De acuerdo con el Antiguo Testamento, hubo profetas que vivieron siglos antes de Jesús, cuya fe les permitió hacer muchas cosas maravillosas. Entre ellos se encuentran Elías y Eliseo. Puedes averiguar más sobre ellos en la Biblia en varios capítulos de 1° y 2° de Reyes.
Elías respetaba y obedecía la voluntad de Dios. En un momento dado Dios envió a Elías a Sarepta, que pertenece a Sidón, un puerto fenicio de los tiempos antiguos. Una viuda muy pobre que vivía allí, lo alimentó con lo poco que le quedaba para comer. Como ella confió en la promesa de Dios que Elías le dio, nunca le faltó harina ni aceite, y todos en su casa pudieron comer durante mucho tiempo. Entonces un día, el hijo de la viuda se enfermó gravemente y murió. Ella llamó a Elías para que ayudara al niño. Y él oró a Dios, y el niño volvió a la vida.
Elías quería demostrar quién era el verdadero Dios porque mucha gente adoraba algunos ídolos, imágenes de dioses hechos de madera o metal. Elías probó el poder de Dios de la siguiente manera. Reunió a la gente y a los profetas que adoraban dichos ídolos, en un lugar llamado Carmelo. Les pidió que cortaran dos toros jóvenes en pedazos y luego pusieran los trozos de carne en un altar de madera. Después ellos tendrían que pedir a sus dioses que encendieran la madera. Elías haría lo mismo, pero él pediría ayuda al Señor, no a los ídolos. El Dios que contestara con fuego, dijo, ése sería conocido como el verdadero Dios. La gente estuvo de acuerdo en hacer esta prueba. Y los profetas pasaron muchas horas gritando a su dios, pero nunca recibieron respuesta.
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