Mary Baker Eddy ha incluido en su libro Miscellaneous Writings (Escritos Diversos) un breve artículo titulado “Taking Offense” (Ofendiéndose), que muy bien prodría tomarse como estudio sumamente importante para toda la humanidad. Es un sumario de armonía, felicidad y modo de vivir sin desavenencias, tan necesario actualmente en las relaciones humanas. Quizá estas palabras sirvan de clave para todo el artículo (págs. 223 y 224): “La saeta mental que otro arroja de su arco es casi inofensiva a no ser que nuestro propio modo de pensar le ponga púas.” Esto pues hace responsable de ofenderse a quien se ofenda.
¿Nos parece a veces que la mente mortal nos hace el blanco de sus flechas de los celos, del sarcasmo, insulto o chismes? ¿Se nos hace el objetivo alguna vez de la cara que finge sonreír por esconder el engaño, de la lisonja que encubre la hipocresía o del falso amigo que busca emplearnos en su propio provecho egoísta? Rehusémonos a que nos hieran las ofensas de los otros.
El antídoto contra todo sentido personal es siempre el Amor divino. Nuestra Guía, Mrs. Eddy, nos amonesta a que recordemos que son incontables las opiniones, voluntades y culturas humanas que hay en este mundo reaccionando unas contra otras, y luego nos habla de las cualidades espirituales que nos sirven de impenetrable coraza contra las divergencias: la humildad, paciencia, estimación del bien, congenialidad, ecuanimidad, calma, amor y dulzura. Todas estas cualidades son atributos de Dios que nosotros podemos reflejar y perpetuar conscientemente en prueba de que el hombre es inseparable del Dios que es Amor, Espíritu, Alma y Mente.
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