Pocos años después de que se escribieran Tesalonicenses 1 y 2, Pablo escribió su epístola que circuló y se leyó en las iglesias de la provincia de Galacia, una zona de Asia Menor. A pesar de sufrir de una enfermedad periódica, Pablo estableció estas iglesias, posiblemente durante su primer viaje misionero.
Pablo comienza su epístola defendiendo claramente su afirmación de que él era un apóstol totalmente dotado, uno que había sido especialmente designado para predicar el evangelio a los gentiles. Entonces declara que ahora los miembros de la iglesia, a quienes él llama “insensatos”, Gál. 3:1. han permitido que algunos los confundan acerca de la circuncisión, pretendiendo que este rito es tan necesario para los cristianos como para los judíos. Pablo dice que esto es una doctrina falsa.
El evangelio de Cristo está disponible sin reservas para toda la humanidad, dice Pablo, y la gracia salvadora de Dios depende de la fe en Cristo, no de las obras que se hagan siguiendo la ley. La rigidez legal y el ritualismo no deben mezclarse con el cristianismo, que salva a hombres y mujeres de las exigencias meramente ritualistas de la ley.
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