¡Tengo tantas razones para estar agradecido a Dios! Hace doce años fui guiado a la Ciencia Cristiana, y el consuelo y confianza que tengo hoy, en estos tiempos económicamente inciertos y amenazantes, son el resultado de una curación que tuve casi al principio de mi estudio de esta Ciencia. Fue una curación de un insidioso temor a la pobreza.
Francamente, yo mismo no sabía en esa época que tenía este intenso temor. Sólo sabía que me sentía inseguro y temeroso de quedarme sin trabajo y endeudado. Pero mi temor a la pobreza iba más allá de estas obvias y comunes situaciones humanas. Abrigaba una creencia morbosa de que no sólo perdería todas mis pertenencias mundanas, sino que no me sería posible volver a obtenerlas, y, por consiguiente, viviría en la vil pobreza el resto de mis días. Y ése era el estado mental en que me encontraba después de haber sufrido una quiebra de negocios personal y de no haber podido conseguir otro empleo.
Había estado más de un año en este estado mental cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente traté de demostrar lo que estaba aprendiendo por medio de la lectura de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy; en ocasiones solicitaba ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Pero estos esfuerzos, según el sentido mortal, eran de poco o ningún provecho. (Más tarde vi claramente que el apoyo amoroso que recibí durante este período sostuvo mi esperanza y me ayudó, en gran manera, a seguir firme en el camino.)
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