Manchmal Kann es passieren, dass wir von einem anderen Menschen enttäuscht sind oder uns um ihn Sorgen machen.
Cuando estamos preocupados por alguna persona, o desilusionados por lo que alguien hizo, se altera nuestra paz interior; estamos inquietos y no nos sentimos bien. No estamos contentos con esa persona, ni con nosotros ni tampoco con lo que estamos haciendo o experimentando.
Si te dijeran que estás sufriendo, no por lo que ha hecho tu amigo, sino por un concepto equivocado con respecto a él, ¿lo creerías? Puede parecer difícil porque estamos acostumbrados a razonar desde un punto de vista humano, y por lo tanto, limitado; sin embargo, la Biblia nos ayuda dándonos la idea de cómo es que Dios ve al hombre. El libro de Isaías dice que Dios ve sólo al hombre en quien Él “tiene contentamiento”. Dice: “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento”. Isaías 42:1. Él ve a cada uno de nosotros como Su “escogido”, con cualidades perfectas y completas; adecuadas para cada situación. Dios conoce a Su hijo sólo como la expresión perfecta de Sí mismo, como un ser totalmente espiritual. La Biblia dice en el primer capítulo del Génesis: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Génesis 1:31.
Pero, ¿cómo obtener este concepto del hombre, si estamos molestos con alguien, o si por algún motivo consideramos que él no es “bueno en gran manera”? Podemos comenzar por reconocer que nosotros somos ese hombre en el que Dios “tiene contentamiento”, y aunque de momento no sintamos Su amor, ciertamente Él nos ama. Esta actitud siempre nos ayudará a descubrir el bien en los demás, porque nos recuerda nuestra propia naturaleza espiritual y nuestra relación con Dios. Entonces, nos será más fácil perdonar al que, en nuestra opinión, ha hecho algo equivocado; hasta podremos reconocer que probablemente actuó según su comprensión más elevada del bien. Esto nos ayuda a liberarnos de la creencia de que alguna idea de Dios pueda quitarnos la paz. Y aun cuando no veamos de inmediato al hombre que fue creado perfecto, podemos reconocer el hecho de que Dios “tiene contentamiento” en esa persona, la ama supremamente y le proporciona todo lo necesario.
A veces nos sentimos decepcionados porque creemos que no hemos alcanzado esa comprensión plena de amor, que puede sanar y resolver problemas. En ese caso, podemos hallar consuelo y tranquilidad en la afirmación bíblica sobre el hombre. Podemos saber que Dios “tiene contentamiento” en esa persona, aun si nuestro amor no parece lo suficientemente grande, como para poder expresarle el amor perfecto. No obstante, podemos hacer crecer en nosotros ese amor estable y sanador, porque la solución a nuestros problemas de relaciones no puede depender de nuestro amor, que es sumamente limitado; sino que debemos confiar en que el amor de Dios siempre es lo suficientemente grande como para resolver cualquier dificultad. No somos nosotros los que mediante la voluntad humana tenemos que cambiar la situación o a la persona, o convencerla de algo. Si algo necesita cambio, podemos confiar en que el Cristo, la Verdad, lo sacará a luz.
Quizá parezca que esta actitud nos eximiría de cumplir con nuestro deber, de expresar plenamente Su amor como hijos de Dios. Pero en realidad estamos confiando consagrada y humildemente en el Amor divino. Estamos renunciando a nuestro punto de vista respecto a lo que sería una solución adecuada, y confiando en que el Amor hará lo que sea mejor para esa persona. El ver a otras personas en su relación perfecta e ininterrumpida con su amoroso Padre-Madre Dios, es en verdad la forma más elevada de amor que podemos manifestarle a nuestro prójimo.
Una amiga mía le pidió a un practicista de la Christian Science que la ayudara a sanar un problema físico mediante la oración. Durante la conversación que sostuvieron, surgió el hecho de que estaba preocupada por un pariente que aparentemente tenía muchos problemas y culpaba a unos familiares con quienes estaba resentida. El practicista la alentó para que los viera como el hombre en quien Dios “tiene contentamiento”; le aseguró que nadie podía estar jamás en una situación fuera del cuidado de Dios. Ella aceptó este nuevo punto de vista respecto a su familia; se sintió aliviada, y pronto estuvo completamente libre de la dolencia. No sólo fue bendecida ella, sino que a su familiar se le presentaron nuevas maneras de resolver sus dificultades, y obtuvo un mayor bienestar.
Cuando sintamos que nuestro amor es insuficiente, recurramos al Amor divino por medio de la oración. Nuestro deseo de ser más amorosos, nos permitirá ver con mayor claridad el amor infinito, tierno y amoroso que Dios da a cada uno de Sus hijos. Podemos apoyarnos en Dios, y amar con Su amor a la persona que quisiéramos amar más. Así lograremos que nuestra comprensión se expanda y se eleve por encima de cualquier concepto humano limitado, respecto a lo que son el amor y el cuidado.
Nos damos cuenta de que lo que está en operación no es un amor humano limitado, sino el amor perfecto de Dios. Nos volvemos cada vez más conscientes de que somos uno con Dios, y nos acercamos a la consciente unidad con nuestro Padre-Madre Dios. Cristo Jesús se refirió a ella cuando dijo: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30. Él ejemplificó para nosotros este “ser uno con Dios” de la manera más elevada, y demostró las grandes bendiciones que esto nos trae.
También nosotros podemos hallar alivio y liberación de cualquier dificultad, si elevamos nuestro pensamiento al concepto divino del hombre, y llegamos a amarlo con el amor con que Dios lo ama. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Christian Science, Ciencia y Salud: “Dios expresa en el hombre la idea infinita, que se desarrolla eternamente, que se amplía y eleva más y más desde una base ilimitada”.Ciencia y Salud, pág. 258.
Cuando confiamos sin reservas en que Dios expresa en todo momento Su Amor omnipotente, y reconocemos esto, inevitablemente sentimos en mayor medida este Amor divino, y lo compartimos con otros. De este modo podemos hallar curación para nosotros mismos, y también bendecir y sanar a aquellos cuyo bienestar deseamos, sea un familiar o el mundo entero. Aprenderemos a ver a cada persona como el “siervo” de Dios, como Su “elegido”; y participaremos de Su gozo y “contentamiento” por Su creación perfecta.