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Original en griego

Sanada de la mordedura de un murciélago

Del número de octubre de 1998 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Algunos Años, después de leer por primera vez el libro Ciencia y Salud, me sentí llena de entusiasmo y amor. Leía con gran interés todas las publicaciones periódicas de la Christian Science que llegaban a mis manos; y como una esponja, absorbía el contenido de los artículos y especialmente, de los inspirados testimonios de curaciones. Muy pronto, después de asimilar las ideas de esta literatura, tuve oportunidad de poner en práctica el “espíritu de la letra”.

El espeso seto que fuera de nuestra casa necesitaba ser podado. Mi esposo trabajaba en el extranjero y los niños eran demasiado pequeños para ayudarme. Estaba anocheciendo y yo estaba demasiado impaciente como para esperar hasta el día siguiente. Al buscar en la cochera, encontré sin dificultad las tijeras para podar, pero no pude encontrar los guantes. Mientras los buscaba, me venían pequeñas advertencias al pensamiento: “No hagas el trabajo sin guantes; no lo hagas de noche. Recuerda lo que dicen los vecinos, que los murciélagos, que se ven todas las noches dando vueltas alrededor de los postes de alumbrado, hacen sus nidos en los setos espesos y oscuros”. Sin hacerle caso a esto, empecé a podar con rapidez y mucho ruido, con la prisa de terminar antes de que oscureciera.

A la mitad del trabajo, encontré una rama muy gruesa y torcida que sobresalía del seto; como no era posible cortarla con las tijeras, metí la mano sin protección hacia el fondo del arbusto para poder quebrarla. Al buscar sin ver, percibí que algo se movía dentro del arbusto, luego sentí unos dientes puntiagudos que me mordían, y un dolor abrasador. Gritando, saqué mi mano rápidamente y me horrorizó el ver que había unos agujeros pequeños en los dedos; y que mi mano estaba morada y ya había empezado a hincharse.

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