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Antes de conocer la Ciencia Cristiana llegué a sentirme cada vez...

Del número de noviembre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de conocer la Ciencia Cristiana llegué a sentirme cada vez más perpleja y confusa en mi búsqueda de la verdad. A veces pasaba horas tratando de comprender el significado y la naturaleza de la vida, pero no podía llegar a ninguna conclusión satisfactoria. ¡Qué alivio sentí cuando encontré la Ciencia Cristiana! Mis preguntas encontraron una respuesta. El estudio de esta Ciencia me está dando mayor paz y seguridad.

Deseo relatar una experiencia que me probó que la amorosa protección de Dios está siempre disponible para salvarnos de cualquier situación difícil en que nos encontremos, si confiamos en Dios, el Espíritu, para que nos ayude.

Una hermosa mañana de verano, en 1987, fui a caminar por el parque de nuestra ciudad, el cual se extiende a lo largo de un río. Esa mañana en particular no me crucé con nadie en el camino. De repente oí una voz detrás de mí: ¡“Oye, tú!” Un brazo me rodeó la garganta, y fui llevada bruscamente a través del césped hacia una zona arbolada. Dado que nuestra comunidad es segura, en general no se registran incidentes violentos, mi primera reacción fue pensar que debía tratarse de una broma, que eso no podía estar pasándome a mí. Pero en seguida me di cuenta del peligro. Con desesperación traté de asirme de las ramas de los arbustos, pero él me arrastraba.

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