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El poder reformador de las Escrituras

Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo —“El poder reformador de las Escrituras”— trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las Escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres. Esta es una serie.

“La cristiandad primitiva se arraiga en el mundo romano”

Segunda parte

Del número de noviembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


GALATAS

Pocos años después de que se escribieran Tesalonicenses 1 y 2, Pablo escribió su epístola que circuló y se leyó en las iglesias de la provincia de Galacia, una zona de Asia Menor. A pesar de sufrir de una enfermedad periódica, Pablo estableció estas iglesias, posiblemente durante su primer viaje misionero.

Pablo comienza su epístola defendiendo claramente su afirmación de que él era un apóstol totalmente dotado, uno que había sido especialmente designado para predicar el evangelio a los gentiles. Entonces declara que ahora los miembros de la iglesia, a quienes él llama “insensatos”, Gál. 3:1. han permitido que algunos los confundan acerca de la circuncisión, pretendiendo que este rito es tan necesario para los cristianos como para los judíos. Pablo dice que esto es una doctrina falsa.

El evangelio de Cristo está disponible sin reservas para toda la humanidad, dice Pablo, y la gracia salvadora de Dios depende de la fe en Cristo, no de las obras que se hagan siguiendo la ley. La rigidez legal y el ritualismo no deben mezclarse con el cristianismo, que salva a hombres y mujeres de las exigencias meramente ritualistas de la ley.

1 Y 2 CORINTIOS

En sus dos epístolas a la comunidad cristiana en Corinto, Pablo tuvo otra vez que reafirmar su autoridad de apóstol “por la voluntad de Dios”. 1 Cor. 1:1. Les recuerda hasta qué punto él ha sufrido en favor del evangelio por ellos. Respondiendo a los ataques que se le hacían por su carácter, Pablo dice que su vida es un ejemplo práctico de fidelidad y sacrificio por el evangelio.

La primera y segunda epístola a los Corintios representan tres cartas, o posiblemente cuatro, de la constante correspondencia que hubo entre Pablo y los corintios. La ciudad de Corinto era una ciudad cosmopolita conocida particularmente por su inmoralidad. Estaba formada por griegos, romanos, judíos y otra gente del Medio Oriente. De modo que es comprensible que la pequeña “casa iglesia” que se congregaba en el hogar de Gaius tuviera dificultades para arreglárselas con la cantidad de culturas paganas que había allí.

En 1 Corintios, Pablo les aconseja sobre cómo vivir y adorar juntos armoniosamente como cristianos. Y en respuesta a una serie de preguntas que le habían hecho por escrito, él les aconseja en cuestiones morales y sociales como el matrimonio, el comportamiento sexual y las finanzas.

En esta epístola Pablo les dice a los miembros de la iglesia que se cuiden de las facciones. Los miembros de la iglesia deben estar unidos comprendiendo que el desacuerdo dentro de la iglesia profana el cuerpo de Cristo. Es verdad, todos los miembros sirven a la iglesia con diferentes habilidades, como apóstoles, profetas, maestros, sanadores o administradores. Pero estos puestos deben trabajar unidos en amor. En el capítulo trece de 1 Corintios, Pablo hace una declaración dinámica acerca del poder del amor espiritual, diciendo que es una virtud que sobrepasa a todas las demás; transforma a aquellos que lo dan y que lo reciben por el poder del Espíritu Santo.

Pablo les dice a los Corintios que tienen que escoger: seguir el sendero de pecado y muerte de Adán o el de salvación e inmortalidad que siguió Cristo Jesús. Al resucitar a Jesús de entre los muertos, Dios le ha dado a la humanidad prueba de Su amor. El fin de la era traerá el cumplimiento de esas cosas buenas, la transformación total para toda la humanidad.

Muchos eruditos piensan que Pablo escribió 2 Corintios en 55 ó 56 d.C., tal vez un año o más después de haber escrito 1 Corintios. Pablo probablemente visitó a los cristianos en Corinto durante esa época, pero ellos lo rechazaron. Muchos eruditos también creen que 2 Corintios es un conjunto de varias cartas que Pablo escribió a la iglesia. Una parte de 2 Corintios (capítulos 10 a 13) es un severo llamado a los cristianos para que vean sus faltas y su necesidad de reforma. Después de que Pablo envió este mensaje, se supone que Tito informó sobre su gran progreso, que resultó en una efusiva carta de agradecimiento, consuelo y amor (capítulos 1–9).

Pablo hace hincapié en que la salvación requiere que debemos “estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. Enfatiza que los cristianos “no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” 2 Cor. 5:8, 15. y así encuentren reconciliación con Dios.

ROMANOS

La epístola de Pablo a la iglesia de Roma, escrita entre los años 56 y 58 d.C., fue la epístola más larga y la única dirigida a una iglesia que él no fundó. No habiendo ningún problema de la iglesia que resolver, esta carta reexamina completamente sus temas teológicos básicos, y se mantiene como una de las declaraciones de más influencia de Pablo.

En esta carta, que Pablo escribió mientras visitaba Corinto de nuevo, él se presenta a la congregación romana. Les dice que planea visitarlos pronto. Les explica que su trabajo en Asia Menor y en Grecia está completo, y solicita con firmeza el apoyo romano mientras avanza con la esperanza de evangelizar el oeste del Mediterráneo hasta llegar a España. Pero primero necesita volver a Jerusalén con una colecta grande que juntó para los pobres. Su tono es cálido al afirmar su autoridad al dirigirse a ellos como el apóstol asignado a los gentiles.

Pablo reexamina su posición respecto a algunos de los temas teológicos principales. Indica, por ejemplo, que la misión de Jesús cumple la profecía bíblica. De nuevo sostiene que los cristianos no tienen ninguna obligación de obedecer las demandas rituales de la Tora. La circuncisión adquiere un significado más elevado: lo que se requiere es una circuncisión — una limpieza— “del corazón”. Rom. 2:29. Pablo dice que lo más importante es establecer una relación correcta con Dios, librarnos del pecado que separa al hombre de su Creador. El afirma: “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. Rom. 8:2.

Para Pablo la crucifixión y la resurrección de Jesús tienen el poder de regenerar a toda la humanidad. Fue la desobediencia de Adán la que trajo el pecado y la muerte. Pero es la obediencia de Cristo Jesús la que ha reunido al hombre con su Creador y le ha dado libertad y vida eterna. Lo que el hombre tiene que hacer para merecer la gracia de Dios es manifestar la fe que Abraham tuvo y creer de todo corazón en las promesas de Dios. Por lo tanto, los miembros de la comunidad cristiana en Roma deben dejar que su fe y amor brillen vivazmente. Deben confiar que Dios tiene el control de su destino y que Su propósito traerá el triunfo del bien.

CARTAS DESDE LA PRISION

Pablo finalmente llegó a Roma. Sin embargo, lo enviaron como prisionero, como se describe en Hechos, capítulos 22 al 28. En general, se cree que él nunca fue a España sino que fue ejecutado entre los años 62 y 65 d.C. Como ciudadano romano, a Pablo se le permitió escoger su propio sitio de reposo, aunque estuviera bajo arresto domiciliario encadenado a su guardia romano. El siguió trabajando y dando audiencia a todo el que venía a él. En Roma Pablo escribió por lo menos otras tres cartas, dos dirigidas a iglesias y una a una persona.

Su carta a Filipo, la primera iglesia que fundó en Europa, probablemente fue escrita en este tiempo. El sintió un afecto especial por los miembros de esta iglesia y se mantuvo en comunicación con ellos. En esta carta les asegura a sus amigos en Filipo que todo está bien en lo que a él se refiere, aunque esté en prisión y tal vez sea condenado a muerte. Que deben regocijarse con él, sabiendo que sus tribulaciones solamente pueden hacer progresar la causa del cristianismo.

La segunda de estas cartas, dirigida a la iglesia en Colosa, fue escrita por Pablo, o por uno de sus seguidores posiblemente después de su muerte. El autor estaba preocupado por la herejía que había en la pequeña iglesia. Los eruditos no están seguros exactamente de cuál fue la naturaleza de la herejía, tal vez la filosofía humana, el legalismo judío o la adoración de ángeles. Pero el mensaje pablino dominante es que los colosenses debían abandonar estas herejías y ponerse a la altura de sus ideales cristianos.

La tercera carta de Pablo en prisión está dirigida a un amigo en Colosas llamado Filemón. Onésimo, el esclavo de Filemón, se había escapado, posiblemente después de haber robado a su amo. En Roma, Onésimo conoció a Pablo y fue convertido al cristianismo. Fue entonces de gran ayuda a Pablo, y éste insta a Filemón a aceptar a Onésimo de nuevo y a considerarlo un hermano íntegro reformado en Cristo, en lugar de imponer el castigo severo que normalmente se le hubiera dado a un esclavo fugitivo.

LA HERENCIA APOSTOLICA

Alrededor del año 65 d.C., tanto Pedro como Pablo habían dado su vida por el cristianismo. Para el fin del siglo, la mayoría de los apóstoles habían muerto. Pero dejaron atrás una iglesia bien establecida, una que se había extendido a sorprendente velocidad al más lejano alcance del imperio romano, y que la persecución no pudo destruir.

En el tiempo que Jesús ascendió, sus seguidores eran muy poco conocidos. Pero los apóstoles — y en especial Pablo— cambiaron esa percepción para siempre. Con cada sermón que predicaron y con cada carta que escribieron se aseguraron de que la gente entendiera una cosa: Ellos hablaban “en nombre de Jesucristo de Nazaret”. Hechos 4:10. Le mostraron a todos que las buenas nuevas que ellos predicaban eran muy diferentes. En verdad, cumplían las promesas de la Biblia hebrea. Jesús era el Mesías que los judíos esperaban. Pero los apóstoles no dejaron duda de que Jesús hizo un pacto nuevo. Así que sus seguidores necesitaban fundar una Iglesia para preservar, propagar y dejar testimonio para todos los tiempos de las verdades revolucionarias que él había enseñado.

Fue el apóstol Pablo quien, más que todos los demás, asumió la imponente responsabilidad de establecer esa Iglesia. Sin su compromiso vehemente y su persistente fervor, el cristianismo posiblemente no se hubiera expandido más allá de Palestina. Sin su tierna y a veces dura administración, las iglesias que fundó a través de todo el imperio romano posiblemente se hubieran contaminado con herejías o hubieran sucumbido por completo. Sin el apóstol Pablo, el cristianismo primitivo probablemente nunca se hubiera establecido en el mundo romano.

Mary Trammell, nuestra Redactora Adjunta, es especialista en estudios bíblicos, y William Dawley, nuestro Redactor de Secciones Especiales, es un periodista con mucha experiencia.

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