Como dar con éxito un tratamiento según la Christian Science, lo explica útilmente Mary Baker Eddy en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”. Uno de los capítulos más extensos de este libro de texto de la Christian Science se titula “La práctica de la Christian Science.” Sus últimas treinta y dos páginas contienen la explicación alegórica que implica el subtítulo: “El tratamiento mental ilustrado” (págs. 430–442). Mrs. Eddy muestra en esta alegoría, al estudiante de la Christian Science que no logre curarse o curar a su paciente instantáneamente, cómo preparar y disponer en orden las verdades científicas del ser, y así fortificado espiritualmente, proceder a destruir argumentativamente, muy a la manera en que un abogado defiende a su cliente ante un tribunal, las erróneas creencias que se alegan como verdaderas. Cuando se hace conforme al Principio y las reglas de la Christian Science, esa refutación mental saca a luz la salud y la armonía que Dios otorga al hombre. La Christian Science revela que las fuerzas desastrosas como la enfermedad, la carestía, la desdicha, el pecado o la muerte, no son sino erróneas creencias que se objetivizan, tomándoseles ignorantemente como ciertas. Por tanto, destruir mediante tratamiento científico-cristiano la supuesta realidad de cualquiera de tales creencias, desvanece no sólo la creencia sino también su manifestación externa. En este hecho científico ha de haber pensado Pablo cuando escribió (Romanos 12:2): “Transformaos, por la renovación de vuestra mente.”
En la alegoría del enjuiciamiento Mrs. Eddy muestra que en un tratamiento argumentativo según la Christian Science debe haber afirmaciones específicas de la verdad sistemática y minuciosamente completas, con sus correspondientes negaciones enfáticamente definitivas de los errores correlativos que la creencia mortal conecte con el problema dado. Los errores que se dejan sin condenarlos y que, por eso, siguen albergados en el pensamiento del paciente, se arraigan y expanden cada vez más, empeorando el caso crecientemente. Bajo el epígrafe marginal de “Argumentos verídicos,” dice Mrs. Eddy en la página 418 de Ciencia y Salud: “Cualquiera que sea la creencia, si se emplean argumentos para destruirla, esa creencia tiene que ser refutada, y la negación tiene que hacerse extensiva a la supuesta enfermedad y a cuanto determine su tipo y sus síntomas.” Y en la página 79, dice: “La Ciencia debe recorrer todo el terreno y desenterrar todo semilla sembrada por el error.”
Cuando uno tropiece con alguna enfermedad, tentación o peligro, bien haría en preguntarse: “¿Dejaré que se me enjuicie en el Tribunal menor del Error, en donde no cuento con abogado que me defienda contra la pseudoevidencia y los alegatos de la Creencia Falsa, y en donde el fallo se deja a merced de un jurado inhábil para fallar por integrarlo las Mentes Mortales, Medicina Material, Anatomía, Fisiología, Hipnotismo, Envidia, Codicia e Ingratitud? ¿No debo encomendar mi caso desde luego al Supremo Tribunal del Espíritu, en el que cuento con la Christian Science para que me defienda, y en el que mi inocencia la determinan los Sentidos Espirituales, únicos capaces de discernir la realidad de mi perfección como hijo de Dios? Si uno ya se ha dejado enjuiciar y sentenciar en el Tribunal del Error, nunca es demasiado tarde para escuchar y atender al llamado de ese amigo indefectible de los mortales: Cristo, la Verdad, encomendando su caso al Supremo Tribunal del Espíritu, en el que siempre se anula el fallo de “culpable” que dicta el jurado del Tribunal del Error, conforme a las leyes supremas de Dios, el bien. En la alegoría, el Presidente del Supremo Tribunal, al dar sus instrucciones al Jurado de los Sentidos Espirituales, hace esta declaración Sentidos Espirituales, hace esta declaración convincente (ibíd., pág. 441): “El Tribunal Supremo falla a favor de la inteligencia, decretando que ninguna ley fuera de la Mente divina puede castigar o recompensar al Hombre Mortal.”
No es necesario, y tal vez ni recomendable, que el estudiante formule su argumento valiéndose de metáforas como lo hizo Mrs. Eddy con el fin de ilustrar lo que enseñaba. Puesto que la esencia del tratamiento conforme a la Christian Science es la actividad bien ordenada de la Mente divina anulando, mediante sus ideas eficientes, los errores de los sentidos carnales, no puede haber fórmulas de palabras fijas para dar tratamiento. Siendo infinita la Mente divina que es lo único que cura, su expresión nunca es estereotípica.
Cuando los Científicos Cristianos dan tratamiento empleando argumentos, pueden, y en verdad deben revestir con palabras la enalteciente inspiración de la Vida, la Verdad y el Amor que brota en el pensamiento receptivo como el agente curativo que imparte la Mente divina. Pero no es preciso que el Científico Cristiano escriba extensamente para su propia referencia o la del paciente ni para el caso a que entonces atienda ni para lo futuro, ni hay tampoco que recopilar notas o formar una colección de las afirmaciones de otros. Todo cuanto se requiera en forma de palabras escritas ya se le ofrece adecuada y aun abundantemente en la inspirada Palabra de la Biblia y en los escritos de Mrs. Eddy ya publicados.
A medida que el argumento cristiano-científico, ya sea puramente mental o bien oral o audible, se vuelve cada vez más la manifestación de lo que sabe la Mente, el tratamiento es en esa proporción espiritualmente inspirado y espontáneo, y de ese modo las curaciones son cada vez más instantáneas. Curar instantáneamente, sin argumento ni audible ni mental, es el desiderátum en la práctica de la Christian Science. Pero cuando no se logra la curación instantáneamente, Mrs. Eddy enseña que en tal caso el Científico Cristiano debe proceder empleando argumentos audibles y mentales. Si se hacen esos argumentos idóneamente conforme al Principio y las reglas ya probados según se indica en Ciencia y Salud y como los ilustra Mrs. Eddy en la antedicha alegoría, entonces el tratamiento argumentativo resulta tan correcto espiritual y científicamente como el tratamiento que produce la curación instantánea sin argumento ni mental ni audible.
La curación mediante la Christian Science, sea instantánea o con argumentos basados en el Principio, no puede tener sino una causa u origen puesto que hay sólo una Mente, que es Dios, un sólo poder y ley. La supuesta mente carnal, no siendo mente en nada puesto que Dios es la única Mente, no podría aunque procurara ni proferir la verdad que cura ni entenderla. Sólo la Mente divina que es Dios puede proferir la verdad y comprenderla; y así lo hace incesantemente. Esta actividad de la Mente divina se manifiesta a la humanidad como Emmanuel, “Dios con nosotros,” despertándola a la eterna realidad espiritual del ser.
