Me Acoste Al lado de nuestra hija Betsy cuando dormía la siesta. Había estado en silencio por un tiempo, y estaba comenzando a dormirme cuando con una voz firme dijo: “¡No tienes la culpa!”. Fue casi como si estuviera orando con esas palabras; las dijo con mucha devoción.
Le pregunté: “Querida, ¿qué estás diciendo?”
Me contestó: “Estaba orando a Dios, mamá. Le estaba pidiendo a El que me libere de la culpa”.