Hace varios años, por razones que ya no tienen importancia, me hallé al borde de lo que comúnmente se llama una postración nerviosa o emocional. Me invadían oscuras nubes de temor, duda e inseguridad. El único punto brillante durante esa época fue nuestra Iglesia de Cristo, Científico, filial de La Iglesia Madre. El amor que se expresa allí me retuvo en la iglesia cuando, de otro modo, podría haberla abandonado definitivamente. Espero que nunca subestimemos el valor curativo de una sonrisa, un apretón de manos, o de una palabra amable.
Uno no puede sentarse en la iglesia y escuchar las palabras de la Biblia y de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y de nuestros hermosos himnos, sin que alguna vislumbre de la verdad penetre en el pensamiento, por nublado que esté.
El punto decisivo llegó cuando sentí la necesidad de concurrir a la reunión vespertina de testimonios de los miércoles. No siempre fue fácil. Algunas veces tuve que luchar para hacer el esfuerzo de recorrer todo el trayecto hasta la ciudad. Pero valió la pena. Las reuniones vespertinas de los miércoles se convirtieron en oasis entre un domingo y otro.
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