jurisdicción sobre los sucesos. Vemos en nuestro rededor trastornos en los hombres y en las naciones. A veces todo el mundo parece caótico y confuso, y nos preguntamos: “¿Dónde está Dios?” No pueden ser estas revoluciones — la social, la civil, la religiosa y la intelectual — el resultado de que la humanidad desea probar que el hombre es el hijo de Dios y que puede entrar de nuevo en el reino de los cielos?

Los grandes trastornos del mundo adquieren un significado nuevo cuando se les ve así. La humanidad propugna por comprender el dominio supremo de Dios, el gobierno absoluto del bien, pero no sabe todavía cómo lograrlo. La Christian Science le indicará cómo, pero los Científicos Cristianos debemos marchar a la vanguardia en ésto antes de que podamos esperar que los demás nos sigan. Hay que entender que es natural el dominio de Dios no sólo sobre nuestros cuerpos, nuestros negocios, nuestra iglesia, hogar y nación, sino también en todo el universo. Hay que entender el poder que tiene el Amor para emancipar a los mortales, por tanto tiempo educados en falso conocimiento. Debemos aceptar las enseñanzas profundas y claras de Cristo Jesús, que con las más sencillas palabras, empleando parábolas, y con pruebas, mostró el dominio supremo de Dios ejercido mediante el Cristo, como en el cielo, así también en la tierra.

Para la gloria de Dios, Jesús sanó enfermos y pecadores, alimentó a las multitudes, anduvo sobre el agua y resucitó a los muertos. Luego pasó a sus discípulos este secreto abierto a todos, del cual nosotros los Científicos Cristianos con todos los Cristianos nos consideramos representantes actuales.

Mediante el descubrimiento que de la Christian Science hizo nuestra amada Guía, hemos pasado el umbral del reino de los cielos y hemos hallado la puerta que lleva a la libertad por la fe en el poder de Dios para gobernarnos física, moral, mental y espiritualmente. Por lo cual es divinamente natural que ejerzamos el dominio de Dios y nos hallemos sanos y armoniosos, que para eso nos creó Dios.

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