En Una Epoca en que diariamente nos vemos frente a las decisiones que toman diferentes clases de gobiernos en todo el mundo, y que parece que las decisiones hasta de gobiernos bien intencionados pueden perjudicar a los ciudadanos, es importante que nos preguntemos: ¿A qué leyes estamos sujetos? ¿De quién son las leyes que nos protegen y nos cuidan?
Hasta fines de 1961 pude concurrir a los servicios religiosos de la Ciencia Cristiana porque vivía en una zona cercana de lo que entonces era Berlín Occidental. Cuando se construyó el muro, era imposible. Durante muchos años me sentí muy triste a causa de esta restricción en los viajes. Parecía que la única forma en que iba a poder concurrir a los servicios religiosos con otros y reunirme con los demás en el gozo de cantar himnos sería esperar hasta que me jubilara y entonces solicitar permiso para viajar a occidente.
En los años setenta ocurrió algo que cambió esto. Vino a visitarnos una persona de occidente. Era pianista y estudiante de la Ciencia Cristiana. Un pequeño grupo se reunió en el departamento de una familia para celebrar un servicio religioso dominical de la Ciencia Cristiana, ya que en esa época en la República Democrática Alemana no se permitían los cultos públicos. En una de las habitaciones había un piano, y nuestro nuevo amigo tocó himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana y todos cantamos y llevamos a cabo el servicio religioso. Allí me di cuenta de que no era necesario esperar hasta que tuviera un permiso oficial para tomar parte de un servicio religioso. Antes de eso, nunca habíamos celebrado un culto de la manera en que se celebraba en occidente. Teníamos miedo de que al cantar llamáramos la atención de los vecinos.
Esto cambió de una manera profunda mi manera de ver las cosas. Muy a menudo creemos que las condiciones del tiempo, lugar o circunstancia nos pueden separar de la verdadera espiritualidad que nos trae esa esperanza y gozo que derivan de Dios.
Dios, que es Amor divino, siempre derrama Su amor. En las palabras poéticas del salmista: “Aderezas mesa delante de [nosotros] en presencia de [nuestros] angustiadores”. Esto es lo que vivió José en el relato del Antiguo Testamento cuando fue vendido como esclavo a Egipto. Su lealtad a Dios durante los años de injusta prisión fue recompensado con pruebas continuas del Amor y cuidado que Dios tenía hacia él. A medida que reconocemos el poder infalible e ilimitado del Amor divino, nos damos cuenta de que nada es imposible para Dios y de que podemos recurrir a esta verdad sanadora ante cualquier circunstancia o condición.
La experiencia me ha enseñado que no es el gobierno humano ni la ley civil los que determinan finalmente nuestro bienestar o la dirección y plenitud de nuestra vida. Nuestro reconocimiento de que la ley de Dios es el único poder y autoridad verdaderos es terminante. A medida que obtenemos la libertad mental que se manifiesta cuando ya no tememos que podamos ser separados de Dios y de todo lo que es verdaderamente bueno, también podemos ayudar a los demás. La libertad basada en la comprensión espiritual de que el hombre es el hijo de Dios y está totalmente gobernado por El, no es algo que pueda permanecer escondido o desapercibido. En forma natural alcanza a toda la gente porque es la verdad, y la verdad no está limitada ni es una posesión personal que otros puedan retener.
Luego de que empezamos a reunirnos para celebrar servicios religiosos, busqué en forma activa inspiración y dirección espirituales para poder continuar creciendo en mi comprensión de la presencia y el poder de Dios. Ya no me encontraba satisfecha aceptando las antiguas limitaciones impuestas a mi pensamiento y en mi vida. Si bien debíamos ser sabios en nuestra práctica de la Ciencia Cristiana y tener en consideración la forma en que podríamos encontrar la manera más eficaz y mejor de demostrar una mayor libertad y armonía, también sabíamos que nada podía detener nuestro progreso. Con el tiempo me enteré de que había muchos otros Científicos Cristianos que se reunían en otros lugares del país.
Durante una época de igual opresión, Cristo Jesús aconsejó a sus seguidores: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Mateo 22:21. Este consejo me hizo indagar con mayor profundidad para comprender qué son las cosas de Dios y cómo debían gobernarse las actividades de la iglesia. Fui guiada a leer el Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy y pronto vi que era una ayuda sin igual. No sólo empecé a comprender las palabras de cada Estatuto sino también el espíritu y la ley divina que sirven de base a cada Estatuto. Durante este período de aparente aislamiento, el Manual comenzó a ser para mí una ayuda sabia.
Por ejemplo, hasta una sola frase de la “Reseña Histórica” al comienzo del Manual fue como una luz en la oscuridad. Dice así: “.. . la pequeña Iglesia progresó con paso firme.. . y a cada etapa declarando:
“ ‘Hasta aquí nos ayudó Jehová’ ”.Man., pág. 18.
Estas palabras a menudo me trajeron consuelo y aliento. Aun más, la estipulación en el Artículo XIV, Sección 1, que ordena a la Biblia y Ciencia y Salud como nuestro único pastor fue el medio claro por el cual aun un pequeño grupo de gente podría celebrar cultos religiosos divinamente inspirados.
Encontré otra indicación en el Artículo III, Sección 8, que dice en parte: “El Lector de una iglesia no será un guía, pero hará cumplir los Artículos de Fe, los Estatutos, y la disciplina de la Iglesia”. Esta estipulación y otras en el Manual nos apartan de la adoración a la personalidad, de esfuerzos carismáticos, y nos guía hacia el pastor impersonal. Nos guía a reconocer que Cristo Jesús es el Señor, es decir, nuestro verdadero Maestro, y que Mary Baker Eddy, es la Guía de nuestra Iglesia. Este Estatuto del Manual protege a la Iglesia de los elementos desunificadores de la opinión personal y del gobierno personal. De esta manera nos apartamos del control de las personas y nos volvemos al espíritu del Cristo, el espíritu de la Verdad y el Amor, que nos guía a la comprensión espiritual de las Escrituras y a la sabiduría que ellas contienen.
También, de vez en cuando surgían preguntas en el grupo acerca de cómo debíamos proceder cuando no percibíamos una respuesta definida. Yo tomaba el Manual y lo leía de tapa a tapa, sin detenerme a leer los títulos de cada sección, sino prestando atención a las ideas que hay detrás de cada Estatuto. Siempre encontré una respuesta que se aplicaba a cualquiera que fuera la pregunta que surgía. El Manual es realmente una guía para nuestra conducta. Proporciona dirección y reglas para la iglesia y para la vida de cada persona. Mucho es lo que se encuentra en el Manual; cuando nos adherimos a él, la iglesia avanza.
La adherencia al Manual fue una bendición para nuestro grupo y para mi propia vida. Poco a poco comprendimos que en el Amor que todo lo abarca y el bien siempre activo del reino de Dios, las leyes de esclavitud y temor son desconocidas. Si estamos tratando de obedecer las leyes de Dios en nuestro pensamiento y acciones, entonces también podemos pedir que Dios — el Amor y el Principio— nos guíe, y proteja Su trabajo. Pablo fortaleció a la iglesia floreciente en Roma con estas palabras: “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” y “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Rom. 8:28, 31. La actividad de Iglesia de un país debe fortalecer el valor moral de sus ciudadanos. Nuestra fidelidad a la ley verdadera, que es la ley de Dios, pone en evidencia una norma que los demás pueden apreciar.