Un hombre dijo una vez a una Científica Cristiana: “Me gusta la idea de la curación espiritual, pero jamás podría suprimir tales cosas como el bautismo, de la manera que lo hace tu religión”. Ella se detuvo a pensar por un momento y luego contestó: "Pero nosotros no suprimimos el bautismo. Por el contrario, le damos una importancia amplia y profunda. Lo consideramos como un constante cultivo de la espiritualidad, que nos permite sanar por medio de la oración". La Sra. Eddy escribe suscintamente en Ciencia y Salud: “Nuestro bautismo es una purificación de todo error”.
Mucho antes de que Juan el Bautista administrara la ceremonia del bautismo a Cristo Jesús, ya en algunas historias bíblicas se había dado bastante importancia al significado del lavamiento y la purificación. Por ejemplo, Eliseo, el profeta, sanó de lepra a Naamán, el capitán sirio, una vez que éste obedeció su mandato de que se lavara en el Jordán, aunque al principio Naamán consideró esto un acto humillante.
La historia continúa diciendo: “Sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!