¿Ha orado usted alguna vez ferviente y persistentemente sobre algún problema personal, sin resultado? Muchos de nosotros lo hemos hecho. Luego viene un período de prueba. ¿Reaccionamos con desaliento, resentimiento o justificación propia? O ¿recordamos estas palabras de la Sra. Eddy en el capítulo “La oración” en Ciencia y Salud: “Hay cierta incomprensión acerca del origen de toda bondad y bienaventuranza, y de los medios para alcanzarlas, pues si así no fuera recibiríamos con seguridad lo que pedimos”.Ciencia y Salud, pág. 10.
¿Hay un mapa que nos trace el camino hacia la respuesta a la oración? La Biblia, como siempre, nos provee una guía firme. Más de cuatrocientos profetas de Baal gritaron, saltaron e invocaron durante horas a sus falsos dioses, pero no recibieron ninguna respuesta. Elías con fe absoluta en el único Dios, infinito y todopoderoso, oró para ver el poder espiritual manifestado como prueba del Dios verdadero. Su oración tuvo respuesta rápida y de una manera espectacular. Ver 1 Reyes 18:17–39.
Dios le dijo a Salomón que pidiera lo que quisiera. Él pidió sabiduría y conocimiento para poder juzgar con justicia. Su pedido fue aceptado y además tuvo riquezas y gloria. Ver 2 Crón. 1:7–12. Cristo Jesús estuvo frente a la tumba de Lázaro y oró la oración de gratitud aun antes que Lázaro apareciera. Él sabía que la vida es eterna. Su oración mostró su deseo de acabar con la incredulidad de los que estaban a su alrededor. Ver Juan 11:41–44. Lázaro resucitó.
De estos y otros relatos de la Biblia surge un modelo. Primero, la oración firme y exitosa es una fe absoluta en la naturaleza verdadera de Dios, y un entendimiento de ella. Segundo, la oración científica parte del individuo que sinceramente trata de pensar y vivir en obediencia a los mandamientos de Dios. Como el Apóstol Santiago declara: “La oración eficaz del justo puede mucho” Sant. 5:16. (énfasis en la palabra “justo”). Tercero, la oración debiera tener como meta el progreso espiritual en lugar de un cambio en las condiciones materiales.
Dios es infinito. Hizo todo lo que ha sido hecho y la materia no tiene lugar en Su creación. Ni puede el hombre a Su semejanza estar consciente de la materia o ser afectado por ella, porque la materia no existe en el reino de Dios. Tenemos que orar partiendo de la base de la omnipotente Mente divina, y de nuestra unidad con esta Mente. Sin embargo, la reacción pública ante accidentes trágicos, suele ser: “¿Cómo puede Dios permitir tal sufrimiento?” Aquí, la falsa creencia acusa a Dios de crear el error y permitir que suceda. Pero Ciencia y Salud nos dice: “Nuestra ignorancia respecto a Dios, el Principio divino, es lo que produce la aparente discordancia, y comprenderlo a Él correctamente restaura la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 390.
Un hombre de negocios se vio frente a un desastre financiero inminente. A menos que pudiera conseguir miles de dólares para el mes siguiente, perdería su casa y el crédito necesario para su negocio. Como estudiante de Ciencia Cristiana, había sido testigo muchas veces del poder sanador de la oración. Mas en este caso, después de horas y días de estudio y oración, parecía no tener respuesta. En su desesperación, pidió que se le indicara qué necesitaba cambiar en su manera de pensar. Pronto percibió que toda su conducta se había basado en la creencia falsa de que las condiciones materiales (la materia) habían sido la causa del problema. Y él había pedido dinero (más materia) para resolverlo. De hecho, había imaginado en la oración un nuevo préstamo bancario como la solución ideal.
Se dio cuenta de la falta de firmeza en esta manera de actuar. Con toda humildad elevó a Dios su oración de afirmación como había aprendido a hacerlo en la Ciencia Cristiana. Dios es el creador divino y la causa divina de todo lo que existe. La Mente divina ve lo que está hecho, y es muy bueno pues no hay lugar en esta creación para recesos, inflación, desempleo o ciclos económicos. El hombre hecho a imagen de Dios existe en el punto de perfección espiritual, y está unido a la armonía y a la provisión abundante. Estas verdades disiparon el temor que había oscurecido la visión de este hombre de negocios, y la puerta de su consciencia se abrió para recibir las ideas espirituales que fluyen constantemente de Dios al hombre.
Pero antes que venciera el plazo de sus obligaciones, llegó una carta desde un estado distante la cual contenía un cheque que cubría en exceso todas sus deudas. Se sintió invadido por una profunda gratitud, y con humildad prometió que, en el futuro, todas sus oraciones serían de acuerdo con las palabras de Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42.
La oración genuina no es estereotipada. La mera repetición de palabras o frases no puede sustituir la comunión silenciosa habitual con nuestro Padre-Madre Dios, cuando el corazón humildemente pide ser guiado espiritualmente. Quizás el mejor ejemplo de la atmósfera mental apropiada para escuchar nuestra respuesta a la oración, es el del niño que pone su mano en la mano de uno de sus padres, y levanta la mirada con una sonrisa de fiel expectativa. Mediante la oración, podemos colocarnos bajo la protección de Dios y esperar el cumplimiento de esta promesa bíblica: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Rom. 8:28.
