¡Tengo tantas razones para estar agradecido a Dios! Hace doce años fui guiado a la Ciencia Cristiana, y el consuelo y confianza que tengo hoy, en estos tiempos económicamente inciertos y amenazantes, son el resultado de una curación que tuve casi al principio de mi estudio de esta Ciencia. Fue una curación de un insidioso temor a la pobreza.
Francamente, yo mismo no sabía en esa época que tenía este intenso temor. Sólo sabía que me sentía inseguro y temeroso de quedarme sin trabajo y endeudado. Pero mi temor a la pobreza iba más allá de estas obvias y comunes situaciones humanas. Abrigaba una creencia morbosa de que no sólo perdería todas mis pertenencias mundanas, sino que no me sería posible volver a obtenerlas, y, por consiguiente, viviría en la vil pobreza el resto de mis días. Y ése era el estado mental en que me encontraba después de haber sufrido una quiebra de negocios personal y de no haber podido conseguir otro empleo.
Había estado más de un año en este estado mental cuando supe acerca de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente traté de demostrar lo que estaba aprendiendo por medio de la lectura de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy; en ocasiones solicitaba ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Pero estos esfuerzos, según el sentido mortal, eran de poco o ningún provecho. (Más tarde vi claramente que el apoyo amoroso que recibí durante este período sostuvo mi esperanza y me ayudó, en gran manera, a seguir firme en el camino.)
Por medio de mi creciente comprensión, yo estaba aprendiendo acerca de mi verdadera naturaleza espiritual. Y aunque me faltaba lo que parecía esencial para nuestra existencia — empleo permanente — mi familia y yo fuimos adecuadamente sostenidos casi sin duros problemas, porque conseguí trabajos de media jornada. Gradualmente, estaba abandonando la fe en la materia y aprendiendo a recurrir a Dios para satisfacer nuestras necesidades, verificando así la validez de las palabras de Cristo Jesús (Mateo 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.
Mis esfuerzos por encontrar trabajo todavía fracasaban. A menudo sentía que se me iba a ofrecer un puesto, sólo para encontrarme otra vez desilusionado. El temor me dominaba a tal grado que, como dijo más tarde la persona que me entrevistó, aunque yo estaba muy bien preparado, contesté durante la entrevista con tantas dudas e incertidumbre, que no fue posible tenérseme en cuenta para el puesto. Hasta ese punto en mi vida, yo había depositado toda mi confianza en mi habilidad para trabajar y ganar dinero. Eso era lo que yo entendía por seguridad. Pero no estaba obteniendo los resultados que debería tener, y me sentí obligado a evaluar otra vez mis normas. Encontré mi respuesta en la Ciencia Cristiana. Finalmente pude ver con claridad que existe una sola fuente de provisión, Dios, y que Él nunca nos falla.
Realmente nunca supe cuándo tuvo lugar mi curación. Sólo recuerdo que cuando el temor trataba de posesionarse de mí, me calmaba con afirmaciones de verdades espirituales. Yo me tranquilizaba con el conocimiento del eterno bienestar del hombre, a salvo en los brazos del Amor divino sin nada que temer, hasta que finalmente me liberé del temor.
Varias veces desde entonces, en la administración de mi propia compañía manufacturera, he sido amenazado con la pérdida del empleo y pérdida de posesiones materiales. Pero estas cosas ya no me aterrorizan. Ni siquiera me hacen dudar, porque yo sé que no puedo perder lo que es real y permanente, y que ya no dependo de la ilusión de la seguridad en la materia. El estar libre del temor a la pobreza ha enriquecido mi vida, y continúa siendo una bendición por la cual yo estoy profundamente agradecido.
Desde que comencé a estudiar la Ciencia divina, me ha beneficiado el aprender a depositar mi confianza en Dios, y no he sido desilusionado en el poder de Su Cristo para sanar. A veces he vacilado en mi comprensión y práctica de esta Ciencia, pero cada desafío ha sido una oportunidad para crecer espiritualmente. Los desafíos han sido muchos; a menudo me han llevado a obtener curaciones, y siempre al progreso.
La instrucción en clase de Ciencia Cristiana ha sido una fuente duradera de fortaleza y consuelo para mí. ¡Qué don tan maravilloso es la Ciencia Cristiana, una perla de gran precio, el prometido Consolador! (Ver Juan 14:16.)
Downers Grove, Illinois, E.U.A.
