Escribe Pablo (I Corintios 2:9): “Cosas que ojo no vió, ni oído oyó, y que jamás entraron en pensamiento humano — las cosas grandes que ha preparado Dios para los que le aman.”
Desde mi tierna niñez yo he creído en Dios. También he creído que la única mira real en la vida debe ser alabar a Dios constantemente sirviéndole mediante nuestro servicio a la humanidad. Pero no quedé yo satisfecha con ningún trabajo hecho por mí sino hasta que vine a ser estudiante de la Christian Science. Ahora estoy aprendiendo a reemplazar la depreciación de uno mismo con el concepto de lo que el hombre vale en realidad como hijo de Dios. Mediante el estudio de esta Ciencia yo he encontrado la senda de la Verdad que venía buscando por muchos años.
En el año de 1945 salí yo de Hungría en donde había llevado una vida de lo más infeliz y discordante, y caminé muchos kilómetros por tierras distintas, aprendiendo muchas lecciones. Después de casarme y cuando el trance en que nos hallábamos era más apremiante de lo que podíamos aguantar, un amigo bondadoso nos habló de la Christian Science a mi esposo y a mí. Con la ayuda de un practicista, mi esposo sanó de una grave enfermedad del estómago que había padecido por veinte años. Desde entonces nos volvimos asiduos estudiantes de la Christian Science. Cuando yo leí: “ ‘Llevad a cabo la obra de vuestra misma salvación,’ es la demanda de la Vida y el Amor, porque para este fin Dios obra en vosotros” (Ciencia y Salud por Mrs. Eddy, pág. 22), dejé de temer que me volviera yo una carga para otros; la carencia fué substituida con la abundancia de recursos, la tristeza con el gozo y la incertidumbre con la paz.
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