“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia: estaré satisfecho, cuando despertare a tu semejanza” (Salmo 17:15). Una estudiante de la Christian Science que acertó a ver este texto en su Biblia, lo leyó con nueva inspiración cuando le advino este significado espiritual: En cuanto a mí, veré tu rostro ejercitándome en la rectitud; y quedaré satisfecha, porque tendré conscientemente todo lo que necesite cuando despierte a la realidad de que soy Tu semejanza ahora mismo. Para despertar de esa manera, primero tendré que ver la plenitud e integridad del ser de Dios a fin de que pueda identificarme con el Ser Divino.
La estudiante recibió este mensaje cuando por todos lados la asaltaba la sugestión de la carencia. Era preciso que cruzara el océano para concurrir a la junta anual de su asociación de estudiantes de la Christian Science, y se le presentaban muchos obstáculos que amenazaban impedírselo. Pero la idea de que la Deidad todo lo incluye que le advino al meditar en lo que dice el versículo antedicho de los Salmos, le trajo también la convicción firme de que la única demostración que había que llevar a cado era la de su unión, su estar a una con Dios, el bien infinito.
Reconoció asimismo la prevención o provisión admirable que hizo nuestra Guía, Mary Baker Eddy, para todos, incluyó este Estatuto en el Manual de La Iglesia Madre que dice en parte (Art. XXVI, Sección 6): “Las asociaciones de alumnos de los maestros leales se reunirán anualmente.” La estudiante sabía también que el Manual había sido inspirado divinamente cuando lo escribió Mrs. Eddy, pues hablando de los Estatutos que lo forman nos dice ella en la página 148 de sus Miscellaneous Writings (Escritos Diversos) que fueron escritos por impulso espiritual y que le fueron revelados a su consciencia receptiva a medida que se presentaba la humana necesidad de cada uno de ellos. La estudiante vió que cuando reclamamos nuestra unión con Dios, el Principio, reclamamos nuestra unión con Su ley que consta en el Manual y de ese modo nos sometemos a su jurisdicción.
Sin embargo, era preciso reconocer el hecho espiritual con qué confutar cada específica necesidad humana y permanecer imperturbable ante la sugestión de la escasez de fondos y la de las dificultades ocasionadas por las leyes desfavorables de la inmigración. Hubo de percibirse muy claramente que la junta de la asociación es una actividad lícita y que una vez entendida así una actividad espiritual, los obstáculos que estorban su desarrollo comienzan a desaparecer. A medida que más comprendía que Dios lo incluye todo, su unión con El se reafirmaba más en su consciencia.
Para probar la naturaleza espiritual de la provisión, halló necesario comprender la naturaleza ilimitada del hombre como el reflejo de Dios. Provisión es el desenvolvimiento del bien, no el acrecentamiento de la materia. Debemos cesar de buscar fuera de nosotros mismos, en el sobre de la paga u otro medio material, nuestros emolumentos o recursos. No hay más ingresos que los de las ideas espirituales que provienen de Dios, de la Mente divina, y que el hombre refleja continuamente. Cuando esto se comprende, la vida diaria se nos vuelve un gozoso reconocimiento de la abundancia siempre presente del Amor. La provisión no radica más en una nación que en otra ni más con alguien que con otro cualquiera; radica en la Mente. A efecto de demostrar esta verdad en nuestra experiencia diaria, importa que escuchemos y alberguemos estas ideas espirituales sin dejar que pensamiento alguno de limitación respecto a nosotros o a los demás entre en nuestra mente.
Razonando de esa manera, la estudiante encontró que a la hora oportuna poseía la suma necesaria de fondos para emprender su viaje. No que hubiera adquirido de afuera ninguna suma grande, sino sencillamente que utilizó prudentemente los recursos espirituales del bien que Dios le daba.
Las dificultades relativas a la inmigración que le amenazaban perdería su estado legal de estudiante en el país en que trabajaba, las afrontó sin temor dando los pasos necesarios en obediencia a las reglas de inmigración, aun cuando ello le imponía prescindir de tal estado legal. La Científica reconoció que uno sólo es el estado del hombre: el de hijo de Dios, estado que nunca puede perder. Comprendiendo que tal estado era no únicamente suyo sino de toda idea de Dios, ella sabía que fuera a donde fuere, no podría encontrar más que las cualidades de Dios. En consecuencia, sus tratos con los oficiales correspondientes fueron de lo más cordial, y cuando llegó el tiempo de regresar al país donde estaba trabajando se le concedió en cambio un estado legal mucho mejor que le permite salir y volver a entrar sin restricción alguna y trabajar en uno o el otro de ambos países.
Esto le abrió nuevos campos de oportunidad con que nunca hubiera ella contado si no hubiera resuelto adherirse a la Verdad. Desde entonces, ha resultado ser una gran fuente de inspiración para ella y otros entender que el valor real de esa experiencia no está en el hecho de ir y venir físicamente, sino en la acrecida comprensión de que en la naturaleza de Dios todo queda incluido, y está también en el funcionamiento de Su ley.
Dice nuestra amada Guía en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 268): “La creencia en una base material, de la cual pueda deducirse toda racionalidad, va cediendo poco a poco a la idea de una base metafísica, tornando la vista de la materia hacia la Mente como la causa de todo efecto.” A veces nos vemos tentados a buscar en la materia el efecto aunque ya sepamos que la causa está en la Mente. Pero conviene tener presente que también el efecto está en la Mente. Cuando hayamos hecho esto, habremos logrado el concepto espiritual que anula lo que pretenda haber de discordante en nuestra vida.
Cuando despertamos a la semejanza de Dios, vemos que ya tenemos todo lo que Dios da. Reclamemos pues a diario que nunca puede haber un instante en el que podamos ser más ricos en el bien de lo que ahora somos. Importa que nos conozcamos absolutamente en la Ciencia. Reclamemos enérgicamente que el hombre ya incluye en su identidad toda idea que se desarrolla hoy, porque hoy es el tiempo de Dios. Hay que ver esto manifestado en nuestra experiencia como una sensación de integridad, de que estamos cabales.
Leemos en Ciencia y Salud (pág. 174): “Los pasos progresivos del pensamiento, ascendiendo por encima de los puntos de vista materiales, son lentos, y presagian una larga noche al viajero; pero los ángeles de Su presencia — las intuiciones espirituales que nos dicen que cuando ‘la noche está muy avanzada, ... el día se acerca’— son nuestros guardianes en las tinieblas.” Cuando escuchamos con toda humildad estas intuiciones espirituales, se nos ilumina la prolongada noche de la espera y los pasos que hay que dar humanamente se desenvuelven ante nosotros en perfecto orden. Miramos desde la base ilimitada de la espiritualidad pura; nos hallamos a una con el desenvolvimiento en que Dios nos revela Su propio carácter, que está cabal, completo en todos sus aspectos, revelándonos incesantemente cada vez más de la perfección de Su propio ser.
En las palabras de un himno muy querido (No. 65 del Himnario de la Christian Science):
Su bendición completa
llena toda mi vía; Su promesa repleta
corona cada día; Su plenitud de gloria
irradia en derredor,
al comprender de más a más
Su plenitud de amor.