¡Ricardito no podía creer lo que estaba oyendo! ¿Qué era lo que decía su mamá? ¿Que alguien ha estado robando bicicletas y luego las vende a un hombre? Pero... ¡ qué cosas!
Esa misma mañana, al levantarse, se había sentido enfermo — le dolía el estómago. No se sentía como para ir a la escuela, pero su mamá le había dicho que se vistiera y bajara a desayunarse. De manera que estaba sentado a la mesa sintiéndose muy triste y esperando que su mamá le sirviera su desayuno.
Entonces su mamá dirigiéndose a él le dijo: —¿Supongamos que alguien me dijera ahora mismo que tú has estado robando bicicletas y vendiéndolas a un hombre que se las compra a los muchachos?
—¡ Por favor, mamita! ¡Qué cuento más ridículo! ¡Yo nunca haría eso!
Él no estaba muy seguro de si su mamá hablaba en serio o no; pero la mera idea lo estremeció. Tenía nueve años de edad y siempre había concurrido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Conocía muy bien el mandamiento que dice: “No hurtarás” (Éxodo 20:15).
Al mirar a su mamá Ricardito la sorprendió tratando de ocultar una sonrisa. Ella estaba muy contenta al ver que él estaba tan sorprendido — hasta enfadado — sólo de pensar que ella pudiera creer semejante cosa. Ahora ella podía seguir con su plan.
Su mamá le sirvió el desayuno y lo abrazó, diciéndole: — Ricardito, yo sé que tú no has robado ninguna bicicleta. Pero, quería enseñarte cómo debes reaccionar ante cualquier mentira que se diga de ti. ¿Viste que estabas muy seguro de que no habías hecho nada malo, y hasta te sentiste indignado al pensar que alguien pudiera decir semejante mentira de ti? Pues así debes indignarte cada vez que el error trate de decirte una mentira.
Mientras Ricardito desayunaba ella se sentó a su lado y le dijo: — Esta mañana el error te dijo que el hijo perfecto de Dios tenía un dolor de estómago, y tú le creíste. ¡Qué ridículo! Sencillamente tan ridículo como cuando pensaste que quizás yo hablaba en serio sobre el asunto de las bicicletas robadas. Tú te defendiste inmediatamente de esa mentira, ¿no es cierto? Pues así debes defenderte de la mentira del dolor de estómago. ¿O acaso crees que Dios tiene un dolor de estómago que tú puedes reflejar?
Ricardito se rió y pensó en todo lo que él sabía de Dios — que Dios es Vida, del todo armonioso, y que Dios es Verdad, perfecto y bueno. Y que él, como hijo perfecto de Dios, sólo podía reflejar estas cualidades de Dios — la armonía y el bien perfecto. Ciertamente que el Dios de quien él había oído hablar en la Ciencia Cristiana no tenía dolor de estómago.
Y también él había aprendido en la Ciencia Cristiana cómo defenderse de la mentira de que el hombre puede estar enfermo. Él tenía que comprender que Dios es todopoderoso, y que por mucho que le gritara el error, él no tenía que creerle. Cristo Jesús dice del diablo, o error: “Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44). Y Mrs. Eddy dice en Ciencia y Salud: “La Verdad, Dios, no es el padre del error” (pág. 473).
Al pensar en estas cosas de pronto se dio cuenta de que se sentía bien y que, si no se daba prisa, llegaría tarde a la escuela.
