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[Original en francés]

La felicidad es espiritual

Del número de enero de 1972 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por lo general, casi todas las personas anhelan felicidad. Pero, ¿cómo y dónde encontrarla? Algunas, que están hambrientas de felicidad, la buscan en placeres humanos como el alcohol, en una búsqueda incansable de diversiones o en una ostentación de posesiones materiales. Y quizás, hasta lleguen a hacer uso de narcóticos. Finalmente se cansan de esta vana búsqueda; la felicidad que creen poder encontrar en las cosas materiales se les escapa despiadadamente. Aunque estas cosas parezcan satisfacerlos por un tiempo, llega el momento en que los aburren y desilusionan, o encuentran que se están convirtiendo en esclavos de placeres nocivos. Descubren que “el sensualismo no es felicidad, sino esclavitud”, como dice Mrs. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 337).

Estas falsedades acerca de la felicidad proceden de un concepto erróneo de lo que es el hombre. ¡Cómo si él fuera el mortal que parece ser! Pero la Ciencia Cristiana nos muestra un concepto muy diferente del hombre, quien es en realidad el hijo del Espiritu, Dios, y, por lo tanto, es espiritual e inmortal. Dios es la fuente de todo lo que el hombre verdaderamente tiene y es; Él es su Alma misma. Sobre esto Mrs. Eddy dice: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y se guardaría con más seguridad, si se buscara en el Alma. Sólo los goces más elevados pueden satisfacer los anhelos del hombre inmortal” (ibid., págs. 60, 61).

Para el que ha buscado en vano la felicidad en placeres materiales, esas palabras de Mrs. Eddy pueden servirle de gran consuelo, aun antes de que comprenda cómo aplicarlas. Pueden ser como una estrella que resplandece en su consciencia dormida y que lo guía suavemente hacia nuevos conceptos, hacia un nuevo nacimiento. Todos tenemos que abrirnos paso y salir del sentido material hacia el Alma. Tendremos triunfos y derrotas; pero el Amor divino, siempre presente, nos apoyará en esta batalla contra las pretensiones erróneas de la mente mortal — que afirman que sólo los goces materiales tienen valor positivo. Los resultados que se obtendrán de esta batalla, o sea, la paz y alegría interiores, serán indudablemente dignos de que la hayamos emprendido.

Hay otras personas también que buscan felicidad — aquellos que sufren y que se quejan amargamente de las dificultades que los asedian a cada momento. Sin embargo, sabemos que Cristo Jesús nos dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4). Mrs. Eddy nos da un ejemplo de esto en Ciencia y Salud: “¿Significaría una existencia sin amigos personales un vacío para vosotros? Entonces el tiempo vendrá cuando estaréis solitarios, dejados sin simpatía; pero este aparente vacío ya está lleno de Amor divino. Cuando esa hora de desarrollo llegue, aun en el caso de que os aferréis a un sentido de goces personales, el Amor espiritual os obligará a aceptar lo que mejor fomente vuestro progreso” (pág. 266).

¿No nos enseña esto a que nos alejemos de los goces y pesares de la materia, a que nos separemos de un muy limitado sentido de afecto personal? Es muy probable que el que está insatisfecho, triste y decepcionado con la existencia mortal, se aleje de todo esto y busque algo diferente. Instintivamente buscará los goces del Espíritu que nunca engañan.

Y, ¿cuáles son los goces del Espíritu?

En primer lugar, tenemos el gozo de no sentir más un vacío en nuestra vida, ni aburrimiento, porque la consciente expresión espiritual de nuestra naturaleza divina trae abundancia de ideas correctas, y no hay más necesidad de buscar en otro lugar lo que siempre está a nuestro alcance.

Luego está el gozo de amar y de compartir, de expresar bondad, el amor desinteresado que consuela, el reflejo del Amor divino. Este amor que da sin esperar recompensa, nunca se siente decepcionado, y el que lo expresa siente una gran felicidad.

Además está el gozo de confirmar nuestro propio progreso espiritual siguiendo la admonición de Cristo Jesús: “Sanad enfermos” (Mateo 10:8), y la alegría de gozar de una gran serenidad y paz interior, que aplaca una atmósfera tempestuosa y disuelve los temores de aquellos con quienes nos encontramos. Existe también el gozo de llevar una vida sin temor y en buena salud, y el de lograr una creciente felicidad al conocer mejor a Dios y encontrar que, en todo momento, Él es una presencia que nos sostiene.

La felicidad, entonces, está en nosotros, y la llevamos dondequiera que vayamos. Cuando logramos esta serenidad de pensamiento comprendemos mejor lo que Mrs. Eddy nos da a entender cuando dice: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad”.

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