Siempre estabas aquí,
y ahora no estás.
La silla vacía, las paredes mismas
me gritan tu ausencia.
¡Cómo extraño tu presencia!
Entonces elevo mi pensamiento en oración
y veo lo que siempre he sabido:
Una mano al encuentro de la mía
no es lo que une.
Es algo
muy superior al mero toque humano
lo que nos mantiene juntos.
Ambos viajamos
por caminos dirigidos por Dios
a través del universo de la Mente,
ese círculo de infinitud
donde nadie es olvidado.
¿Y qué acerca del ahora?
El amor de Dios — y el tuyo — permanecen conmigo
y me acompañan al hogar,
pues los dos ya vivimos
más allá de estas paredes.
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