Al impulso de mi gratitud por todo lo que la Christian Science ha hecho por mí, ofrezco este testimonio esperando ayude a otros como a mí me han ayudado tan a menudo los testimonios publicados. Hace muchos años, cuando estaba radicada en Chile, padecía mucho de constantes dolores de cabeza. A veces se agravaban a tal grado que tenían que recetarme alguna droga fuertemente soporífera a fin de que el sueño me dejara descansar del dolor por algunas horas. Visitando una vez a una amiga mía ví en su casa el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy. Eso me hizo recordar que había oído discutir mucho en pro y en contra de ese libro. Pero también recordé que había oído decir que su lectura había curado a muchos, así es que pedí permiso de llevarme el libro a mi casa para leerlo, pensando que quizá me ayudara a olvidar mis males. Se me respondió con sarcasmo que el libro no valía la pena de leerse, pero me lo llevé, y hay que añadir que nunca lo regresé.
Poco después de esa visita me le uní a mi esposo en unas faenas pesadas que él emprendía en el jardín de nuestra quinta a la que íbamos a pasar el fin de semana. Al rato comenzó a dolerme un brazo, por lo cual dejé de trabajar. Noté luego una hinchazón en ese brazo. Al día siguiente fuí a ver a mi doctor que hizo lo que pudo por curarme, pero el mal siguió empeorando gradualmente hasta que ya no podía ni mover mis dedos sin que me dolieran. Mi esposo sugirió entonces que fuera a ver a un cirujano, lo cual me alarmó porque ya me habían operado tres veces y cada operación había sido seria y eso me hacía sentir que ya no podría soportar ninguna otra operación por leve que fuera. En el silencio de esa noche, me pareció oír una voz que me decía que tomara el libro de la Christian Science y que lo leyera; que había curado a otros y me podía curar a mí también. Comencé a leerlo y me quedé dormida mientras lo leía. Al despertar a la mañana siguiente ya nada me dolía.
Sobresaltada de sorpresa corrí a decirle a mi esposo que había sanado leyendo el libro de texto de la Christian Science. Pero él me reprendió con severidad diciendo que era un disparate decir eso. Cuando ví que le disgustaba que yo estudiara formalmente el libro, me guardé para mis adentros la grata nueva de mi curación y leía a escondidas pero con interés creciente. Mis amigos poco sabían de Christian Science y la ridiculizaban, pero yo ya me sabía que había hallado la perla de gran precio, e inmediatamente abandoné toda actividad puramente social y me puse a estudiar el libro de texto con el fin de aprender más de tan admirable religión.
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