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“Hermosura en lugar de ceniza“

Del número de julio de 1955 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Las cenizas sirven a veces para simbolizar fracaso, o remordimiento causado por los yerros del pasado, o una carrera malograda por enfermedad, o una vida plagada de pecado. Pero también evidencian las cenizas fuego que acrisola. Cuando se extrae el oro de la mena sometiéndola al fuego, el que lo hace no se desalienta al ver las cenizas. Antes bien se regocija de purificar el oro.

El carácter humano se ensaya y purifica en el crisol de la aflicción. Cuando se le quita la escoria de la materialidad, se refina el oro del ser verdadero del hombre. Mediante ese procedimiento divino que depura, la hombría verdadera aparece en grado cada vez mayor. De esa manera el hombre real que revela la Christian Science se manifiesta como la imagen y semejanza de Dios, el Espíritu.

Si aprendemos la lección que nos reserva cada prueba por la que pasamos, entonces esa misma forma de prueba ya no puede corroernos nuestros días con su repetición. Hallamos el oro, el divino contacto del Amor que cura la enfermedad y destruye el pecado. Y los vientos de la omnipotencia de Dios esparcen las cenizas que desaparecen en la nada. Así aprende el humano a desprenderse de lo mortal y a elevarse a una esfera cada vez más celestial.

Hay otro modo de progresar — el que Cristo Jesús reveló y Mary Baker Eddy dilucidó como Descubridora y Fundadora de la Christian Science.

Hablando de la misión de Jesús, escribe ella en Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 55): “El es el Ejemplificador del camino; y los Científicos Cristianos que quieran demostrar ‘el camino’ deben perseverar sin desviarse de la senda, para que puedan ganar el premio. ‘El camino,’ en la carne, es el sufrimiento que nos saca de la carne. ‘El camino,’ en el Espíritu, es el camino de la Vida, la Verdad y el Amor, redimiéndonos de la falsa sensación de la carne y las heridas que ella sufre. Este triple Mesías revela los modos en que el error se destruye a sí mismo y la manera en que la Verdad nos da vida.”

“La manera en que la Verdad nos da vida,” según la traza la Christian Science, no arranca de una prueba de índole negativa sino de un positivo punto de vista espiritual. Es un procedimiento evangélico mediante el cual nuestro hogar mental hospeda las divinas ideas de Dios, potentes con Su omnipotencia. Entonces estas invencibles ideas divinas ahuyentan todo lo que no sea semejante a ellas: las creencias enfermas, pecadoras o moribundas de la mente humana.

Así se descubre que las creencias erróneas son impotentes, incapaces de quebrantar la salud de uno, de corromper su moralidad o de limitar su éxito. Así desalojadas de nuestra mente por los méritos o actividad del Cristo — la idea verdadera que salva — ya no pueden tales creencias manifestarse en pecado, enfermedad ni ninguna otra forma de experiencia desdichada. La idea que es Cristo destruye las creencias falsas antes de que puedan hacerse objetivas o palpables en el cuerpo o en el medio ambiente de quien las albergue. Así ofrece la Christian Science no sólo la cura universal sino también el preventivo perfecto.

El camino de la Verdad nos da “alegría en vez de pena” y “belleza en vez del polvo del ayer” (Himnario de la Christian Science, No. 202). Muy a menudo cargamos con el “polvo del ayer” agobiados por esa carga que, practicando la Christian Science sinceramente, podemos cambiar por la hermosura de la santidad. Ese cambio se efectúa cuando la invariable ley espiritual se comprende y se aplica. Entonces se demuestra la misericordia de Dios que destruye el pecado y la enfermedad. Tales errores quedan reducidos cenizas — su propio estado de irrealidad — y entonces aparecen las bellas verdades del ser del hombre a semejanza de Dios en su pureza elemental.

Una vez cierto colegial fué atropellado por un automóvil. Dos especialistas osteoqui-rúrgicos diagnosticaron que una rodilla del joven tenía tres ligamentos fracturados. Uno de los cirujanos diseñó un tirante especial para la pierna declarando que el paciente tendría que usarlo quizá por cinco años. El joven, aunque agradecía las atenciones que le dispensaban los médicos, se sintió abrumado de desaliento al escuchar el pronóstico de que sanaría por completo sólo sometiéndose a una operación quirúgica complicada y de resultado incierto.

Tardó año y medio antes de que pudiera reanudar sus estudios en el colegio. Al principio sentía resentimiento por esa pérdida de tiempo y porque aparentemente todo lo que se la había hecho carecía de sentido u objeto. Pero durante ese mismo tiempo surgieron en él ciertas preguntas escrutadoras respecto a la naturaleza de Dios y de Su creación.

Poco después de haber vuelto al colegio conoció a un estudiante de la Christian Science que le prestó una Biblia y un ejemplar del libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mrs. Eddy Inmediatamente se puso a estudiar el joven esta Ciencia. Y aunque hasta entonces no había podido andar más de tres o cuatro cuadras al día, en una semana ya andaba de seis y medio a ocho kilómetros diariamente y al cabo de seis ya corría.

Entonces comprendió que en realidad no había habido tal “polvo del ayer.” Aunque parecía que el accidente había impedido que él siguiera progresando, en la realidad del ser le había acelerado su progreso. La aflicción purificadora que le causó el accidente había sido el medio de guiarlo a encontrar “hermosura en lugar de ceniza, el aceite de gozo en vez de lamentos, y el manto de alabanza en lugar del espíritu de pesadumbre” (Isaías 61:3).

Su estudio de la Christian Science le había restablecido al joven su salud y entonces continuó su carrera con más éxito y con muchas bendiciones. No había perdido nada. Hallando a Dios, el bien infinito, Todo lo había hallado; y a medida que ponía en práctica científicamente este conocimiento de Dios conforme lo enseña la Christian Science, su vida se le volvía progresivamente una manifestación del bien.

“La aflicción tiene sus compensaciones,’ escribe Mrs. Eddy en las páginas 66 y 67 de Ciencia y Salud. “Nunca nos deja donde nos encuentra. El horno separa el oro de la escoria, para que el metal precioso pueda ser grabado con la imagen de Dios.”

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