Un fantasma esclavizante y despótico recorre el mundo: el hambre. Producir más alimentos y distribuirlos mejor puede aliviar considerablemente el problema. ¿Estamos justificados moralmente por no tomar los pasos humanos y espirituales para acelerar este proceso?
Hay un método espiritual científico y cristiano — la Ciencia del Cristo, o Ciencia Cristiana — por medio del cual podemos ayudar a librar del hambre a la humanidad. Mrs. Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 228): “La esclavitud del hombre no es legítima. Cesará cuando el hombre tome posesión de su legado de libertad, su dominio, otorgado por Dios, sobre los sentidos materiales”.
Porque algunos dicen que el número de individuos en la tierra es superior a sus recursos, ¿hemos de admitir que podemos carecer del bien? Porque los sentidos materiales nos dicen que las cosas necesarias no están bien distribuidas y no hay igualdad, ¿hemos de creer que a consecuencia de esto el hombre tiene que morir? ¿Aceptó la muerte Cristo Jesús cuando resucitó a Lázaro; o aceptó la parálisis cuando hizo que el inválido llevara su mismo lecho; o aceptó la ceguera cuando vio a los dos ciegos que se encontraban al borde del camino? ¿Cedió a la sugestión falsa de que los sentidos corporales son absolutos, cuando calmó los vientos y las olas, o cuando hizo caminar a Pedro sobre las aguas? ¿Hemos de rendirnos a la evidencia corporal de que el hombre es vulnerable, finito, que está desnutrido, hambriento, cuando el Mostrador del camino, Cristo Jesús, alimentó a las multitudes teniendo apenas unos pocos panes y unos peces?
Muchos son enseñados a aceptar una mezcla de materia y espíritu; un alma dentro de un cuerpo físico; tiemblan ante la perspectiva de una vida que va a la par con la muerte; vacilan entre la creencia de un Dios finito semejante al hombre y la comprensión acerca del Principio divino e infinito. Mrs. Eddy nos dice (Ciencia y Salud, pág. 428): “Hay que sacar a luz la gran verdad espiritual de que el hombre es, no ya que será, perfecto e inmortal”. Debemos hacer un llamado más allá de nuestros fallidos sentidos corporales y buscar verdad y progreso mediante la oración inteligente. Debiéramos dar un paso adelante, perder de vista lo material o ilusorio y buscar solamente lo espiritual o real. Entonces encontraremos que hay un solo Principio divino de provisión, el cual es Dios, el Amor, el Padre y Madre de todos.
Por reflejo espiritual, cada individuo posee sin límites las provisiones del amor de Dios. Movidos por el amor y guiados por la oración científica, todos debiéramos tomar los pasos humanos prácticos para ayudar a proporcionar alimentos para el mundo. Pero necesitamos algo más. Tenemos que dejar de creer en fantasmas. Aprendiendo más acerca del Amor divino no debemos jamás temer el fantasma del hambre. Debiéramos hacer frente a esta ilusiva mentira reconociendo constantemente la verdad poderosa de que Dios, el bien, da provisión abundante e imparcial a todos Sus hijos. Esto ayudará a guiar a la humanidad a tomar los pasos sabios que sean necesarios para aumentar la provisión de alimentos en el mundo, y esto, en verdad, ya se está haciendo.
La Biblia, la Palabra de Dios, dice (Génesis 1:26): “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Y luego continúa (versículo 28): “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias”. Analizando el Génesis, Mrs. Eddy dice en Ciencia y Salud (págs. 517, 518): “El hombre no fue creado para labrar la tierra. Su patrimonio es dominio, no servidumbre. Él es dueño de la creencia de tierra y cielo, — subordinado, él mismo, sólo a su Hacedor. Ésta es la Ciencia del ser”. Podemos probar el dominio del hombre aquí y ahora. En realidad, todos son hijos de Dios y reflejan a Dios en forma ilimitada, y lo que reflejan es de ellos, por siempre.
Jamás debiéramos dejar de hacer valer para el mundo así como para nosotros mismos la totalidad de los derechos del hombre. En la misma proporción en que por medio de la oración verdaderamente científica y cristiana rechazamos la aparente realidad y poder del hambre y otras ilusiones fantasmales, ayudamos a anular estas sugestiones erróneas y a demostrar la abundancia y armonía indestructibles de los hijos del Amor. Tales oraciones jamás son en vano; el mundo entero recibe su influencia benéfica. Y aquello que está escrito en Deuteronomio finalmente se cumplirá para toda la humanidad (11:11, 12): “La tierra a la cual pasáis para tomarla es... tierra de la cual Jehová tu Dios cuida”.