El autor de este artículo ha trabajado durante años para una organización internacional, vivió en varios países y ha estado en contacto con diversas nacionalidades y etnias.
Vous est-il déjà arrivé de penser à tout ce qui provient d'un certain pays avec suffisance ou même avec dédain?
¿Le ha ocurrido alguna vez pensar con arrogancia e incluso desprecio en lo que proviene de un determinado país, como si dicho país careciera de “cultura” o de “verdaderos valores”?
Hay un relato en la Biblia donde se habla de un hombre que tenía ese tipo de pensamientos: Natanael. En el Evangelio según Juan se relata que Felipe, uno de los primeros discípulos de Jesús, trató de contarle a Natanael su encuentro con el Mesías. Felipe le explicó que aquel de quien los profetas habían hablado y todo el pueblo judío esperaba, era efectivamente Jesús de Nazaret. La respuesta de Natanael a esta gozosa noticia es bastante cínica: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” Juan 1:46.
Muchas veces reflexioné sobre estas palabras porque me di cuenta de que yo también tenía cierta tendencia a rechazar, con actitud crítica, todo lo que provenía de ciertos países por los cuales no sentía gran estima. En mi trabajo trataba con personas de diferentes nacionalidades. Me sorprendía al constatar que algunas personas, si bien provenían de países prósperos y supuestamente avanzados en el campo tecnológico, parecían no tener cultura o ni siquiera capacidad de análisis. En algunas casos, me parecía que esas personas tenían, francamente, una mente pueril. Y fue así como comencé a advertir que, no solamente mi actitud era una forma sutil de racismo, sino también que, debido a ese rechazo, me arriesgaba a perder algo importante, bueno y enriquecedor. Descubrí que esa actitud se había modelado bajo la influencia de ciertas formas de propaganda nacional y de otros estereotipos comunes. Pero llegado a ese punto, ¿cómo podía liberarme de esta actitud negativa y crítica?
La segunda parte del relato de Juan me ayudó mucho en este sentido. Se nos dice que, gracias a la insistencia de Felipe, Natanael decidió finalmente ir a ver en persona si Jesús era o no el Mesías. Y fue allí donde se produjo su transformación. Impactado por lo que Jesús le dijo, abandonó su actitud crítica y decidió, también él, seguir a Jesús de Nazaret, a aquel a quien antes había mirado con desconfianza.
Este relato nos enseña que todos tenemos la posibilidad de “ir a ver” por nosotros mismos, de ir hasta el fondo de las cosas y de descubrir lo que es verdadero, más allá de los estereotipos y de las corrientes de pensamiento. Esta es la lección que he aprendido de esta historia bíblica. Un pasaje de la Primera Epístola de Juan, subraya además la importancia de actuar de esta manera: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. I Juan 4:1. Y eso es lo que he tratado de hacer: cada vez que en mi pensamiento detecto indignación o desprecio por tal o cual país, me vuelvo a Dios para elevar y purificar mis pensamientos.
Comprendí que al ostentar un espíritu de superioridad, aceptaba la idea de que una parte de la creación de Dios no era completamente buena. Sin embargo la Biblia dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que era bueno en gran manera”. Génesis 1:31. La Biblia dice claramente: “todo lo que había hecho”. ¡No sólo nosotros y nuestra cultura, excluyendo a las demás!
De esta manera me di cuenta de que más allá de lo que nuestra cultura nos enseña o de los valores a los cuales damos importancia, el hecho espiritual es que la creación de Dios es enteramente buena y refleja en todo momento Su perfección. Cuando nos sentimos tentados a creer que hay excepciones, podemos recordar este pasaje de Jeremías en la Biblia, donde Dios se expresa de esta manera: “Con amor eterno te he amado; por tanto te prolongué mi misericordia”. Jeremías 31:3. Para mí, esto señala claramente el hecho de que Dios nos ama tiernamente a cada uno de nosotros, Sus hijos, y que nos ama independientemente de las características propias de nuestra cultura, porque nos ve tal como nos creó: puros, inteligentes, buenos, dignos de estima.
Orando con estas ideas experimenté un profundo sentimiento de paz. Ya no había lugar para la indignación, y descubrí en mí misma la facultad de expresar respeto, compasión y amor hacia todos los países. Me sentí liberado de pensamientos impuestos por mi propia cultura nacional y sus estereotipos, y abrí mi pensamiento a la bondad y a la perfección que Dios ve en Su creación.
Mary Baker Eddy escribe en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras de la facultad que Dios, el Espíritu, le da a todos Sus hijos, de distinguir entre las concepciones y las opiniones humanas erróneas, y los pensamientos divinos. Ella dice: “Esta comprensión no es intelectual, no es el resultado de logros eruditos; es la realidad de todas las cosas sacada a la luz”.Ciencia y Salud, 505: 27-29. Siempre podemos volvernos a Dios, el Espíritu, que es la fuente de los pensamientos justos, para purificar nuestra visión de las cosas. Tenemos el derecho de rechazar las opiniones humanas, por más populares que sean, y, mirando más allá de las apariencias, poder discernir “la realidad de todas las cosas”: el hecho espiritual de que somos, cada uno de nosotros, los hijos amados de Dios, completos y perfectos. Esta comprensión nos da un sentimiento de paz y un amor profundo hacia nuestro prójimo, sin importarnos de qué país provenga.