Durante Casi Dos años estuve muy consciente (y sentía que los demás también lo estaban) de una mancha que tenía en el rostro. Las personas mayores eran discretas y rara vez me hacían preguntas. Pero los niños, mi nieto en particular, me miraban fijamente y me preguntaban: “¿Qué es eso?”
A una niñita en la iglesia me sentí guiada a decirle: “Esto es algo que quiero que desaparezca. ¿Me ayudarías a comprender que Dios hace desaparecer todo lo que no ha sido creado por El?” Después de esto corría hacia mí cada domingo, me abrazaba y exclamaba: “¡Te quiero mucho!” Nunca más volvió a mencionar la mancha. Creo que gran parte de la curación que estaba comenzando en mi pensamiento se debió a lo sencillo de ese amor y pureza expresados por la niña. Ese amor me ayudaba y me hacía sentir más segura.
Varias veces pedí a una practicista que orara conmigo, y siempre recibí inspiración y lo que la Sra. Eddy llama “nuevas perspectivas de la bondad y amor divinos”. Cada vez que yo necesitaba nueva inspiración parecía que una cita de la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana estaba dirigida a mí. La Versión Reina Valera de la Biblia dice: “Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de tí, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha”. La Versión Moderna lo traduce: “Si habiendo iniquidad en tus manos, la alejares de ti, y no permitieres que la maldad habite en tus moradas, alzarás entonces tu rostro sin mácula, y estarás firme, y no temerás”. Esta declaración que da Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras también me dio seguridad: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”.
Me concentré en el hecho de que como idea espiritual creada a imagen y semejanza de Dios, yo no podía expresar ni un solo elemento nocivo, ya fuera pena, culpabilidad o egoísmo. En respuesta a mi preocupación de que los demás me estaban juzgando a mí o a cómo progresaba la curación, comprendí que yo tampoco debía juzgar a los demás; yo tenía que reconocer la capacidad que tiene cada uno para percibir solamente al hombre perfecto de Dios. Sabía que entender esto necesariamente traería una curación física.
Amigos bien intencionados visitaban regularmente al dermatólogo para hacerse quitar manchas, y me sugerían que yo hiciera lo mismo. Pero yo sabía que “eliminar correctamente” tenía otro significado; significaba eliminar de mi mente los pensamientos carentes de amor, como la crítica y cualquier forma de odio. Significaba realmente saber que Dios es todo y que la materia no es nada. Significaba calmar el temor, especialmente una asociación persistente entre este tipo de evidencia física y el fallecimiento de un amigo. Significaba acallar todo pensamiento que comenzara con “¿y qué tal si... ?” por medio de la comprensión de que Dios es la Vida del hombre. Significaba sentir el amor de Dios y sentirme merecedora de él. Esto me impulsó a estudiar en los escritos de la Sra. Eddy las citas referentes al “yo”.
Un pasaje de Ciencia y Salud me resultó particularmente esclarecedor: “El amor propio es más opaco que un cuerpo sólido. En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor la dureza adamantina del error — la obstinación, la justificación propia y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte”. Esto significaba que mi verdadera individualidad era y es hermosa y enteramente espiritual, no compuesta de una personalidad material. Nada podía cambiar ese hecho. Si alguna vez me sentía desalentada o comenzaba a divagar sobre las consecuencias de esta situación (y comprendí que lo que me hacía dudar era simplemente el pensamiento material y perezoso), aprendía a estar más alerta. Inmediatamente recurría a Dios por medio de la oración. Tenía la certeza de que nada podía tentarme a que dudara del amor y cuidado que El tiene por cada una de Sus ideas. Entonces sentía una hermosa calma. Lo maravilloso de esta experiencia fue sentirme libre del temor. Aprendí a criticar menos a los demás y a mí misma. Comencé a comprender lo que significa amar incondicionalmente, y aprendí a mantenerme más firme en estas verdades.
Un día la mancha cambió de forma y desapareció. Después descubrí que una verruga pequeña en un dedo había desaparecido también.
Aunque me siento profundamente agradecida porque mis padres conocieron la Ciencia Cristiana antes de que yo naciera, y porque me criaron en un hogar donde desde temprana edad se nos alentó a recurrir a Dios para todo, sé que cada uno de nosotros tiene que demostrar por sí mismo lo que significa realmente ser un estudiante de la Ciencia Cristiana. No puedo expresar con palabras lo que esta religión ha significado en mi vida. Mi esposo y yo juntos orábamos a Dios para resolver las dificultades cuando criábamos a nuestros hijos.
Pinehurst, Carolina del Norte, E.U.A.
Me siento feliz de corroborar la curación de mi esposa. Su oración fue sistemática y completa. Nos demostró a ambos que el desarrollo espiritual es una ley de vida para el hombre. Por esta misma época también desapareció un bulto que yo tenía en el pecho. Ambos estamos muy agradecidos por lo que hemos aprendido sobre Dios y nuestra relación con El por medio del estudio de la Ciencia Cristiana.