“¿La práctica de quién?”, pregunta usted. “¡No la mía! No soy practicista de la Ciencia Cristiana”.
Otra persona puede objetar: “Pero acabo de empezar a leer Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, no sé cómo sanar”.
El hecho es que si tiene alguna percepción honesta de las verdades espirituales básicas según las explica la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens), y una pureza de corazón que responde, encontrará que puede empezar a probar estas verdades a medida que las pone en práctica.
Una joven mujer que fue criada en otra religión conoció la Ciencia Cristiana cuando se casó con un miembro de esta religión. Cuando quedó embarazada por primera vez, decidió que quería confiar completamente en Dios, basándose en lo que estaba aprendiendo de Dios mediante el estudio de la Ciencia Cristiana. Asistía a los servicios religiosos de los domingos para escuchar las Lecciones Bíblicas y se dedicó a estudiar Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, que contiene la teología de la Ciencia Cristiana. Amaba lo que estaba aprendiendo. Como resultado de su propia oración y su trabajo con una practicista, se resolvieron varios problemas físicos de poca importancia durante el embarazo, y el parto fue sin dolor. Tuvo lugar en un hospital local pero enteramente sin medicamentos, instrumentos o anestesia.
Después del nacimiento del bebé, la hermana de la novel mamá les hizo una visita durante la cual oyó hablar de la Ciencia Cristiana. Estaba contenta de que su hermana hubiera encontrado algo de mucho significado para ella, pero para sí misma era algo escéptica. Sin embargo, un día, cuando volvió del dentista muy dolorida, pidió a su hermana que hiciera algo por ella si era que este método de curación era capaz de hacer lo que le habían dicho que podía hacer.
La joven madre llamó a su esposo, quien estaba de viaje, y le pidió que le explicara los rudimentos para dar un tratamiento en la Ciencia Cristiana. Luego ella oró sobre esta base, y al cabo de unos minutos el dolor fue reemplazado completa y eficazmente con una paz y bienestar que sorprendió a ambas hermanas. Como resultado, la hermana solicitó un ejemplar de Ciencia y Salud.
En los primeros años de la Ciencia Cristiana era común que la gente se sanara al leer y seguir las instrucciones de Ciencia y Salud. A menudo no sabían de otros Científicos Cristianos y no tenían una iglesia cerca.
Hace unos meses, a los Redactores se les pidió que ubicaran en las revistas de la Ciencia Cristiana informes de curaciones actuales que se habían producido de esta manera. Fue interesante encontrar que éste no era un fenómeno del pasado, sino que continúa en el presente. La investigación comenzó con el año 1975, año en el que se conmemoró el centenario de Ciencia y Salud, y se extendió hasta el año 1988, y descubrimos más de doscientos testimonios de esta clase.
Estos relatos incluían curaciones de eczemas, tuberculosis, enfermedades del hígado consideradas incurables, mononucleosis, una grave dolencia en el estómago, artritis, miopía, un colapso físico total, bocio prominente, cálculos biliares, sinusitis crónica y serios desórdenes neurosíquicos por mencionar algunos. Todas estas enfermedades habían sido diagnosticadas por los médicos en algún momento. Como consecuencia de esas curaciones, otros integrantes de la familia se hicieron Científicos Cristianos, y ellos también fueron sanados de casos tales como cáncer en la vesícula y de los efectos de un grave accidente automovilístico.The Christian Science Journal, Septiembre de 1976, págs. 521–522; El Heraldo de la Ciencia Cristiana, Diciembre 1984, págs. 567–568; Christian Science Sentinel, 20 de diciembre de 1975, págs. 2283–2284; 17 de enero de 1976, pág. 109; 20 de abril de 1981, págs. 679–681; Heraldo, Noviembre 1987, págs, 52–53; Sentinel, 5 de enero de 1987, págs. 33–34; 5 de septiembre de 1988, pág. 34; Heraldo, Noviembre 1989, pág. 83.
La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribe en No y Sí: “La Ciencia no es susceptible de ser considerada como una mera teoría”. La experiencia confirma este punto; no es posible aferrarse a la Ciencia Cristiana meramente afiliándose a la Iglesia y prestando esporádicamente alguna atención a temas religiosos. Al comienzo, una persona puede sentirse fuertemente atraída por la lógica de estas enseñanzas respecto a que la voluntad de Dios es la salud o por la explicación sobre el Principio divino y la ley invariable de la bondad de Dios. Pero a menos que este nuevo discernimiento espiritual se desarrolle y demuestre activamente, no se puede mantener. Se asemeja menos a una cuenta bancaria que no se toca que a una cuenta activa que se tiene que usar continuamente para seguir siendo válida y actualizada.
La lección moral en lo que respecta a practicar lo que predicamos es muy clara. Pero el pensar con mayor profundidad sobre la razón fundamental por la que debemos practicar, puede aumentar nuestra expectación de poder practicar el cristianismo científico. ¿Acaso no tenemos que vivir la Ciencia porque es la verdad espiritual viviente? No es un conocimiento abstracto, como el conocimiento de las matemáticas, que se emprende y aplica cuando se lo desea. Captamos la Ciencia Cristiana sólo cuando activamente dejamos de lado un sentido de la vida — el sentido material de la existencia — y lo reemplazamos con el reconocimiento espiritual de que nuestra vida se encuentra verdaderamente al aumentar nuestra comprensión de la gran realidad de Dios y Su totalidad.
Las palabras de Cristo Jesús sirven para demostrarnos la necesidad de despertar al hecho de que cada intuición espiritual alude a una existencia enteramente distinta de la que generalmente hemos supuesto que es verdadera. Jesús contundente y directamente dijo a su discípulo Tomás, quien estaba luchando por seguir al Maestro sin abandonar sus ideas preconcebidas de que la vida humana está en la materia y parte de ella: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.
Cuando estamos dispuestos a abrirnos completamente al Cristo, la idea divina de Dios, y a Su creación totalmente buena y espiritual, esta declaración del Maestro parece menos una exigencia excesiva y difícil y más un notable punto de apoyo. Vemos que nadie tiene que hacer verdadera la verdad espiritual por medio de la demostración. Ya es verdadera, es la única y gran verdad del ser. No estamos “tratando de hacer algo que apenas podemos ingeniárnoslas para hacer”, sino que nos regocijamos en todo lo que Dios está haciendo. Esta nueva perspectiva es tan amplia, tan vasta, que hallamos que nos incluye a nosotros y, en efecto, nos lleva consigo.
En nuestra práctica podemos abrir nuestros corazones a la pura verdad de la Verdad divina, antes de que cambie alguna evidencia inmediata de enfermedad física o circunstancias apremiantes. Podemos sentirnos más libres y seguros para seguir descubriendo vislumbres y la verdad. El efecto es ser libre, ser tocado por el Cristo, ser renovado y sanado.