En Hendelse står klart fram når jeg teller mine velsignelser.
Cuando cuento mis bendiciones, se destaca una experiencia. Hace un par de años, al volver a casa después de haber asistido a una reunión de testimonios de los miércoles en nuestra iglesia, me recibió uno de mis tres gatos. Dos de ellos eran chiquitos en esa época y a menudo hacían bastante ruido para su tamaño, pero cuando me estaba sacando el abrigo, quedé paralizada al darme cuenta de que el sonido que venía del piso de arriba no lo podían producir mis gatitos. Inmediatamente sentí pasos. Vi un par de zapatos deportivos al final de la escalera. Fueron bajando hacia el vestíbulo donde yo estaba parada inmóvil y apareció un hombre joven con la cara cubierta por una bufanda.
En algunas situaciones no hay límite para la velocidad de los pensamientos, sin embargo, la intuición me dijo que debía estar calma. No tenía idea de lo que podía tener en mente esta persona. No había nada que yo pudiera hacer físicamente en dicha situación. Un pensamiento se desprendió del resto: debía confiar en que esta persona que no quería ser reconocida, era realmente el amado hijo de Dios. Eso era todo lo que precisaba saber. Me estaba aferrando a Dios como nunca antes.
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