Cuando se me presentó la Christian Science acababa yo de resolverme a no volver nunca a tomar ni una gota de medicina mientras viviera. Eso no lo hacía yo por haber oído hablar de la Christian Science sino sencillamente porque los remedios materiales me habían disgustado completamente.
Poco después de haber llegado a esa decisión fué a visitarme una amiga. Era Científica Cristiana, pero había hablado muy poco de su religión hasta entonces. Cuando notó al llegar cuán desalentado estaba me preguntó la causa, por lo cual le dije que tenía mala salud. Contestó ella: “No es necesario que siga usted en tal estado.” Yo le repliqué bromeando: “¿Es eso Christian Science? Bueno, puede que, le tome la palabra.” Pero sin intención de tomársela.
No profesaba yo ninguna religión entonces; de hecho nunca había pertenecido a ninguna iglesia. Creía, sí, que hay Dios y que El todo lo puede hacer. Pero sin poseer ningún concepto inteligente de Dios, hasta ahí podía yo razonar respecto a El. Seguí pensando mucho en lo que había dicho mi amiga y fuí a verla a la noche siguiente. Me dió dos números del Christian Science Sentinel que leí gustándome lo que leía; también me invitó a que la acompañara a una reunión vespertina de testimonios de los miércoles. Allí fué cuando comencé a vivir yo. Me compré “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, que leía luego constantemente. Después de unas tres semanas de leerlo, sané del hábito de tomar licores y del de fumar y también del de beber café y té. Estas curaciones ocurrieron el mismo día.
Los doctores no podían diagnosticar el mal de que deseaba curarme y que me venía enflaqueciendo rápidamente. Al paso que leía el libro de texto, ganaba en peso desde unos 50 kilos que entonces pesaba, hasta algo más de 60 kilos, mi peso normal. Y vine a gozar de buena salud y felicidad. Asimismo sané en unos seis meses de una afección crónica en las manos que había padecido desde mi niñez.
A poco de haber empezado a estudiar la Ciencia, durante la depresión, se clausuró el negocio en que yo estaba empleado dicién- dome mi jefe que por lo pronto nada tenía que me pudiera ofrecer, pero me aconsejó le dejara mi dirección. No me preocupé de buscar otro puesto desde luego, sino que dí gracias a Dios por disponer así de amplio tiempo para estudiar la Christian Science. Dentro de unas tres semanas mi ex-jefe me escribió que acudiera a trabajar en otro lugar. En ese nuevo puesto tenía yo mucho tiempo disponible para seguir estudiando la Ciencia.
Aunque hay ocasiones en las que uno necesita la ayuda de un practicista, quiero indicar que las curaciones antedichas las logré con sólo leer Ciencia y Salud. Nada sabía yo de que hubiera quien me ayudara con tratamiento metafísico ni que uno pudiera ayudar así a otro. Se me dijo que leyera y creyera, y eso fué lo que hice.
Después de haber estudiado la Ciencia por algunos años, deseaba dedicar todo mi tiempo al servicio de curar enfermos en gratitud por las bendiciones que había recibido, y con el tiempo lo logré. Contaba con algo de fondos, pero no con renta alguna fija. Más tarde me hallé sin dinero ni medios materiales de adquirir nada. Ni tenía familia que me ayudara. A veces, me asaltaba el temor tratando de desalentarme, pero yo sabía que si Dios me había asignado a Su labor curativa, nada podría impedírmela.
Me aferré a las verdades contenidas en Mateo (10:7-10) y Lucas (22:28, 35) así como en el Mensaje del año de 1901 de Mrs. Eddy a La Iglesia Madre en el que, después de la salutación a sus adeptos, dijo (Message to The Mother Church for 1901, pág. 1): “Y estad seguros de que nunca podrá faltaros el brazo de Dios extendido hacia vosotros mientras estéis en Su servicio.” Supliqué a mi maestro me ayudara metafísicamente y lo hizo bondadosamente. En breve todo quedó bien. Pasé por aguas hondas, pero no me ahogué. En verdad que agradezco esa experiencia porque aprendí que la provisión de veras que proviene de Dios. Dice Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 135): “Existe hoy día el peligro de repetir la ofensa de los judíos, limitando el Santo de Israel y preguntando: '¿Podrá Dios ponernos mesa en el desierto?' ¿Qué no puede hacer Dios?”
Doy gracias a Dios, nuestro Padre-Madre, por haberme guiado a Su verdad; a Cristo Jesús, el Ejemplificador del camino, por su vida de amor; y a nuestra querida Guía, Mrs. Eddy, por su pureza de pensamiento al que le fué revelada la verdad que cura.—Nueva York, Nueva York, E.U.A.