Yo empecé a estudiar la Christian Science cuando, después de haber buscado muchas otras filosofías y de haberme rebelado contra todo lo que se me había enseñado hasta entonces, me encontraba en un estado de desesperación y desaliento completos. Mi primera curación la experimenté pocos días después de mi visita inicial a una Sala de Lectura a la que fuí a indagar respecto a la Christian Science. Había venido sufriendo severamente porque me dolían los ojos y el doctor que consulté me dijo que no podía hacer nada en mi ayuda. En las noches podía leer sólo por breve rato. Una tarde salí de mi oficina después de trabajar y me dirigí otra vez a la Sala de Lectura. Cuando la bibliotecaria fué a decirme que ya era hora de cerrar la sala, me regocijé sobremanera al darme cuenta de que había estado leyendo casi cuatro horas sin que me dolieran los ojos. Desde esa noche nunca he temido leer cualquier número de horas. Mis accesos de desesperación y desaliento cesaron también a esa misma hora.
Los seis años que han trascurrido desde entonces me han traído un gozo constante al fundar mi comprensión de la Verdad sobre los cimientos que proporciona la Christian Science. Muchos casos he visto en los que esta Ciencia ha probado su poder para curar. Uno que siempre se destacará en mi memoria ocurrió varios años. Al terminar mi trabajo del día regresé a casa al anochecer sintiéndome tan enferma que me fuí a mi cama. A la mañana siguiente, lo que pensé primero era llamar a una practicista, pero me sentía incapaz de dejar mi cama por horas enteras. Eran las cuatro de la tarde cuando por fin bajé a donde estaba el teléfono y le telefoneé a la practicista. No me había privado o perdido el sentido, pero no podía coordinar mis pensamientos, y como vivía sola, no había quien me ayudara. A la mañana siguiente ya pensaba con claridad aunque físicamente no había ocurrido ningún cambio. Seguí en ese mismo estado por tres días. Cada día telefoneaba a la practicista. La mañana del cuarto día desperté completamente sana.
Un año después andaba yo de viaje y había hecho escala en un lugar intermedio. Tenía que partir del hotel a las 6.15 a.m. para irme al aeropuerto y reanudar mi viaje. A las cinco de la mañana desperté desesperadamente enferma. Como relámpago me vino el pensamiento de que no podría dejar mi cuarto. Me puse a aplicar las verdades que había aprendido en la Christian Science y me senté a estudiar la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de esta Ciencia. Pronto se desvaneció la enfermedad y tomé el avión como lo esperaba, llegando sana y salva a mi destino.
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