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La libertad más grande que podemos conocer

Del número de julio de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La libertad de ser lo que verdaderamente somos — la semejanza perfecta de Dios, la manifestación completa del Amor divino — es la libertad más grande. Pues con esta libertad logramos nuestro verdadero dominio, otorgado por Dios, sobre el pecado, la enfermedad y el pesar.

Pero, ¿cómo obtenemos esta libertad y la generosidad de las bendiciones de Dios que la acompañan? Se necesitan consagración, lealtad a la Verdad, la gozosa disposición de renunciar al materialismo, devoción a la justicia, valor moral edificado sobre la obediencia a la ley divina, aun en medio de las minucias de los asuntos humanos.

Con todo esto, lo que hacemos realmente es que estamos poniendo en orden nuestras prioridades y estableciendo un nivel de vida más elevado. Estamos poniendo a Dios primero. Estamos despojándonos de las viejas percepciones materiales acerca de la vida y la realidad. Estamos revistiéndonos de lo que es bueno y puro, nuevo y permanente. Estamos empezando a ver la realidad a través de la lente de la comprensión científica y espiritual. Estamos abriendo nuestros corazones a la acción redentora del Cristo. Nos estamos volviendo hombres y mujeres mejores.

Ciencia y Salud por la Sra. Eddy define al “Cristo”: “La divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583. Siempre que los errores, o los falsos conceptos acerca de la realidad basados en la materia, empiezan a desaparecer bajo la luz de un nuevo e inspirado concepto de la realidad espiritual, es porque el Cristo está operando en la consciencia humana. Sólo el Cristo, la Verdad, puede verdaderamente liberar al corazón y a la mente. Y cuando estamos emancipados así, jamás podemos ser privados de la paz y del gozo verdaderos, por muy gruesas que sean las cadenas de la injusticia, por muy oscuros que sean los calabozos de la opresión y la tiranía. Un himno que se canta en las iglesias de la Ciencia Cristiana incluye esta promesa:

Con la Verdad se irá
tu esclavitud mental,
y a tu corazón vendrá
la luz de libertad.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 201.

La Biblia nos da varios ejemplos maravillosos de personas que se liberaron de la esclavitud, del encarcelamiento injusto, y de las cadenas del pecado, la enfermedad y la muerte como resultado de su fidelidad a Dios. El hebreo José, acusado y encarcelado por un crimen que él no cometió, fue finalmente liberado y elevado a una posición de gran importancia — importancia que salvó vidas — en las cortes de los gobernantes egipcios. Moisés liberó a toda una nación de la esclavitud de un faraón autócrata. Daniel salió sano y salvo del foso de los leones. Y siglos después, multitudes fueron liberadas de la miseria y enfermedad mediante el ministerio salvador de Cristo Jesús. El Maestro mismo venció a la muerte, salió caminando de su tumba, y finalmente ascendió, comprobando la libertad final sobre todas las pretensiones limitativas de la mortalidad y materialidad.

Hoy en día, la Ciencia Cristiana ofrece a todo individuo el camino hacia una nueva libertad mediante la obediencia al Cristo. La regeneración y purificación de nuestra consciencia abre el pensamiento para que perciba la realidad bajo una luz enteramente nueva: la luz del Espíritu. Y nuestro sentido espiritual nos revela la naturaleza infinita e invariable de la totalidad y unicidad de Dios. Hay un solo Dios, el Todo-en-todo, y Su expresión, el hombre. Dios es Espíritu divino e ilimitable, el bien omnipresente. El hombre refleja al Espíritu con exactitud. Por tanto, el hombre es enteramente espiritual, perfectamente bueno. Esto es realidad. No obstante, la materia no es permanente, no es verdaderamente sustancial, perfecta o invariable. En consecuencia, clasificamos a la materia como irreal, un falso concepto de la mente humana no iluminada, una creencia solamente.

Cuando estas verdades del ser espiritualmente iluminadas empiezan a brillar en nuestro corazón, despejando las sombras de la consciencia humana, nos liberamos cada vez más del pecado, de la enfermedad y de toda clase de escasez. Podemos verdaderamente sentir el toque redentor del Cristo. Nos hace más felices, más afectuosos, más compasivos y tiernos, más moralmente intrépidos. Nos sana si estamos padeciendo, nos trae consuelo, y elimina la mancha del pecado cuando recurrimos a Dios de todo corazón y dejamos de pecar. El Apóstol Pablo habla de haber sido liberado “de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Rom. 8:21. Y en otra epístola escribe: “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. 2 Cor. 3:17.

El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, es un gran defensor de los derechos y libertad individuales. Y tal vez ningún derecho sea más cruelmente pasado por alto en la vida humana que el derecho de estar libre de las debilitantes pretensiones de la enfermedad. La enfermedad y el dolor no son ordenados por Dios. Por tanto, no tienen causa verdadera, ni validez; y Ciencia y Salud nos enseña que tenemos la autoridad que viene de Dios de expulsar la enfermedad. El libro de texto declara: “Toda ley de la materia o del cuerpo, que se supone que gobierna al hombre, es anulada y derogada por la ley de la Vida, Dios. No conociendo los derechos que Dios nos ha otorgado, nos sometemos a decretos injustos, y la influencia de la educación refuerza a esa esclavitud. No os dispongáis a aceptar la ilusión de que estáis enfermos o que se está desarrollando alguna enfermedad en vuestro organismo, más de lo que os dispondríais a someteros a una tentación pecaminosa basándoos en que el pecado tiene sus necesidades”.Ciencia y Salud, págs. 380–381.

Ciencia y Salud incluye la experiencia de alguien que estuvo esclavizado por una enfermedad digestiva desde su niñez. Por muchos años, ni un régimen dietético y especial ni el cuidado médico ofrecieron mejoría de su condición. Esta persona finalmente llegó al punto donde virtualmente había perdido toda esperanza y estaba preparada a morir, ya que pensaba que ésta era la única manera en que podía salir de su prisión de sufrimiento. “En ese momento la Ciencia Cristiana le salvó,” escribió la Sra. Eddy, “y ahora goza de perfecta salud, sin vestigio alguno de su antigua enfermedad”.Ibid., pág. 221.

Al reconocer en mayor medida que nuestra verdadera identidad es la semejanza pura del Espíritu, estaremos exentos cada vez más de las afirmaciones y teorías derivadas de la manera de pensar materialista que quisiera subyugar al individuo. Cada uno de nosotros podemos declarar nuestra independencia hoy mismo: la independencia de las fragilidades de la materia, independencia de las limitaciones de la mortalidad. Nuestros derechos eternos están asegurados por Dios, el Principio divino, y podemos empezar a demostrar ahora, mediante la curación y regeneración espirituales, nuestra verdadera herencia a la semejanza del Cristo: dominio, gobierno propio y libertad eterna.

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