Quizás algunas personas piensen que la iglesia es un lugar de ofrenda de sacrificios a Dios, una especie de favor que se le hace a Él en retribución por todo lo bueno que ha hecho por nosotros.
Pero la Ciencia Cristiana nos da un punto de vista diferente. En cierto sentido, la iglesia es la actividad de Dios — el obsequio del Amor — el efecto de Dios, el Principio divino. La Biblia nos dice que Dios no “es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas”. Hechos 17:25.
Aún más, la Ciencia Cristiana enseña que el hombre no ha sido creado para ser un mero receptor del bien de Dios, sino para expresar, de hecho, Su bondad, amor e inteligencia. Por lo tanto, el propósito de nuestra vida incluye más que una mera demostración de armonía de nuestra parte; tenemos también una misión colectiva: la de compartir el bien con los demás. Nuestra dedicación a la iglesia no es únicamente algo que hacemos para agradar a Dios; la iglesia es la estructura que Dios provee para ayudarnos a llevar a cabo nuestra misión como Sus representantes. La Sra. Eddy define “Iglesia” en Ciencia y Salud como “la estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él”.Ciencia y Salud, pág. 583.
La Verdad, el Amor y el Principio son sinónimos de la Mente divina, y la Mente se expresa en ideas. La Verdad y el Amor estructuran las ideas de la Mente. Por lo tanto, podemos establecer una diferencia entre los pensamientos de la Mente divina y las sugestiones carnales. Debido a que los pensamientos de la Mente están estructurados por la Verdad, siempre inspiran sinceridad, integridad, fidelidad, confianza. Debido a que están estructurados por el Amor, nos hablan de ternura, pureza, afecto desinteresado y universal, y no emoción limitada y selectiva o sensualidad. Las ideas de la Mente se basan en el Principio divino y son el efecto del mismo; tienen orden, autoridad, firmeza; no son erráticas, sin propósito, ni incoherentes.
¿Cuál puede ser el concepto más elevado de Iglesia en la consciencia humana? ¿No es acaso un estado de consciencia que se basa en el Principio divino y procede de él, y no en opiniones mortales o en el testimonio de los sentidos físicos?
¿Existe un medio para alcanzar este estado elevado de consciencia humana? Sí, es la oración o tratamiento en la Ciencia Cristiana. Piense en ello: la oración cristianamente científica que llamamos “tratamiento”, ¿no es acaso, en gran medida, permitir que la Verdad divina y el Amor estructuren nuestros pensamientos? ¿No es acaso nuestra oración, lo que a menudo permite que nuestros pensamientos sean aquellos que se basan en el Principio divino y que proceden de él?
Entonces, nos ayudaría comprender mejor la iglesia, si admitimos que el trabajo de iglesia requiere oración incesante. ¿Y cuál es el resultado natural e inevitable de esa oración? Que efectúa la curación al despertar el entendimiento, elevando así a la humanidad individual y colectivamente (o sea a toda la raza humana). Y, ¿no es esto lo que nos dice la Sra. Eddy que es el resultado evidente o efecto, más aún, el todo, de la institución de iglesia en los asuntos humanos? Ver ibid.
Siguiendo esta línea de razonamiento, se llegaría a la conclusión de que la sustancia de toda actividad en las iglesias filiales es actividad espiritual, o sea, oración. Por ejemplo, la oración que pone de manifiesto el potencial sanador de la Sala de Lectura en la experiencia humana, puede ser, en determinado momento, el reconocimiento de la eterna disponibilidad de la Palabra de Dios, que de manera comprensible, está al alcance de la consciencia humana. Y puede incluir una negación de que no hay hombre alguno creado por Dios que no esté interesado en la Palabra de Dios, o que no sea atraído o inspirado por ella. Esta oración puede afirmar vigorosamente que el Cristo está activo en cada consciencia humana para despertarla a investigar el Principio divino, a fin de responder a la exigencia de progreso hecha por la Verdad, y a la tierna dirección del Amor en ese progreso.
¿Qué clase de oración es la que ayuda a manifestar la sustancia en los cultos dominicales? Los Lectores pueden reconocer el poder de la Palabra de expresarse a sí misma a través de la acción de la Verdad y el Amor en la consciencia humana, y que, simbólicamente, están siempre presentes y siempre activos en las palabras que están leyendo. Pueden reconocer su capacidad para cumplir el requisito en el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy: “Deben guardarse sin mancha del mundo, — incontaminados del mal,— a fin de que la atmósfera mental que exhalen pueda promover la salud y la santidad, o sea ese ánimo espiritual que tanta falta hace universalmente”.Man., Art. III, Sec. 1. Todos los miembros pueden regocijarse al reconcer que la congregación está alerta, que es receptiva, que refleja a la Mente divina, y que la Palabra es comprensible y trae gozo a cada corazón. Pueden negar la sugestión de que la lectura resulte incomprensible, carente de inspiración, o que la falta de atención, la distracción, el aburrimiento o el cansancio puedan poner una barrera al mensaje tan gloriosamente estructurado por la Verdad y el Amor para la curación, el consuelo y la salvación de cada uno.
Con respecto a las asambleas, cuando encaramos los distintos puntos mediante oración específica, tratando de demostrar la economía divina y manteniendo las finanzas sujetas a motivos justos para bendecir a la comunidad, ¿acaso no estamos estableciendo un ejemplo que cada miembro de la iglesia puede llevar consigo y practicarlo en sus asuntos cotidianos? De esta manera, en vez de hacer descender a la iglesia al nivel comercial, elevamos los asuntos de negocios al nivel de la demostración científica. Así, cada asamblea se convertirá en una reunión inspiracional.
La iglesia eficaz
¿Cómo podemos medir el éxito o la eficacia de nuestra iglesia? ¿Por el número de sus miembros? ¿Por la prosperidad de los miembros? O, ¿por el grado en que la iglesia esté espiritualmente activa? ¿Acaso la iglesia más útil no es aquella cuyos miembros están orando fervientemente para destruir todo lo que pretenda actuar en contra de la elevación de la raza, en contra de todo lo que tienda a mantener a la humanidad sometida a las creencias materiales? Los esfuerzos de los miembros pueden incluir la oración específica para la curación de problemas que afectan a la comunidad.
Cómo hacer el trabajo
¿Cómo encaramos este trabajo tan necesario? Cristo Jesús nos dice que Dios hace el trabajo. Ver Juan 14:10. Por lo tanto, debemos aprender a trabajar reflejando el trabajo de Dios. Un profeta del Antiguo Testamento nos dice cómo trabaja Dios: “Antes que clamen, responderé yo”. Isa. 65:24. Aquí está el secreto: al recibir nosotros la respuesta, los que tengan preguntas nos llamarán. Eso es obvio, ¿no es cierto? No vamos a llamar a una modista si tenemos un problema de plomería, sino que llamaremos a alguien que pueda darnos la respuesta. Del mismo modo, ¿por qué ha de acercarse la gente a nosotros (o a nuestra iglesia) si no hemos discernido individualmente algunos de los problemas de la comunidad y obtenido las respuestas — verdades espirituales — mediante la oración específica?
¿Puede esto darnos una idea, por ejemplo, acerca de cómo formar nuestra Escuela Dominical? ¿Acaso no sería la mejor manera de hacerlo discerniendo las necesidades de la juventud y enfrentándolas mediante respuestas estructuradas por la Verdad y el Amor? Los jóvenes a menudo son muy tímidos, no tienen seguridad de su propio mérito y están presionados por sus compañeros para hacer toda clase de cosas a fin de ganar popularidad. ¿No deberíamos desafiar todas esas mentiras en nuestras oraciones?
Los niños a veces se rebelan contra una autoridad que trata de hacerles cumplir ciertas normas (algunas de las cuales quizás no tengan bases espirituales), y en ese proceso, terminan por rebelarse contra la autoridad que es correcta y necesaria. ¿Acaso no podemos estar de acuerdo con su rebelión siempre y cuando sea una rebelión justificable? (La Ciencia Cristiana incluye la rebelión contra códigos y costumbres mortales.) Tenemos que ayudar a la juventud a saber discernir entre aquello contra lo que es necesario rebelarse y lo que no, y enseñarles los medios correctos de rebelión. Pero no podemos hacerlo hasta “sacar la viga” de nuestro propio ojo, es decir, hasta obtener nuestra respuesta mediante la oración científica. Podemos estar seguros de que cuando mentalmente estemos bien preparados para dar respuestas espirituales a las necesidades de los jóvenes, ellos vendrán con sus preguntas.
La experiencia de los apóstoles puede ser una guía útil. El segundo capítulo de Hechos nos relata cómo miles de personas se unieron a la primera Iglesia Cristiana después de Pentecostés. El versículo 4 nos muestra que el punto de partida fue la respuesta al Espíritu Santo. De la definición “Espíritu Santo” en el Glosario en Ciencia y Salud, podemos inferir que esta respuesta significa estar imbuido profundamente de la “Ciencia divina; el desarrollo de la Vida, la Verdad y el Amor eternos”.Ciencia y Salud, pág. 588. En el versículo 46 se nos dice que los apóstoles concurrían al templo diariamente. ¿No podría ser esto una lección para que permitamos que la Verdad y el Amor estructuren nuestros pensamientos y actos y no sólo dar nuestra atención a las cosas del Espíritu los domingos y los miércoles?
“Si pero...”
Algunas personas dirán: “Sí, sabemos que debemos orar por la comunidad, pero estamos tan ocupados en pintar la iglesia, en asegurarnos de que contamos con lo necesario para pagar la calefacción y lo demás, que ya no nos queda ni tiempo ni energía”. Por supuesto que hay muchas actividades humanas que atender. Podríamos denominarlas “tareas de iglesia”, para diferenciarlas del “trabajo de iglesia” más elevado: el de ofrecer pruebas espirituales mediante la oración específica por la humanidad y la comunidad. Pero podemos descubrir que a medida que nos ocupemos primero del “trabajo de iglesia”, las “tareas de iglesia” se harán de un modo natural y serán menos pesadas. Más aún, a medida que veamos que las “tareas de iglesia” son inseparables del “trabajo de iglesia” (encarando cada tarea mediante la oración), disolveremos cualquier conflicto aparente que pudiera existir entre ambos.
Sólo en la medida en que nuestros pensamientos estén estructurados por la Verdad (y no por la opinión humana, por las observaciones materiales o por las leyes físicas) podemos considerarnos miembros totalmente activos. Sólo en la medida en que nuestros pensamientos estén estructurados por el Amor (y no por la envidia, la crítica, la justificación propia, el desdén) podemos hacer el trabajo de iglesia. Para ser trabajadores eficientes, nuestra vida debe tener su base en el Principio divino, y provenir de él (no ser ejemplos de pereza, de esfuerzos esporádicos o de energía obstinada).
Pero la Verdad y el Amor están estructurando nuestro pensamiento. Ninguna otra cosa puede, en realidad, iniciar, enfocar, formar, ordenar o gobernar el pensamiento. Tenemos la Iglesia, el obsequio infalible de Dios. Y a medida que reconozcamos y defendamos persistentemente esta herencia, traemos esta Iglesia verdadera a nuestra experiencia y finalmente a la de toda la humanidad.
