Un hombre dijo una vez a una Científica Cristiana: “Me gusta la idea de la curación espiritual, pero jamás podría suprimir tales cosas como el bautismo, de la manera que lo hace tu religión”. Ella se detuvo a pensar por un momento y luego contestó: "Pero nosotros no suprimimos el bautismo. Por el contrario, le damos una importancia amplia y profunda. Lo consideramos como un constante cultivo de la espiritualidad, que nos permite sanar por medio de la oración". La Sra. Eddy escribe suscintamente en Ciencia y Salud: “Nuestro bautismo es una purificación de todo error”.
Mucho antes de que Juan el Bautista administrara la ceremonia del bautismo a Cristo Jesús, ya en algunas historias bíblicas se había dado bastante importancia al significado del lavamiento y la purificación. Por ejemplo, Eliseo, el profeta, sanó de lepra a Naamán, el capitán sirio, una vez que éste obedeció su mandato de que se lavara en el Jordán, aunque al principio Naamán consideró esto un acto humillante.
La historia continúa diciendo: “Sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio”.
¿No era un sentido de orgullo y de importancia y posición social personales lo que debía limpiarse, en lugar de una mera impureza física? ¿Y qué hubiera ocurrido si Naamán, o cualquier otro, hubiera estado preocupado por una sensación de autodesprecio? ¿No hubiera sido necesario, tanto en un caso como en otro, obtener un sentido más claro de la identidad del hombre como el linaje de Dios, como un ser espiritual y no una criatura mortal ya sea importante o no? Este sentido más elevado del hombre es la base de toda curación espiritual, y se revela progresivamente por medio del bautismo, mediante el pensamiento que se purifica de una manera de pensar materialista y sensual.
La purificación y espiritualización del pensamiento no consiste en un arduo esfuerzo humano por ser y actuar un poco mejor, ni en un ejercicio intelectual complicado. Por supuesto, el efecto es que somos mejores individuos, pero es a causa de que cedemos naturalmente, por medio de la oración humilde, a la voluntad divina. Cuando cedemos de esta manera, comenzamos a obtener vislumbres restauradoras de la pureza innata de nuestro ser; es como si tomáramos una ducha fría un día polvoriento y de mucho calor. Estas vislumbres de nuestra verdadera naturaleza, semejante a Dios, y de nuestra relación con Dios, son una evidencia del bautismo, lo reconozcamos o no. Nos conducen a una vida más saludable y a una paz más profunda y genuina, basada en cimientos eternos.
La Sra. Eddy dice en Escritos Misceláneos: “El bautismo del Espíritu Santo es el espíritu de Verdad que limpia de todo pecado; que da a los mortales nuevos móviles, nuevos propósitos, nuevos afectos, todos ellos señalando hacia lo alto. Este estado mental se establece en fortaleza, libertad, y en una profunda fe en Dios; y en una marcada pérdida de fe en el mal y en la sabiduría, prudencia, y medios y arbitrios humanos”. Más adelante sigue: “Al purificar el pensamiento humano, este estado de ánimo penetra con acrecentada armonía todas las minucias de los asuntos humanos”.
No todos piensan que el bautismo tiene un impacto práctico y directo en las minucias de los asuntos humanos. Pero es claro que la misma persona en las mismas circunstancias, tendrá experiencias bastante diferentes si su pensamiento cambia de un punto de vista limitado y materialista a una comprensión de lo que representa vivir de una manera espiritual. Su perspectiva es diferente. Sus prioridades son diferentes. Esto hace que su experiencia sea más, y no menos, fructífera. Esto es lo que hace y continúa haciendo el bautismo.