Incalculable es el número de los estudiantes de la Biblia que han hallado mucha inspiración y aliento en las grandes obras que llevó a cabo Moisés, el gran leader de los israelitas. Descubrimos el secreto de su éxito en el Exodo (33:11): “Jehová hablaba con Moisés cara a cara, cual suele hablar un hombre con su amigo.” Moisés pudo a la edad de ochenta años sacar a los israelitas de su cautiverio en Egipto a causa de estar habitualmente tan cerca del Padre celestial y obedecerlo en cuanto El le indicaba. El los condujo atravesando el Mar Rojo “en seco.” Luego los guió durante cuarenta años por el desierto, proveyéndoles agua y maná mediante su comprensión de que Dios está siempre presente, y de que el poder del Amor divino preserva y protege.
Moisés probó que siempre es posible conocer a Dios y vivir obedeciéndolo. El resultado práctico de tan correcto pensar se indica en Deuteronomio 34:7: “Era Moisés de edad de ciento y veinte años cuando murió; su vista no fué ofuscada, ni se había debilitado su vigor.”
Siglos después Jesús de Nazaret, el cristiano por excelencia, curó a personas de edad muy diversa, probando que aunque uno pueda haber cedido a los efectos destructivos del temor, puede recobrar el estado normal de su salud mediante una comprensión correcta de Dios. Jesús resucitó de entre los muertos a una niña de doce años, curó a una mujer de una enfermedad que la había encorvado por dieciocho años y a un hombre que había estado tullido durante treinta y ocho años.
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