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“La reunión está ahora en vuestras manos”

Del número de enero de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra Guía, Mary Baker Eddy, instituyó las reuniones de testimonios de los miércoles para dar y recibir inspiración espiritual. Son estas reuniones festines espirituales en los que todos los miembros de la iglesia hacen las veces de huéspedes para con los visitadores y los extraños. No hay que olvidar esto, porque si se olvida la reunión pierde mucho de animación e inspiración, y los visitantes no quedan satisfechos.

La responsabilidad recae en el Primer Lector sólo en cierta proporción. No importa cuán enalteciente y esclareciente sea la lectura, si la congregación responde débilmente el indagador no ve que sea práctica la aplicación de la verdad, aplicación que es vital para el progreso de la Causa y necesaria para mostrar el resultado de la comprensión de la Biblia y de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mrs. Eddy.

El Primer Lector sirve la mesa ofreciendo a los invitados el festín espiritual que ha preparado dedicando horas de amorosa meditación, oración y consagración. Cuando ya ha cumplido con su parte, se dirige a los demás huéspedes y huéspedas suplicándoles cumplan con la suya, empleando a veces las palabras: “La reunión está ahora en vuestras manos a fin de dar y escuchar testimonios, relatar episodios y hacer comentarios sobre la Christian Science.”

¡Qué gloriosa invitación y oportunidad de dar testimonio del Cristo! ¡Qué pretensión de mórbida consciencia de uno mismo o de inhabilidad a veces nos pega a nuestro asiento de modo que nuestro silencio deja hambrientos a los invitados en vez de alimentarlos con el fruto de que todos nosotros hemos disfrutado! Muchas son las excusas que tratan de impedir que nos pongamos en pie y alabemos a Dios por Su bondad: “No sé hablar bien,” o “nada tengo que sea muy interesante o de importancia que decir,” o “he dado ya tantos testimonios en esta iglesia que nadie ha de querer oírme hablar otra vez.” ¿Qué o quién habla así? Dios es el único Yo o Ego, y si es la Palabra de Dios lo que ensalzamos en lo que decimos, entonces el reflejo de Dios ha de evidenciarse en nuestro relato, o en el interés con que escuchemos. Quien esté lleno de la comprensión de la siempre presencia de Dios no da lugar a estar egoístamente consciente de sí mismo.

Como el Lector trae consigo la parte del festín que le corresponde después de prepararla cuidadosamente en oración, así corresponde a cada huésped o huéspeda llegar con el corazón henchido de gratitud, listo para compartir con los demás las bendiciones que ha recibido. La falta de preparación de parte nuestra es lo que nos sujeta al asiento. Cerciorémonos, pues, de que nos preparamos antes de ir a la reunión. Nosotros no preparamos arrebatadamente a última hora una comida mientras los invitados ya están sentados a la mesa esperándola. La preparamos con cariño y tan abundantemente como podamos con la debida anticipación. ¡Y qué abundancia la nuestra que compartir con los demás en tan amplia provisión de testimonios, relatos y comentarios sobre la Christian Science! Cada día experimentamos algo del tierno amor y cuidado de Dios.

Nada de lo que Dios hace por Sus hijos es demasiado insignificante para compartirlo con otros. Bajo el concepto de comentarios y además de lo que se nos ha revelado individualmente de la Verdad, hay mucho que mencionar de lo que hemos escuchado en las conferencias o de lo que hemos leído en nuestras publicaciones periódicas, que nos haya impresionado con especialidad y cuya repetición ha de bendecir a los que oigan. Si nos asalta una sensación de ser inadecuados, podemos ahuyentarla comprendiendo que damos testimonio del poder de Dios y que es Su poder lo que habla mediante nosotros. Mrs. Eddy nos alienta amablemente a este respecto cuando dice en sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 302): “Si los Científicos Cristianos de vez en cuando se equivocan al interpretar la Verdad revelada, de dos males el menor sería no dejar la Palabra sin proferirla y sin enseñarla.”

Al dar un testimonio, conviene recordar lo que dijo Pablo en una de sus epístolas a los Corintios “Yo, hermanos, cuando fuí a vosotros, no fuí con excelencia de palabra, proclamándoos el testimonio de Dios. ... Y mi palabra y mi predicación no fueron con palabras persuasivas y sabiduría, sino con demostración del Espíritu y con poder” (I Corintios 2:1, 4). La elocuencia y la retórica pueden sonar como címbalos que retiñen en el oído sin llegar a lo íntimo de la consciencia interior, mientras que la voz callada y suave de la gratitud, humildad y consagración suelen penetrar traspasando aún la más endurecida costra de la resistencia que ofrece la supuesta mente mortal.

En su gran sabiduría, nuestra Guía percibió la necesidad de que los Científicos Cristianos sean testigos vivientes de la verdad que se le reveló a ella. Por lo cual nos dió en el Manual de La Iglesia Madre bajo el título de “Disciplina” una sección respecto a los testimonios (Art. VIII, Sección 24), mostrando su importancia. Dice en parte: “El testimonio referente a la curación de los enfermos es sumamente importante. Más que un mero recuento de bendiciones, escala el pináculo de la alabanza e ilustra la demostración del Cristo ‘que sana todas tus enfermedades’ (Salmo 103:3).” ¡Cuán inspirador es que cada miércoles escalemos este “pináculo de la alabanza” llevando nuestra contribución a la gozosa acción de gracias que ofrecen tales reuniones! Así obedecemos la amonestación de un himno bien querido (No. 280 del Himnario de la Christian Science):

Alma, alaba al Rey del cielo,
ríndele un tributo leal;
sano, restaurado, absuelto,
¿quién cual yo Le alabará?
¡Alabado, alabado,
alabado sea el Rey!

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