Hace Dieciocho Años comencé a sentir dolor en la espalda y en la cadera. A pesar de que intenté sanarlo por medio de la oración en la Ciencia Cristiana, el dolor se hizo más intenso. Finalmente, cuando tuve que dejar de ir a trabajar, oré de manera más específica. Pero el dolor no cedía.
De acuerdo con mi contrato de trabajo, si faltaba más de tres días, debía presentar un certificado para que me siguieran pagando el sueldo. Esto me obligó a decidir entre llamar a un médico o pedir ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana. Opté por esto último. El practicista que llamé me ofreció ayuda y el certificado necesario para presentar a mi compañía.
El practicista me pidió que estudiara la palabra Principio, uno de los sinónimos de Dios que se da en Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. (Otros sinónimos son Mente, Alma, Espíritu, Vida, Verdad y Amor.) Yo debía llamar al practicista después de unos días e informarle sobre mi progreso. Cuando lo llamé, le leí las notas que había tomado cuando estudiaba, pero también tuve que informarle que mi estado había empeorado.
Después de escuchar, el practicista me dijo que yo estaba orando correctamente y me pidió que hiciera un trabajo similar con todos los sinónimos de Dios, para obtener un mejor entendimiento espiritual acerca de El.
Así lo hice, pero varios días después tuve que informarle nuevamente que mi estado empeoraba. Ir de un cuarto de la casa a otro me tomaba unos quince minutos, y esto me preocupaba mucho. Al contarle de mi sufrimiento, me pidió que fuera a su oficina, lo que significaba un viaje en auto de unos cuarenta kilómetros. Me acordé de Naamán, en su furia, luego de escuchar a Eliseo, diciendo: “Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra”. En cambio Eliseo le envió un mensajero diciendo: “Vé y lávate siete veces en el Jordán” (2 Reyes).
Me preguntaba por qué el practicista no venía a verme, pero fui obediente y, con la ayuda de mi esposa, hicimos el viaje en auto.
Durante mi visita le expresé mi preocupación y también le comenté que me había preguntado si debía ir a un sanatorio de la Ciencia Cristiana, quizás hasta buscar medios médicos para terminar con la molestia. El practicista dijo que debía tomar mi propia decisión. Decidí confiar completamente en la Ciencia Cristiana y se hicieron todos los arreglos necesarios para ir a un sanatorio de la Ciencia Cristiana. Inmediatamente sentí como si me hubieran sacado un gran peso de encima y, a pesar de las apariencias, sentí que la curación se estaba produciendo. En realidad, en el momento que llegué al sanatorio, pude caminar hacia mi cuarto con poca dificultad.
Cuando llegué, llamé a otro practicista en esa ciudad, que me dio continuo tratamiento en la Ciencia Cristiana por medio de la oración. Con esto, y con el amoroso apoyo de enfermeros de la Ciencia Cristiana, fui mejorando día a día.
Luego de dos semanas de progreso constante, volví a mi casa tan restablecido que podía andar por la casa con muy poca dificultad. Dos o tres semanas más tarde pude volver a mi trabajo y cumplir con todas mis responsabilidades. Me llevó unas pocas semanas más sentirme completamente libre.
Sin embargo, para mí el gran paso no solo fue la liberación de la incomodidad física sino la regeneración espiritual resultante del trabajo que llevó a la curación. Antes de mi inspirado estudio de los sinónimos de Dios, tendía a considerar el Principio, la Mente, la Verdad, el Amor por separado, sin haber apreciado aún que “Dios es indivisible” (Ciencia y Salud).3 Durante años, el Principio me había resultado una ley dura e inflexible. Trabajando desde mi entendimiento limitado, insistía en cosas hechas “de acuerdo con el Principio”. Pero esta insistencia era fruto de la autodeterminación, la voluntad humana y la obstinación.
Como resultado de la regeneración espiritual, me convertí en una persona muy diferente. Al comprender algo de la indivisibilidad de Dios, me di cuenta de que lo que se haga “de acuerdo con el Principio”, también se debe hacer con todo amor, porque Dios también es Amor. De hecho, todas las cualidades de Dios se deben evidenciar en todas nuestras acciones divinamente guiadas. Estoy profundamente agradecido por los cambios que este entendimiento ha producido en mi vida. De regreso en mi trabajo, entablé relaciones mucho más amistosas con mis colegas; en casa ha habido más armonía y las relaciones con los demás se han desarrollado de una manera más cordial y amistosa.
Con el correr de los años, he aprendido a considerar muchas declaraciones de Ciencia y Salud y otros escritos de la Sra. Eddy con mayor profundidad. Como resultado de esto he podido enfrentar problemas de relaciones, de vivienda, y de enfermedad entre otros, solo por medio de la Ciencia Cristiana y con un éxito total.
Eastbourne, East Sussex, Inglaterra