Aunque antes de interesarme en la Christian Science yo había ido de visita a varias iglesias de otras denominaciones, no había hallado el consuelo espiritual que buscaba sino hasta que concurrí a una reunión de testimonios del miércoles en una Iglesia Científica de Cristo y escritas las palabras del Himno de Comunión escritas por Mary Baker Eddy (Poems, pág. 75), que me dejaron una honda sensación de paz e inspiración. Desde entonces, hace más de veinte años, la verdad contenida en los escritos de Mrs. Eddy ha quedado probada muchas veces en beneficio mío y de otros miembros de mi familia.
Una de esas ocasiones fué la curación de un hijo mío de parálisis infantil. Una mañana despertó sin poder mover ninguno de los miembros de su cuerpo. Cuando telefoneé a una practicista, me llamó la atención al relato de Lázaro que formaba parte de la Lección- Sermón de esa semana en el Cuaderno Trimestral de la Christian Science. Ella hizo hincapié en lo que dijo Jesús después de haber resucitado a Lázaro de entre los muertos: “¡Desatadle, y dejadle ir” (Juan 11:44).
Inmediatamente hallé yo la lección que encierra esa incidente. Yo había venido abrigando mucho orgullo de tener tal hijo y de sus éxitos, y comprendí que había que librarlo de semejantes sentimientos míos purificando mi consciencia de ellos, dándome en cambio cuenta de que él era en realidad hijo de Dios, no mío, por lo cual lo que tuviera de bueno lo derivaba no de mí, ni era suyo propio, sino que radicaba en Dios, único que merecía esa gloria.
Cuando hube trabajado metafísicamente por algún tiempo esforzándome por desprenderme por completo de esa sensación de posesión mía, una noche me despertó otro miembro de la familia para avisarme que el muchacho estaba en agonía. Me precipité hacia el teléfono, pero vacilé en telefonear a la practicista debido a ser ya las primeras horas de la madrugada. Pero era un paso que había que dar para que se efectuara la curación, porque la respuesta de la practicista despertó en mí honda gratitud por su consagración y vigilancia cuando la mente mortal sugería que no había nada que agradecer. Ella se dió cuenta inmediatamente de mi necesidad y cuando me ordenó enérgicamente que echara fuera todo temor, yo me convencí de que podía hacer cuanto Dios requiriera de mí. Me retiré del teléfono regocijándome de la clara comprensión que ya tenía de la unión de Dios con Su creación.
Desde ese momento la curación siguió mejorando, y aunque transcurrieron cinco o seis semanas antes de que fuera completa, durante ese lapso de tiempo el muchacho pudo hace mucho para ayudarse a sí mismo a librarse de la enfermedad. Su curación ha sido permanente y no hubo ningunas consecuencias ulteriores. Posteriormente, el joven se ha sometido a rígido entrenamiento militar y ha tenido éxito en las carreras atléticas de su universidad, probando así concluyentemente que el cuerpo del hombre está sujeto por completo al correcto pensar basado en que Dios es Todo. Una de las lecciones que me enseñó esta experiencia es la parte importante que tiene la gratitud en la curación mediante la Christian Science, pues impide que penetre el error y sus sugestiones contradictorias cuando se reconoce la presencia del bien.
Nos dice Mrs. Eddy en el texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 66): “Las pruebas son señales del cuidado de Dios.” Yo he encontrado que esto es cierto, pues las pruebas por las que he pasado nunca me han dejado donde me hallaron sino que me han forzado a elevarme a un punto espiritual más alto.— Nueva York, E.U.A.
Quiero confirmar el testimonio de mi madre, y añadir mi gratitud a la de ella por mi curación completa de la parálisis infantil. Esto y las otras muchas bendiciones que hemos experimentado nos han probado de seguro que, como dice el apóstol Pablo (Romanos 8:28): “Todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios.”— East Hartford, Connecticut, E.U.A.
