Toda persona amante de los niños se interesa en que éstos desarrollen la fortaleza moral y espiritual que los capacite para resistir la tentación. Pero de nada servirá el consejo que les demos a nuestros chiquillos, por muy bueno que sea, a menos que lo escuchen. Es necesario que quieran hacerlo. ¿Y, cómo podemos atraer su interés?
Mentalmente debemos ponernos de rodillas y pedirle a Dios que nos dé las ideas y las palabras necesarias que tengan efecto en ellos. Cuando, para lograr ciertos resultados, no permitimos que nos dominen conceptos ya establecidos, estaremos más alerta para ver lo que le interesa a los niños. Cuando estamos dispuestos a usar como medio para nuestra enseñanza todo lo que recibimos por inspiración, encontramos que el uso práctico de los Diez Mandamientos y las Bienaventuranzas se desarrollará en una forma que será de sumo interés para los jovencitos.
Si estamos confusos porque no sabemos cómo ayudar a nuestros niños con sus problemas diarios, podemos fortificarnos con la verdad que el Amor rebosa de ideas correctas para el adulto y el niño. Nunca debemos limitar la habilidad que tiene la Mente para proveer la ocasión y la sabiduría necesarias para destruir la supuesta actividad del error. La confianza en que Dios nos enseñará el camino nos librará de las frustraciones que podrían molestarnos.
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