Durante Casi Dos años estuve muy consciente (y sentía que los demás también lo estaban) de una mancha que tenía en el rostro. Las personas mayores eran discretas y rara vez me hacían preguntas. Pero los niños, mi nieto en particular, me miraban fijamente y me preguntaban: “¿Qué es eso?”
A una niñita en la iglesia me sentí guiada a decirle: “Esto es algo que quiero que desaparezca. ¿Me ayudarías a comprender que Dios hace desaparecer todo lo que no ha sido creado por El?” Después de esto corría hacia mí cada domingo, me abrazaba y exclamaba: “¡Te quiero mucho!” Nunca más volvió a mencionar la mancha. Creo que gran parte de la curación que estaba comenzando en mi pensamiento se debió a lo sencillo de ese amor y pureza expresados por la niña. Ese amor me ayudaba y me hacía sentir más segura.
Varias veces pedí a una practicista que orara conmigo, y siempre recibí inspiración y lo que la Sra. Eddy llama “nuevas perspectivas de la bondad y amor divinos”. Cada vez que yo necesitaba nueva inspiración parecía que una cita de la Lección Bíblica semanal de la Ciencia Cristiana estaba dirigida a mí. La Versión Reina Valera de la Biblia dice: “Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de tí, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha”. La Versión Moderna lo traduce: “Si habiendo iniquidad en tus manos, la alejares de ti, y no permitieres que la maldad habite en tus moradas, alzarás entonces tu rostro sin mácula, y estarás firme, y no temerás”. Esta declaración que da Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras también me dio seguridad: “Una idea espiritual no tiene ni un solo elemento de error, y esa verdad elimina debidamente todo lo que sea nocivo”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!