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La gracia de Dios rodea a Su linaje

Del número de noviembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Palabra Gracia abunda en las Escrituras pero, ¿qué es realmente la gracia? Hay varias definiciones para la palabra gracia, pero uno la entiende mejor en la medida en que es receptivo a la acción del Amor que opera continuamente para el bien del hombre.

La gracia ha sido descrita como: “el amor y el favor no merecidos que tiene Dios para con la humanidad; la influencia divina que actúa en la persona para hacerla pura, moralmente fuerte, etc.; una virtud, regalo o ayuda especial que recibe una persona de Dios”. De esto podemos empezar a comprender cuán esencial es la gracia divina.

La Sra. Eddy reconoció que la humanidad necesitaba de la gracia. En Ciencia y Salud ella ofrece la interpretación espiritual del Padre Nuestro. Ella interpreta la línea: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” como “Danos gracia para hoy; alimenta los afectos hambrientos”.Ciencia y Salud, pág. 17. Sólo a través de la gracia divina alcanzamos el bien en nuestra vida.

Muchas personas en la Biblia pedían gracia, refiriéndose a la gracia de Dios, o esperaban favores de Su gracia. Un estudio de la Biblia muestra claramente que la gracia de Dios nunca decayó para con el hombre de generación en generación. Sino que se manifestó más clara y abundantemente que nunca en la vida y obras de Cristo Jesús.

Cristo Jesús demostró cómo opera la gracia divina en la vida del hijo de Dios, en el que quiere hacer la voluntad de Dios. Ofreció a la humanidad una evidencia extraordinaria de las bendiciones de Dios, de Su amoroso favor y misericordia para con el hombre. El libro de Juan declara: “Y aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14.

¿Cómo fue manifestada esta gracia en la vida y carrera de Jesús? De muchas maneras. La gracia lo capacitó para saber claramente que era el Hijo de Dios. Al vivir esta verdad con claridad absoluta, pudo mantener la calma y seguridad frente a todas las circunstancias desafiantes que tuvo que enfrentar. Calmó la tempestad cuando sus discípulos se sintieron temerosos, aunque él no lo estaba. Con esta misma gracia, pudo quedar imperturbable ante las evidencias de la enfermedad, el pecado y la muerte, y “devolverlos” a su nada al sanar todos los males.

Esta misma gracia capacitó a Jesús para permitir que lo crucificaran, pero también para conquistar la muerte. Después de su resurrección, fue la gracia lo que capacitó a Jesús a no sentirse amargado por la infidelidad de sus discípulos, sino dirigirse a ellos lleno de amor y bendecirlos con estas palabras: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío”. Y continúa diciendo: “Y habiendo dicho esto sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Juan 20:21, 22.

Todos estos ejemplos de su actitud y obras, demuestran que la gracia divina lo capacitó para no perder de vista el hecho de que era inseparable del Padre, como el Hijo bien amado. Jesús entendió esta gran verdad de su ser el día que fue bautizado, y escuchó las palabras: “Tu eres mi Hijo amado; en tí tengo complacencia”. Marcos 1:11. Pudiéramos decir, entonces, que la gracia es el resultado de la actividad del Cristo, la Verdad, en nuestra vida.

La Sra. Eddy, una consagrada seguidora de Cristo Jesús, también demostró durante toda su vida que la gracia divina fue lo que la sostuvo para enfrentar todos los desafíos. Afrontó y venció muchas pruebas tanto en su vida personal como para fundar, organizar y proteger la Iglesia de Cristo, Científico. Cuan profundamente debe de haber reconocido y vivido la gracia en su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, o la Ciencia del Cristo, que vence el error humano y libera al hombre al sanarlo.

Considero que la misma Ciencia Cristiana, o el Consolador que hemos recibido aquí en la tierra, proviene de la misma gracia divina que acompañaba a Cristo Jesús. El dijo a sus desconsolados discípulos en el momento que les explicaba que iba al Padre: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.. . el Espíritu de verdad”. Juan 14:16, 17. Y a su tiempo la humanidad recibió la Ciencia del Cristo, o la Ciencia Cristiana, que consuela con su espíritu de Verdad y que sana.

Hace algunos años experimenté vivamente la gracia liberadora del Amor. Por razones financieras, tuvimos que mudarnos de una casa en la cual habíamos vivido por muchos años, a un apartamento. Esta casa estaba ubicada en una comunidad con grandes jardines, llenos de árboles y pájaros. Oré mucho y mantuve firme en mi pensamiento que la verdadera casa del hombre es la consciencia del Amor. Además, por el tiempo y esfuerzo que necesitaba para la mudanza, no tenía tiempo para sentirme triste por tener que vivir en un apartamento. Pero el último día de la mudanza, como al mediodía, me sentí cansada. Me acosté en una cama que aún quedaba. En lugar de descansar, empecé a sentirme invadida por una tristeza aplastante, profunda y negra, como nunca había sentido. Empecé a luchar contra la autocompasión con la convicción espiritual de que la tristeza no era real ni legítima porque no provenía de Dios. Oré de esta manera por un tiempo, reconociendo la bondad de Dios conmigo y mi familia. Pero la garra de la tristeza no me soltaba, así que me dirigí al Padre con profunda humildad: “Padre, estoy luchando. Por mí sola no puedo hacer nada. En Tu gracia espero”.

Al terminar de decir estas palabras, la tristeza se alejó de la misma manera como cuando el viento aparta las nubes pesadas y negras, y el sol aparece brillando en el cielo. Me levanté de la cama enseguida, descansada y llena de una felicidad que procedía del Amor. La gracia divina me había liberado.

Luego comprendí que había recibido la bendición del Amor porque me había mantenido firme en la convicción de que Dios no era el autor de ninguna situación que pueda hacer que Sus hijos estén tristes. Dios es la fuente de la felicidad y el bienestar. Me dirigí al Padre sabiendo que siempre está cerca y que El está siempre consciente de Sus hijos y los cuida. No olvidé ni por un momento que era Su hija, sino que confié en la guía de Dios.

¡Qué don tan grande es la gracia divina para con el hombre! Hermosea y da valor para apreciar la vida. Y cuando confiamos en la dirección de Dios y reconocemos Su poder, experimentamos los dones y favores del Amor divino.

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