Millones de personas han perdido la fe en lo que acostumbraban creer. Esto ha ocasionado una gran crisis moral en nuestra sociedad. Es necesario que comprendamos esta crisis, pues tal comprensión proyecta una nueva luz en la maravillosa misión y oportunidad de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens..
En este siglo, la ciencia y la tecnología se han convertido virtualmente en un sistema de fe en masa. La gente confía absolutamente en la física para la explicación de la composición de la materia, en la biología para explicarse el origen de la vida, en la medicina para la salud, en la sicología y la siquiatría para comprender la naturaleza del hombre y la mente, y en los inventos tecnológicos para el bienestar y la felicidad en general.
Pero ahora esta fe se está transformando cada vez más en desaliento. La física ha producido la bomba de hidrógeno, la química ha producido grandes cantidades de napalm y DDT, la biología amenaza con trastornar el proceso mismo de la vida y de la procreación. La tecnología está contaminando nuestro ambiente y trastornando el equilibrio de la naturaleza. Investigaciones en el campo de la siquiatría han puesto al descubierto los oscuros y pavorosos abismos de la mente humana, pero no han ofrecido soluciones convincentes.
Mucha gente está aterrada. Algunos, especialmente los jóvenes, están rechazando explicaciones científicas por considerarlas absurdas y repulsivas. Otros recurren a la astrología, a la hechicería, al misticismo oriental o a las drogas sicodélicas en busca de una especie de acontecimiento que los conduzca a la realidad.
Por supuesto que no todo el cuadro es negativo. El mundo de hoy incluye mucho que es bello, agradable, bueno, compasivo, rico en promesas para el futuro de la humanidad. Para aquellos que cultivan el sentido espiritual, existe la alegría del descubrimiento espiritual y la nueva visión de lo que realmente es el hombre. Sin embargo, muchos otros, cuyo sentido espiritual está embotado por trivialidades y por el sensualismo predominante, han perdido la fe en el hombre.
Archibald MacLeish escribe que “la trivialidad de la época se ha convertido en impotencia, insensibilidad y parálisis — en una total anestesia del alma” (Saturday Review, 7 de junio de 1969). El Dr. John A. Howard, presidente de una universidad de los Estados Unidos, hace la observación de que “un gran número de los filósofos actuales, habiendo rechazado el concepto del bien y del mal, y de lo elevado y lo bajo, simplemente han afirmado la insulsez de la vida y analizado el estado permanente de náusea o desesperación del hombre; o bien han abandonado del todo su interés por el hombre y han divagado por el sendero de la semántica”. (Cita del The Christian Science Monitor del 9 de octubre de 1969.)
Dentro de esta atmósfera mortal de abatimiento y disturbio, irrumpe como un rayo resplandeciente de sol la revelación de la Ciencia Cristiana. A quienes tienen ojos que ven, esta Ciencia les abre nuevas perspectivas de pensamiento, les vitaliza las energías de la fe y les ofrece una puerta de entrada a la gloria y maravilla del verdadero universo de Dios. Les revela una verdad pura, completamente separada del reino mortal, sin embargo íntimamente presente dentro de cada uno de nosotros. A los entorpecidos por la futileza y la anestesia moral de la época, esta revelación les hace renacer la esperanza y les trae el despertar universal, porque la Verdad que esta Ciencia revela es absoluta y universal, mas, no obstante, humanamente demostrable.
La Ciencia Cristiana libera al individuo del maleficio del materialismo. Lo despierta a la realidad de la vida y a las posibilidades de su propia existencia. Restablece el ánimo y el gozo donde había pesar.
¿Por qué podemos decir que la Ciencia Cristiana efectúa todo esto? La respuesta es sencilla, pero profunda. La Ciencia Cristiana revela que la sutil y fundamental decepción de la existencia humana se debe a la adoración de la materia. La idolatría de la fe en la materia es, fundamentalmente, el germen oculto de toda frustración e infortunio humano.
Pero la Ciencia Cristiana va mucho más lejos. No sólo revela que el remedio es adorar al Espíritu como el Todo-en-todo y como la Vida misma del hombre, sino que también enseña lo que esto significa en términos de obediencia práctica al Primer Mandamiento, en móvil, pensamiento, acción y consagración de la vida. Enseña cómo tener un solo Dios, el Espíritu — paso a paso, pensamiento sobre pensamiento, regla sobre regla, acto por acto, separando lo falso de lo verdadero de acuerdo con la Ciencia perfecta de la Mente, por cuyo medio son gobernados correctamente todo pensamiento y experiencia humanos.
El nihilismo actual es el producto de la obstinada determinación de la mente humana a vincular al hombre con la materia. La profunda y contumaz convicción de la mente mortal, es que el hombre se origina en la materia, vive en la materia, ama la materia, depende de la materia, está sujeto a la materia, hecho de materia, prisionero en la materia y condenado a morir en la materia. Considerando al hombre esencialmente como un organismo biológico, viendo su inteligencia como una combinación de reflejos condicionados a un estímulo físico, uno puede fácilmente concluir que el hombre es esencialmente un animal que no tiene destino espiritual y que es poco merecedor de esperanza, fe, respeto o dignidad.
La Ciencia Cristiana, en cambio, revela el vínculo del hombre con Dios. Nos muestra cómo descubrir, comprender y demostrar el parentesco ya establecido del hombre con el único Dios, el Espíritu. Enseña que este parentesco es la intacta e inquebrantable semejanza del hombre con Dios, la Mente, como idea o imagen espiritual de la Mente. La revelación de este parentesco y la influencia redentora de este despertar en la experiencia y actitudes humanas, es la obra liberadora del Cristo.
Relacionemos al hombre con el Espíritu, veámoslo originándose en el Espíritu, morando en el Espíritu o Mente, como la idea consciente de la Mente, amando al Espíritu, dependiendo del Espíritu, sostenido por el Espíritu, constituyendo el reflejo del Espíritu y expresando los atributos de gozo, poder, dominio, amor, pureza, inteligencia e inmortalidad del Espíritu — veámoslo bajo esta luz y obtendremos una nueva fe en las posibilidades del hombre y de la vida. Reconoceremos que el hombre verdadero es el testigo que expresa el bien infinito de Dios.
Tal comprensión provee la base para la fe y restablece un sentido de propósito y valor individual. Revela la dignidad y nobleza del hombre otorgadas por Dios, su belleza, dominio e individualidad indestructible. No sólo transforma nuestra actitud para con nosotros mismos y los demás, sino toda nuestra perspectiva de la vida. Y, eventualmente, transformará la atmósfera total de los asuntos humanos.
Pero tenemos que trabajar con devoción y energía. El separar las degradantes sugestiones negativas de aquellos pensamientos que nos elevan a fin de conocer nuestra unidad con Dios, la fuente de todo bien, exige mucho más de lo que aparece en la superficie. Requiere el esfuerzo individual de espiritualizar el pensamiento — de rechazar sugestiones negativas y aceptar las ideas correctas que proceden de Dios. Exige oración sistemática. Requiere comprender y utilizar, a la manera del Cristo, el método de vencer el magnetismo animal, la supuesta fuerza de una mente maligna. Esto les fija una responsabilidad especial a aquellos que comprenden la Ciencia Cristiana.
En uno de sus artículos en que desenmascara los caminos del mal, Mary Baker Eddy da una descripción profética de los males de nuestra época. En su obra, The First Church of Christ Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 211) dice refiriéndose al magnetismo animal: “Invirtiendo los modos del bien, que silenciosamente nos atraen la salud y la santidad, incita a la mente mortal al error de pensamiento y la induce a cometer actos ajenos a las inclinaciones naturales. Las víctimas pierden su individualidad y se prestan como herramientas voluntarias para perpetrar los designios de sus peores enemigos, aun de aquellos que causarían su propia destrucción. El magnetismo animal fomenta recelo malicioso donde honor se merece, temor donde el valor debiera ser más grande, confianza donde no debiera tenerse, creencia en seguridad donde hay mayor peligro; y estas mentiras miserables inundando constantemente la mente de la víctima, la inquietan y confunden, dañando la disposición de ese individuo, minando su salud y sellando su ruina, a menos que la causa de la maldad se descubra y destruya”.
La Ciencia provee el método por el cual esta acción mental malvada puede invertirse, anularse y reducirse a la nada. Muestra que podemos arrestar y maniatar los pensamientos y motivos del mal, trabajando y orando desde el punto de vista de que Dios es la Mente del hombre; que sólo la Mente divina tiene poder; que la omniacción de la Mente sólo realiza el bien; que la Mente infinita lo gobierna todo en perfecta armonía; que la ley de la Mente acaba con cualquier supuesta acción del mal que pretenda causar o trasmitir pensamientos erróneos; que el hombre solamente refleja esta inteligencia infinita que es del todo buena porque está en unidad con esta Mente.
Desde esta base uno puede invertir toda sugestión de desaliento, confusión, mortalidad, frustración, desinterés por la vida, contienda, temor o carencia de mérito. Por medio de este método, los Científicos Cristianos están aprendiendo — y toda la humanidad puede aprender también — cómo verificar el cumplimiento de esta profecía bíblica: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).
Es evidente, entonces, que la Ciencia tiene una misión trascendental que cumplir para con la humanidad — nada menos que romper el miasma del abatimiento y levantar la carga del despotismo mental que ha mantenido a la humanidad por siglos en sus garras. Ésta es una obra grandiosa. Incluye incontables luchas y victorias individuales. Requiere que aquellos que comprenden la Ciencia del Cristo efectúen mayores y mejores curaciones físicas por medio de la oración. Requiere la difusión de la palabra de esta Ciencia liberadora a todos aquellos espiritualmente sedientos sedientos y preparados para aceptarla, doquiera que estén.
Con una misión de tan largo alcance se ve claramente por qué la Iglesia de Cristo, Científico, que representa esta revelación de la Ciencia, tenga que planificar, como en el caso de la construcción del nuevo Centro de la Ciencia Cristiana, no sólo para las actividades inmediatas sino también para las importantes décadas del futuro.
La Ciencia — y sólo la Ciencia — puede realmente sanar la crisis actual en la fe. Únicamente la Ciencia del Cristo puede liberar a los hombres de la esclavitud de la confianza en la materia, porque sólo esta Ciencia muestra que la ley y el poder espiritual pueden ser demostrados por todos.
A medida que la humanidad comprenda cabalmente el tremendo significado de esta Ciencia, la gente se irá liberando paso a paso de las cadenas de la mortalidad. El desaliento y la frustración cederán a una nueva fe. El gozo y la expectación del bien creciente reemplazarán los temores de la existencia. Mrs. Eddy, en su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 51), capta el espíritu de este despertar al citar las siguientes líneas del poeta irlandés Thomas Moore:
Cuando de los labios de la
Verdad un soplo fuerte,
Como torbellino, con su brisa disperse
El oscuro cúmulo de falsedades humanas,
Comenzará en la tierra el reino de la Mente;
Y el hombre, empezando nuevamente como en un renacimiento
Bajo la nueva luz primaveral del mundo,
Caminará en la transparencia de algo sagrado.
