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Si comprendemos causa y efecto, nuestra oración sana

Del número de julio de 1984 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una de las radiantes verdades que resultan tan efectivas en la curación por la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) es que, contrariamente a las apariencias materiales, toda causalidad pertenece al Amor divino, la Mente. Esto encierra una profunda realidad que puede ayudarnos a todos, ya sea que necesitemos salud física o fuerza y sabiduría para enfrentar las inquietantes complejidades de nuestra vida. Las consecuencias prácticas de esta verdad están señaladas en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, donde Mary Baker Eddy dice así: “La causalidad espiritual es la única cuestión a considerar, pues, más que ninguna otra, la causalidad espiritual se relaciona con el progreso humano”.Ciencia y Salud, pág. 170.

Al exponer los usos prácticos de la causalidad espiritual, la Ciencia Cristiana sigue los pasos del gran Maestro, Cristo Jesús. Él demostró esta verdad no sólo al curar la enfermedad por el poder causativo del Espíritu, sino también al alimentar a la multitud, acallar la tormenta y probar de distintas maneras su dominio sobre la materia. El libro de texto, Ciencia y Salud, afirma: “Desde el comienzo hasta el fin, la causalidad física fue rechazada por este hombre original, Jesús. Él sabía que el Principio divino, el Amor, crea y gobierna todo lo que es real”.Ibid., pág. 286.

La Ciencia demuestra que toda causalidad pertenece al Amor o la Mente infinitos, el Principio o Espíritu divinos, porque Dios es la omnipotencia propiamente dicha. Por lo tanto, todas las cosas están sujetas al inteligente gobierno y ley de la Mente. Con esta afirmación, la Ciencia Cristiana va mucho más allá del nivel común de las observaciones materiales, y da testimonio de lo que es absoluto y final.

El sentido material es ciego a las realidades fundamentales del Principio que todo lo gobierna y del universo que éste crea y gobierna. Pero por medio del sentido espiritual y de las revelaciones de la Ciencia adquirimos una creciente percepción de estas realidades. Incluso una pequeña vislumbre de la verdad de que toda causa y efecto pertenecen a Dios, conmueve profundamente nuestra manera de pensar. Nos presenta nuevas conclusiones. Cambia nuestra perspectiva. Vitaliza nuestra percepción de la oración que sana.

¿Cómo podemos utilizar esta suprema verdad para sanar la enfermedad y corregir otras clases de dificultades? Si examinamos nuestros pensamientos, observaremos que tendemos, continuamente, a concederles poder a las llamadas causas negativas y no al único y todopoderoso Dios, el bien. Esta tendencia la provoca el sentido corporal. Sin embargo, un cambio radical de este enfoque mortal basado en la materia — a través de un mejor conocimiento de las realidades y el poder del Espíritu — es lo que produce la curación.

Por ejemplo, nos inclinamos a pensar que nuestra vida está a merced de cambios corporales que no podemos controlar. Sin embargo, la única Vida verdadera del hombre es el Espíritu. La Vida es la consciencia infinita del Ser, la Mente causativa, que nunca depende de la materia ni está sujeta a ella. Nuestra verdadera identidad es la encarnación misma de esta Vida; nuestra única causa verdadera es la Vida, Dios. La Vida infinita sostiene a su propia y más elevada expresión, el hombre. Esta vida gobierna todo el funcionamiento de su ser y lo gobierna en completo orden, perfección y armonía. El efecto de esta comprensión, aquí y ahora, en devota oración científica, es nuestra curación de las discordancias mortales.

Decimos que un trastorno físico causa dolor. Pero, ¿qué es lo que causa el trastorno físico? ¿Cuántas causas puede haber si la Mente es el único poder y toda causalidad pertenece a la Mente? El Principio divino del hombre no causa ni trastorno ni enfermedad, ni dolor ni cosa alguna que pueda producir dolor. La Ciencia de este Principio que todo lo gobierna demuestra que la creencia humana en la realidad de la enfermedad y el sufrimiento es sólo un sueño intenso, un estado mental ficticio en el que causa y efecto son ilusiones, no realidades.

Este estado onírico se disipa con la verdadera comprensión de Dios y del hombre: Dios es la única causa y el único creador, y el hombre armonioso es Su efecto y manifestación. Nuestra comprensión de la totalidad y omnipresencia absolutas del Amor divino, que cuida del hombre y lo gobierna con amor, disipa el sueño del sufrimiento. Pone de manifiesto que nuestro ser armonioso es la expresión consciente y espiritual de la Vida, no contaminada por ninguno de los llamados efectos de otra causa hipotética.

Esta comprensión de la causa y el efecto espirituales se puede utilizar en innumerables direcciones. Cuán a menudo, por ejemplo, nos sentimos prisioneros de un rasgo de carácter o debilidad hereditarios. En realidad, la Mente divina es el único creador y el origen verdadero del hombre, en tanto que la herencia material no lo es. La comprensión de que la Mente deífica es la causa de que el hombre sea lo que en realidad es — la imagen, semejanza y reflejo de Dios — nos libera de la esclavitud de la herencia material, y nos pone en libertad para probar nuestra identidad verdadera como reflejo de Dios.

En la actualidad se cierne sobre muchas naciones y pueblos la temible creencia de que vastas fuerzas económicas, fuera del control del individuo, pueden someternos a la pobreza o desempleo, a la falta de oportunidades y al desastre personal. Pero, ¿a cuántas causas podemos estar sometidos si Dios es realmente omnipotente y lo gobierna todo? La Ciencia eleva nuestro pensamiento a la comprensión de nuestra verdadera unidad con el Amor divino, que es la fuente inagotable que provee el bien en abundancia. El Amor divino es la causa de que el hombre experimente el cuidado generoso y la abundancia del Amor; comprenderlo así puede llevarnos a encontrar respuestas inesperadas para atender a nuestras necesidades.

La Biblia abunda en pruebas del poder causativo de Dios manifestado en épocas de hambre, emergencia y otras urgentes necesidades. Cristo Jesús enseñó a quienes le escuchaban: “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? ... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:30, 33.

Una clara percepción de que en realidad sólo hay una causa y efecto — el omnímodo Amor infinito y la manifestación propia del Amor — nos provee de una norma para poner a prueba nuestras conclusiones y examinar nuestros pensamientos acerca de las dificultades que enfrentamos. Cuando reconocemos realmente, en el gozo del entendimiento espiritual, que toda causa y todo efecto pertenecen a la Mente, nos encontramos en el amplio camino de la demostración científica.

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